Una solución para ideas digitales

El venezolano Pablo Jiménez y su socio indio, Sathya Nellore, invierten tecnología en start ups con su empresa WeKanCode

Hay proyectos empresariales que nacen locales y locales permanecen. Los hay que nacen locales y se convierten en nacionales. Con la ayuda de la tecnología, el comercio electrónico, muchos emprendedores terminan siendo internacionales sin moverse de su ciudad.

Hay otros proyectos que nacen con raíces multinacionales y su modelo de negocio cuenta desde el inicio con la dinámica de la globalización.

Es el caso del que cofundó Pablo Jiménez, un venezolano que ha enfocado su formación universitaria en negocios y finanzas en una empresa de tecnología y codificación, WeKanCode, con una oferta que va más allá de los servicios de desarrollo técnico.

Jiménez nació en Caracas hace 25 años pero a los ocho, su familia decidió salir del país por la situación política. Fueron a París durante un año y terminaron asentándose en las afueras de la capital francesa para largo plazo. Allí fue al colegio y la Universidad. Su masters en finanzas le llevó a Nueva York a hacer una pasantía con un firma de Wall Street. Luego de acabar sus estudios, entre 2013 y 2014, Jiménez volvió para trabajar con la experta colombiana en fusiones, adquisiciones y financiamientos Violy McCausland (quien fue una de las directoras financieras de más alto perfil en JP Morgan).

Aunque le gustaba lo que hacía y estaba aprendiendo, lo dejó porque le salió la oportunidad de iniciar un proyecto de un sistema de pagos con huella digital. Trabajó durante meses en las proyecciones financieras del negocio pero un desacuerdo entre socios dejó varado el proyecto.

Para entonces Jiménez conoció a su futuro socio que estaba haciendo su masters en gestión y sistemas en la Universidad de Nueva York, Sathyanarayanaa Nellore Sampat. Sathya es de India y está graduado en ciencias de la computación en su país. Lo que les une es que a ambos les gusta crear soluciones a problemas y están interesados, desde distintos puntos de vista pero convergentes, en la tecnología.

Sathya estaba trabajando en una aplicación y tenía a los desarrolladores en la India. Este joven necesitaba a una persona que hiciera proyecciones financieras y ahí estaba Jiménez para ello.

En ese momento, una de las hermanas de Jiménez estaba desarrollando una idea para una aplicación móvil. Trabajaba con desarrolladores venezolanos y se dio cuenta que era caro y difícil.

“Se enfrentó a  todos los desafíos que tienen los emprendedores que no son técnicos y quieren poner en marcha este tipo de negocios”, recuerda Jiménez.

Cuando quiso desarrollar la nueva versión de la aplicación se puso en contacto con su hermano y con Sathya.

Pablo Jimenez, CEO de WeKanCode.
Pablo Jiménez, fundador de WeKanCode, una empresa con oficinas en Nueva York, París e India./Mariela Lombard

La app de su hermana ayudó a establecer el equipo inicial en agosto de 2014 de lo que poco después sería WeKanCode.

“Lo que vimos es que más que desarrollar una sola app, el potencial era tener una capacidad de producción para desarrollar muchas apps en las que nosotros tuvieramos participación hasta que una funcionase”, explica.

Ese fue el inicio.

Ahora la empresa está trabajando en dos tipos de operaciones pero ambas con la misma propuesta de valor: “Mantener bajos los costos de tecnología para los emprendedores”, cuenta este joven.

Según Jiménez, desarrollar una app con una empresa especializada puede llegar a costar medio millón de dólares y luego a eso hay que sumarle el costo de operaciones, invertir en mercadotecnia. “Nosotros ayudamos en esa parte con un costo 10 veces más barato”, cuenta. Los salarios de los muy competitivos ingenieros en India son clave.

Por un lado WeKanCode tiene un área de servicios para desarrollar aplicaciones. Además se va a montar un negocio de apoyo tecnológico para pequeñas y medianas empresas que precisen poner en marcha su estructura digital. Estos son servicios que van a proporcionar los márgenes para equilibrar lo que dedican al más arriesgado mundo de la inversión en start ups.

Por que por otro lado este negocio funciona como una empresa de capital riesgo que en vez de dólares a cambio de participación empresarial en una start up, invierte capacidad de codificar y prestar servicios alrededor de ello como, por ejemplo, mercadotecnia -con un equipo que se está montando en este momento-. Además, se quiere ofrecer en este sentido casi los servicios de un acelerador con captación de capital de inversionistas para que crezca la empresa. Esta es otra de las áreas en las que está empezando a trabajar Jiménez de cara al futuro próximo.

“Queremos estar en cada parte del proceso de nacimiento y lanzamiento de empresas”. explica.

La compañía creada por Sathya y Jiménez estima el tiempo que puede tomar  desarrollar la app y  a los clientes les cobran $20 la hora.

“Si se trata de un start up con potencial y les gusta la idea cobramos $12 y nos metemos en el accionariado”, explica.

Jiménez cuenta que la diferencia del costo entre los $12 y los $20 es lo que ellos invierten: “Somos un confundador técnico, pero en vez de ser una persona somos una empresa, como una agencia que hace todo y logramos mantener un costo muy barato”.

No lo han hecho solos. Han contado con la experiencia de dos asesores que han llegado en distintos momentos para ayudar a montar el equipo y gestionar sus operaciones y un CTO (director tecnológico) con mucha experiencia que tiene una visión global de la empresa.

“Hoy somos 42 personas, de ellos 37 ingenieros, y estamos creciendo. Tenemos  oficinas en India, Nueva York, París y personas en Milán y Madrid que hacen desarrollo de negocio y establecen relaciones como la que tenemos con el Instituto de Empresa en España”, explica este venezolano.

El objetivo es establecer relaciones con univiersidades para brindar a los estudiantes con buenas ideas la capacidad de desarrollar sus ideas a un costo posible.

“Estamos avanzando de forma suave en varios frentes”. Cuando se le pregunta si en cinco años pueden tener más de 100 empleados, Jiménez mira sorprendido: “Espero que muchos más, unos 200”. No es algo que se oiga todos los días.

Echar a andar

“Durante el primer año buscamos clientes para añadir al primer cliente, mi hermana. Acudíamos a conferencias y presentaciones porque necesitabamos clientes para pagar a los empleados, que se hiciera bien y el problema es que no teníamos un portafolio que mostrar”. Allí este joven vio que había excelentes ideas para desarrollar pero que morían “porque simplemente no tienen capacidad para entrar en el mercado por los costos de tecnología y operacionales”.

Tras un año tenían cuatro clientes, con tres de ellos se asociaron y al cuarto le ofrecieron servicios. Desde que tienen el nuevo CTO ha aumentado la cartera y ahora tienen a punto de finalizar una ronda de inversión en la que han entrado nuevos socios.

Jiménez dice que está mucho en Miami, trabajando de cerca con start ups, y poniendo a punto el área de levantamiento (captación) de capital y marketing. Ellos mismos son una start up aunque desde 2016 tienen cash flow positivo.

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