Pobreza y mujer latina: Un duro ciclo en Chicago

Expertos aseguran que la pobreza podría ser más perjudicial para las mujeres latinas que para personas de otros grupos

Josefina Tercero. (Marcela Cartagena / La Raza)

Josefina Tercero. (Marcela Cartagena / La Raza) Crédito: Impremedia

Celene Adame es madre de cinco niños: Emanuel, de 17 años; Abraham, de 14; Sharon, de 10; Wilmer, de 6; y Anthony, de 18 meses.

Hace varios meses, Celene amaneció con un dolor agudo en el lado izquierdo de su cerebro, justo arriba de su ceja. Tomó Tylenol, pensando que se trataba de un dolor casual que seguramente desaparecería rápidamente. Al día siguiente, el dolor continuaba y comenzó a vomitar descontroladamente. Bebió Gatorade creyendo esta vez que se trataba de un simple dolor de estómago. Tras un rápido deterioro, su madre la llevó a la sala de emergencias, donde se enteró de lo inimaginable: tenía cáncer de glioblastoma cerebral, ya en su cuarta fase.

Recientemente terminó sus tratamientos de quimioterapia y radiación, pero no sabrá si está libre del cáncer hasta unos años más. Hace unas semanas, su oncóloga la dio de alta para salir a trabajar, con extrema precaución, pero a Celene le aterra salir debido a los peligros que el covid-19 podría traer si se llegase a contagiar. Pese al temor, Celene saldrá a buscar trabajo porque dice que simplemente no tiene otra alternativa.

Su esposo Wilmer, su compañero desde hace 11 años, no puede trabajar debido a su incapacidad para mover sus dedos en una de sus manos, causada por una lesión que sufrió en su clavícula izquierda durante una redada de la Policía de Inmigración (ICE) en 2017. Había sido detenido por equivocación ya que su nombre apareció erróneamente en la base de datos de pandillas del Departamento de Policía de Chicago. Fue puesto en libertad 11 meses después. Hoy, además, sufre de ataques de pánico y convulsiones. Necesita cirugía pero no tiene seguro médico.

Celene y su esposo están desempleados y dependen de Casa Catalina, una despensa de alimentos de Caridades Católicas, para comer. Meses antes del comienzo de la crisis de la pandemia, su madre realizó una recaudación de fondos, donde ella y otros lograron juntar $1,600 para el alquiler. Pero la familia está a punto de quedarse sin luz y gas a pesar de las súplicas de Celene. Sin embargo, ella está eternamente agradecida por la bondad de su arrendador, quien no ha puesto presión alguna por los atrasos del pago del arriendo.

Todos los hijos de Celene, excepto el más pequeño, estuvieron recibiendo terapia en sus escuelas antes de la crisis del coronavirus. El hermano mayor, Emmanuel, de 17 años, vive constantemente preocupado por las dificultades económicas de sus padres. Pronto irá en busca de un trabajo ya sea en un supermercado Mariano’s o en cualquier restaurante de comida rápida.

Abraham, de 14 años, a veces se instala a vender chocolates frente a la lavandería del vecindario o del supermercado El Güero.

A pesar de su desesperación por su estado económico crítico, su fe la mantiene firme y serena para no caer en una depresión profunda.

Está agradecida de que después de su cirugía en el cerebro aún tiene su vista intacta y la capacidad de caminar bien y pensar con claridad.

Celene Adame. (Marcela Cartagena / La Raza)

La historia de Celene Adame es una de las miles de mujeres latinas que luchan por sobrevivir y ganarse la vida mientras residen en Chicago, una de las economías más grandes del mundo, pero una ciudad conocida por décadas de segregación, corrupción y desigualdad racial.

“Chicago es realmente una ciudad de vecindarios y tu código postal a menudo puede determinar tus ingresos en la ciudad”, dijo Katie Buitrago, directora de investigación de Heartland Alliance. “Las oportunidades se concentran en ciertos vecindarios, y gran parte de la población latina en Chicago se encuentra en vecindarios donde hay menos inversión y menos cosas importantes como la infraestructura, la educación y el desarrollo económico”.

Según un informe sobre la pobreza en Illinois publicado por Heartland Alliance en 2019, las estadísticas muestran que el índice de pobreza de las mujeres latinas es de  18.4%, ligeramente superior al índice de pobreza de toda la población en Chicago que es de un 17.4%.

