Aterrados por las deportaciones

La angustia que sufren ha empezado a tener consecuencias en sus hijos

Todas las mañanas, al salir de su casa para ir al trabajo, por la mente de Néstor y Elizabeth cruza el mismo pensamiento: ojalá podamos regresar para ver a nuestros hijos.

La pareja, que reside en el condado de Orange y trabaja en proyectos de remodelación de casas, vive con el temor de que los deporten a México porque son indocumentados. Lo que más les preocupa son sus tres hijos de 19, 16 y 13 años.  Los dos menores son ciudadanos estadounidenses, pero el mayor nació en Sinaloa, como ellos,  y aunque llegó a Estados Unidos cuando apenas tenía seis meses, no tiene papeles.

Si bien han vivido en las sombras durante más de 18 años, nunca habían sentido tanto temor como ahora. Sienten que Trump destinará más recursos que Obama para deportar a los indocumentados. Néstor tiene una preocupación adicional porque hace tres años lo detuvo la Patrulla Fronteriza cerca de Nogales, Arizona, cuando transportaba a su hermano, que acababa de cruzar ilegalmente la frontera. A éste lo deportaron de inmediato y Néstor tiene pendiente una cita para comparecer ante un juez que decidirá su caso.

La sola idea de ser deportados les quita el sueño. No solamente  les inquieta  la falta de oportunidades de trabajo y educación en México sino la inseguridad. Néstor cuenta que en su pueblo, cerca de Culiacán, los narcotraficantes son quienes tienen el control. “Ellos son los dueños de las tierras y obligan a la gente a trabajar para ellos en el cultivo de las drogas. A los que no quieren simplemente los desaparecen, por eso decidí irme de ahí”, dice.

Elizabeth no puede ni siquiera hablar del tema. “Yo no permitiría que mis hijos se fueran a México, correrían mucho peligro. Si nos deportaran, no sé que haría porque no me quiero separar de ellos”, dice con la voz entrecortada.

La angustia que sufren ha empezado a tener consecuencias en sus hijos. El mayor ya dejó la escuela porque dice que no se puede enfocar en los estudios. Prefiere trabajar, al menos para ahorrar algo de dinero por si se tienen que ir.

Son a estas familias a las que el gobierno mexicano debe prestar atención prioritaria. No es el muro ni el TLCAN lo que debe preocuparles más sino el sufrimiento que viven a diario millones de mexicanos indocumentados.

México se tiene que preparar para recibir a los deportados y en los consulados se deben redoblar los esfuerzos de asesoría legal y de atención emocional para estas familias. Aunque las deportaciones han sido siempre el pan de cada día, la diferencia es que ahora Trump considera que prácticamente todos los indocumentados deben ser expulsados. La tarea no será fácil, pero sin duda se prestará a muchos abusos.

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