Indudablemente, la crisis del covid-19 ha empeorado la pobreza extrema entre las hispanas debido a que la tasa del desempleo para este grupo es la más alta que el resto de los trabajadores en general, según un reporte del Centro de Investigación Pew publicado en agosto. Las mujeres hispanas han experimentado un aumento especialmente pronunciado en su tasa de desempleo, que pasó de 5.5% a 20.5% entre febrero y abril de 2020. En comparación, la tasa de desempleo de los hombres hispanos aumentó de 4.3% a 16.9% durante este periodo, según el reporte.

El impacto de la pobreza de las mujeres latinas puede ser más perjudicial que para otros grupos debido a diversos factores, incluyendo el estatus migratorio, el idioma, y las barreras culturales. Las mujeres latinas indocumentadas tienen más dificultades para encontrar empleos, son más susceptibles a recibir salarios bajos o inferiores al salario mínimo y no califican para obtener ningún beneficio social ya sea financiero, de salud o de vivienda, entre otros programas que residentes permanentes y ciudadanos sí pueden obtener.

El concejal Byron Sigcho López, del Distrito 25, dijo que la pobreza dentro de la comunidad latina es enorme, especialmente entre las mujeres. “Hay muchísimo sexismo, muchos problemas de violencia doméstica. Se ven claramente los desafíos que ellas enfrentan”, dijo.

Como parte de su campaña lanzada a comienzos de 2020 para combatir la pobreza en Chicago, la alcaldesa Lori Lightfoot dio una visión franca sobre la pobreza en la ciudad en un discurso persuasivo y emotivo presentado a la organización sin fines de lucro City Club de Chicago el pasado 14 de febrero. “La pobreza nos está matando. Literal y figurativamente, matándonos. A todos nosotros. No solo a las almas que están encerradas en su agarre aparentemente implacable. Las personas que pasan hambre, sin refugio estable y sin la posibilidad de autosuficiencia económica. Esas pobres almas están sufriendo, pero nosotros también, el resto de nosotros”.

“¿Te estoy incomodando? Ese es mi propósito. Enfrentar estas duras verdades no es fácil. El proceso es doloroso, pero debemos enfrentarlo y debemos hacerlo juntos, de vecino a vecino. Sin un esfuerzo unido, sin un propósito que tenga sentido común, no podemos corregir los errores que nos han llevado a la crisis de la pobreza”, dijo Lightfoot en su discurso.

Según investigadores, el factor más revelador que conduce a la alta tasa de pobreza entre las mujeres latinas es la inmigración. Dado que muchas latinas son indocumentadas, enfrentan enormes obstáculos para obtener permisos de trabajo y por ende tienen pocas oportunidades de empleo. Por esa razón, muchas acuden a oficios de baja calidad que pagan salarios miserables sin beneficios ni protección del empleo.

“Para algunas, su estatus migratorios hace que sea imposible encontrar un trabajo decente. Veo al estatus migratorio como una barrera importante que si se remueve podría prevenir los ciclos de la pobreza”, dijo Joanna Dreby, profesora asociada de sociología y una afiliada de estudios de América Latina, el Caribe y Latinos de Estados Unidos en la Universidad de Albany en Nueva York. “Las cargas que asumen económicamente son muy significativas”.

Marilú González, directora regional del suroeste de la Organización de Beneficencia Social Católica (Catholic Charities) de la Arquidiócesis de Chicago, cree que dado a que los latinos guardan silencio sobre su estatus migratorio, la tasa de mujeres latinas que viven en la pobreza probablemente sea el triple de la cifra de 18.4%.

La monja Joellen Tumas, que ha estado trabajando con la comunidad latina desde la década de los 70, está de acuerdo. “Eso se debe a que las mujeres guardan silencio y se esconden por temor a ser encontradas por inmigración”.

Los datos provienen de la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense (ACS, por sus siglas en inglés), un producto de la Oficina del Censo y por lo tanto es “la tasa oficial”, aseguró Katie Buitrago. Sin embargo, “existen limitaciones con los datos del Censo y ACS. El Censo de cada 10 años no pregunta sobre el estatus migratorio, pero la encuesta anual de ACS sí. Esta pregunta probablemente impide a que algunas personas indocumentadas respondan la encuesta. Por lo tanto, es probable que muchas personas indocumentadas no estén incluidas en las cifras”.

“Si las personas indocumentadas tienen tasas de pobreza más altas que los latinos en general, entonces la tasa de pobreza oficial del Censo y del ACS no representa un índice preciso entre los latinos”, dijo Buitrago.

González dijo que “desafortunadamente, la mujer latina siempre ha sido cautelosa en hablar de lo que piensan y sienten. Y eso es histórico. Eso tiene algo que ver con la inmigración, pero tiene más que ver con la migración. Ya sabes, tiene que ver con el hecho de que culturalmente, nunca nos enseñaron que podíamos hablar como mujeres”.

“Entonces estás presente, pero no estás presente. Estás allí, pero no estas allí. Tú cuentas, pero no cuentas. Entonces, en muchos sentidos, es como si hubiera silencio en el círculo. Muchas mujeres sienten, bueno, ¿puedo realmente decir algo?”, dijo González.

Buitrago asegura que las mujeres latinas también enfrentan discriminación y racismo en el lugar de trabajo y que “podrían estar luchando para llegar a fin de mes con dos o tres trabajos que además dificultan el cuidado de los hijos. También hay un nivel educativo más bajo entre la población latina en Chicago. De modo que eso también podría dificultar la obtención de empleos que sean bien remunerados”.

Además, la investigación muestra que la pobreza alcanza su máximo índice durante los meses posteriores al parto entre las mujeres de bajos ingresos.

“Y eso puede ser realmente difícil para las familias que repentinamente han aumentado sus costos. Las mujeres asumen un mayor porcentaje del trabajo de cuidado no remunerado en esta sociedad. Pasamos más tiempo con el cuidado de las familias y de la casa”, Buitrago dijo.

La inmigración, un factor significativo

Como parte de su promesa para la lucha contra la pobreza, la oficina de la alcaldesa Lightfoot junto a otros asociados llevaron a cabo una cumbre llamada ‘Soluciones para acabar con la pobreza’ el 20 de febrero de 2020 en la Universidad de Illinois en Chicago. En una enorme sala de conferencias repleta de cientos de personas que abogan por los más necesitados, líderes comunitarios y empresariales, profesionales, investigadores y académicos, la alcaldesa inició el evento que contó también con otros discursos, presentaciones y dos sesiones de paneles de discusión.

Una de las panelistas fue Marci Ybarra, profesora asociada de la Escuela de Administración de Servicios Sociales de la Universidad de Chicago, que explicó cómo las familias indocumentadas están luchando por recibir ayuda social y cómo las leyes federales de inmigración están creando confusión, impidiendo que las madres inscriban a sus niños quienes ya son elegibles para ciertos beneficios.

“Crea un efecto dominó que afecta a toda una familia y toda una comunidad”, dijo Ybarra.

“La reforma del bienestar en 1996 excluyó, con algunas excepciones, a los inmigrantes en Estados Unidos durante aproximadamente cinco años de recibir asistencia pública. Y los investigadores, incluyéndome a mí, observaron la disminución en la inscripción de niños que pertenecen a familias inmigrantes, especialmente en programas como Medicaid”, dijo Ybarra a la audiencia en la cumbre.

“Y resultó que incluso niños elegibles después de esa legislación no estaban inscritos en Medicaid”, dijo Ybarra.

Las exclusiones y restricciones para los inmigrantes en el acceso a los programas públicos llevaron a una disminución en los padres inmigrantes que inscriben a los niños que son elegibles. Esto es lo que “llamamos un efecto intimidatorio que no está relacionado con la elegibilidad sino que influye a aquellos que ya son elegibles”, dijo Ybarra.

Las dificultades económicas de las mujeres latinas empeoran cuando los padres, o las parejas, son deportados. “Las mujeres latinas terminan haciendo el trabajo de dos y además tienen que mantener a sus hijos. Lo que una vez fueron dos sueldos de repente es solo uno. Llevan una gran carga y es muy, muy difícil”, dijo el profesora Dreby.

Dreby describió el caso de una familia que, después de que el padre fue deportado, la madre tenía que trabajar hasta las 9 de la noche dejando a su hija de 13 años al cuidado de sus hermanos menores, de 3 de la tarde a 9 de la noche todos los días. “Y este [escenario] puede ser bastante común”, dijo Dreby.

El trabajo de la profesora e investigadora Dreby explora la dinámica familiar en un mundo cada vez más globalizado, con experiencia específica en migración internacional, género y niños. Durante sus estudios ha entrevistado a mujeres que renuentemente dejaban a sus hijos en su país de origen con la esperanza de ahorrar suficiente dinero para regresar y ayudarlos lo antes posible.

“Es una decisión muy difícil de tomar. Y la meta es lograr la reunificación lo antes posible y mientras tanto dar apoyo financiero a sus hijos”, dijo la profesora Dreby.

“Muchas de estas madres anticipan poder traerse a sus hijos mucho antes de lo que realmente pueden hacerlo”, dijo Dreby. “Aunque están trabajando, el dinero no es realmente suficiente para llegar a cumplir sus metas como esperaban hacerlo”.

Las mujeres latinas viven la pobreza de manera diferente a las otras comunidades que nacen aquí, ya que hay capas en su experiencia, dijo Amanda Benítez, directora de salud comunitaria en la organización Enlace Chicago.

“Están lidiando con la pobreza, racismo y discriminación debido al color de su piel, pero también están lidiando con las barreras del idioma e intentando saber cómo navegar el [sistema de vida de este país]”, dijo Benítez.

“Están también lidiando con el sistema de inmigración, viviendo con el miedo de que agentes de inmigración vengan a sus casas y les toquen la puerta, o cuando llevan a sus niños a la escuela y se encuentran con ICE en el camino”, Benítez dijo.

Neli Vázquez-Rowland, cofundadora y presidenta de la organización A Safe Haven (Un refugio seguro) agregó que “el costo la pobreza es astronómico porque cada vez que hay una mujer viviendo en la pobreza, sobre todo si ella es una madre, ella no tiene la capacidad de mantenerse a sí misma ni apoyar a sus hijos. Eso definitivamente conduce a un gran efecto dominó en términos de salud y bienestar”.

La alcaldesa de Chicago Lori Lightfoot en una cumbre sobre la pobreza a principios de 2020. (Marcela Cartagena / La Raza)

El alto costo de la pobreza

Según el informe de Heartland Alliance de 2019, las consecuencias de la pobreza entre las mujeres latinas son tan complejas como impactantes.

Las latinas enfrentan dificultades en muchos frentes: se les paga menos, tienen menos recursos y posesiones, son más susceptibles a infracciones salariales y al robo de salarios, tienen más probabilidades de trabajar en empleos mal remunerados, tienen tasas de encarcelamiento más altas y tienen más probabilidades de sufrir violencia doméstica y de tener mala salud. Casi una cuarta parte de ellas en Illinois no tienen un médico personal, según el informe. El 32% de las mujeres latinas en Illinois son más propensas a reportar un mal estado de salud que las mujeres blancas (16%).

Las mujeres latinas también tienen más probabilidades de enfrentar racismo, sexismo y acoso sexual en el lugar de trabajo.

Además, el informe muestra que “el tráfico de personas existe porque existe la pobreza. Los traficantes buscan a personas a las que les falta algo: oportunidades económicas, educación, estatus migratorio, afecto, apoyo o seguridad. El grupo más grande de personas identificadas como traficadas en Estados Unidos son latinos”.

La pobreza inevitablemente también afecta la salud mental. “En La Villita tenemos tasas altas de estrés, ansiedad y depresión”, dijo Benítez.

Otro problema que enfrentan las madres inmigrantes es que “hay una investigación emergente sobre el impacto de las redadas en las madres que están embarazadas. Y ya hay una serie de estudios que indican que las redadas contra los trabajadores han tenido un efecto significativo en el peso de los recién nacidos”, dijo la profesora Ybarra en la cumbre.

Violencia doméstica

¿Existe una correlación entre la pobreza y la violencia doméstica, especialmente para las mujeres latinas? La respuesta, según los investigadores, es sí.

“Por desgracia, las mujeres latinas –como todas las mujeres— a menudo se enfrentan a situaciones en las que están experimentando la violencia doméstica y la violencia doméstica puede dar lugar a interacciones con inmigración. Por lo tanto, apoyar a las mujeres y ese tipo de situaciones en lugar de separar a las familias es otra área clave que creo que las ciudades pueden hacer para ayudar a las familias en lugar de hacer las cosas más difíciles para ellos”, dijo la investigadora Dreby.

“Las mujeres que están viviendo una situación estresante tienden a permanecer mucho más tiempo con sus parejas abusivas porque tienen una dependencia económica”, dijo Vázquez-Rowland. “Y eso en la comunidad latina, especialmente para los indocumentados, es un reto muy, muy difícil”.

Buitrago dijo que en otro estudio realizado por Heartland Alliance descubrieron que hay un círculo vicioso entre la violencia doméstica y la pobreza.

“Por un lado, si una vive en la pobreza y si una está sufriendo violencia doméstica, puede hacer más difícil para una salir de esta situación dolorosa. Si una depende económicamente de su pareja, una no tiene los recursos para irse. O ellos [los abusadores] podrían usar métodos de abuso económico para controlar, como evitar que una se consiga un trabajo o arruinando su crédito para que una no pueda obtener un departamento por su cuenta. Y, por lo tanto, puede hacer que sea mucho más difícil para las mujeres reiniciar sus vidas”.

¿Cómo se ven afectados los niños por la pobreza?

Ariel Kalil, profesora de la Facultad de Políticas Públicas Harris de la Universidad de Chicago, otra investigadora que habló en un panel durante la cumbre, discutió cómo la pobreza afecta a los niños, incluso antes de que nazcan.

Kalil comentó sobre una investigación en neurociencias y del desarrollo psicológico que destaca la importancia del período de la primera infancia para el desarrollo del cerebro y el rol del medio ambiente en la formación de las estructuras y capacidades del cerebro que nos afectarían durante nuestras vidas. “Y en el campo científico, nos referimos a esto como plasticidad o maleabilidad de desarrollo del cerebro”, dijo.

Lo que esto significa es que en la primera infancia, incluso antes del nacimiento, el cerebro es sensible a las influencias negativas como, por ejemplo, las condiciones asociadas con la pobreza y el estrés. “Pero también el cerebro es particularmente sensible a las influencias positivas que provienen del medio ambiente. Por lo tanto, es un momento muy desafiante para los niños que nacen en circunstancias de bajos ingresos”, dijo Kalil.

La investigación también muestra que la situación de pobreza en la infancia puede tener profundos efectos durante toda la vida de un niño. Esto significa que la probabilidad de salir del ciclo de la pobreza es muy baja.

La profesora Dreby dijo que en sus entrevistas ha visto que “los adultos más jóvenes a menudo hablan de sentir que están creciendo demasiado rápido y que no tuvieron una infancia igual a la de sus compañeros”.

“Es por esto que es tan importante aumentar los ingresos de los padres con niños pequeños para asegurarse de que puedan cumplir con su necesidades desde el principio y así establecer una formación firme”, dijo Buitrago. “Tenemos que asegurarnos de que estamos cuidando de los padres para asegurarse de que están equipados para las necesidades de sus hijos”.

Según la investigadora Kalil, “los padres comparten las mismas esperanzas y metas y aspiraciones como cualquier otro padre. Pero la vida se interpone mucho en el camino. Pero hay mucho estrés, molestias y fricciones en los hogares de bajos ingresos que se interponen en el camino de los padres para llevar a cabo esas aspiraciones”.

Josefina Tercero. (Marcela Cartagena / La Raza)

Josefina Tercero y su esposo Jorge viven con un sueldo anual inferior a los $19,000 para una familia de cuatro personas que reside en Pilsen. A veces, cuando ella ha podido encontrar un trabajo temporal limpiando apartamentos en el centro de Chicago, no ha tenido más remedio que caminar muchas millas, desde Pilsen hasta las avenidas Wabash o Michigan, porque no tiene dinero para el autobús.

Josefina recuerda cuando ella y su esposo vivieron durante tres meses críticos porque no les quedaba dinero para la comida. La única alternativa era acudir a la despensa de alimentos. El menor solía pedir manzanas y leche, que ella racionaba cuidadosamente para hacerlas durar.

Le preocupaba que la calidad de la comida de la despensa no fuera buena, por lo que se le ocurrían recetas creativas para preparar comidas más sabrosas.

Se emociona al contar que ha llevado a sus hijos a comer fuera dos o tres veces en los 17 años que ha estado residiendo en Estados Unidos. Le entristece ver a sus hijos compararse con otros niños.

Con la inesperada llegada del covid-19, la situación económica de esta pareja empeoró aún más ya que las oportunidades de trabajo disminuyeron drásticamente y no lograron recibir ninguna ayuda económica, ni del gobierno (debido a su estatus migratorio) ni de organizaciones sin fines de lucro.

Josefina cuenta con inmenso coraje e incuestionable frustración su experiencia al tratar de obtener la ayuda de $1,000 para familias indocumentadas del Fondo de Resiliencia de Chicago a través de la organización Proyecto Resurrección. Apenas se abrieron las líneas telefónicas para postular, Josefina se armó de paciencia y llamó hora tras hora por varios días sin recibir una respuesta. “Siento que perdí mi tiempo con personas mentirosas y falsas. Fue un desgastamiento de energía por nada. Es demasiado, y cada día uno ya no halla qué hacer”, dijo.

(La vocera de Proyecto Resurrección, Sarah Powell, aseveró que durante junio y julio la organización recibió miles de llamadas telefónicas por lo que resultó imposible ayudar a todas las familias. Powell aseguró que la organización sostuvo una comunicación solida con la comunidad por medios de las redes sociales y su sitio web. “Entendemos y pedimos disculpas por la frustración que esto causó”, le dijo Powell a La Raza.)

Josefina tiene una hija de 19 años, Ana Gabriela, quien sufre dolores agudos y constantes en el pecho que le adormecen el brazo izquierdo y tres dedos, dejándola incapaz de llevar una vida normal. Los médicos no han logrado determinar la causa del dolor. Nadie en la familia tiene seguro de salud ni califica para Medicaid. Sus padres pagan sus gastos médicos de su bolsillo de cualquier manera que pueden.

Pero más que nada en este mundo, Josefina quiere un trabajo estable. Cualquier cosa, dice ella. Está cansada de la inestabilidad del trabajo, pero encuentra maneras de hacer algo de dinero ya sea cocinando enchiladas para los vecinos, limpiando apartamentos y casas, paleando la nieve en el barrio durante el invierno y vendiendo bufandas y gorras tejidas a mano por ella.

Ama la lectura, valientemente se une a protestas pro inmigración en la ciudad, es activa en la comunidad y las escuelas de sus hijos. La falta de oportunidades y dinero aquí en Chicago y en su ciudad natal en Michoacán, México, le impidió cumplir su sueño de convertirse en maestra.

Josefina acepta su vida tal como es y hace todo lo que está en su poder para seguir siendo positiva y seguir luchando y viviendo para ella y su familia.

Una mirada a la historia de Chicago: ¿Cómo llegamos aquí?

Para comprender las décadas de desigualdad y segregación de Chicago, es importante echar un vistazo a su historia desde 1934, cuando se estableció la práctica de la “línea roja” o “redlining”, con la Ley Nacional de Vivienda.

“Redlining” era una práctica en la que bancos y otras instituciones financieras negaban hipotecas a solicitantes negros y latinos. Al determinar la aprobación de un préstamo hipotecario, los prestamistas bancarios recurrían a un mapa del vecindario que estaba marcado en diferentes colores, con el rojo significando que ese sector era de “alto riesgo”. Las áreas con una mayor densidad de minorías tenían más probabilidades de ser marcadas con rojo que barrios de población blanca cuyos ingresos eran similares. Esta práctica discriminatoria resultó en la segregación residencial que vemos hoy en Chicago.

A pesar de que esta reglamentación fue prohibida en 1968 a través de la Ley de Equidad de Vivienda, las prácticas discriminatorias de préstamos continuaron durante años en todo Estados Unidos.

Tan recientemente como 2015, el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos (HUD) llegó a un acuerdo de $200 millones con el Associated Bank, un banco con registro nacional, por rechazar injustamente las solicitudes de hipoteca de solicitantes negros y latinos en Chicago y Milwaukee. Como parte del acuerdo, el banco fue obligado a abrir sucursales en vecindarios de grupos minoritarios.

Según Elizabeth Todd-Breland, profesora asociada de historia de la Universidad de Illinois en Chicago, quien también habló en la cumbre sobre la pobreza, “la segregación es rentable y lo sigue siendo. Los propietarios pueden obtener mayores ganancias cobrando rentas exorbitantes por viviendas de mala calidad”.

“A menudo hablamos sobre la relación entre la segregación, la vivienda y las escuelas. Pero la segregación residencial por sí sola no puede explicar el nivel de segregación en las Escuelas Públicas de Chicago (CPS). Las políticas de CPS exacerbaron la segregación de residentes [al] construir nuevas escuelas para mantener la segregación y volver a marcar los límites de asistencia escolar para seguir con la segregación”, dijo Todd- Breland.

Todd-Breland dice que junto con la segregación vino la desinversión económica y la pérdida de empleos, ya que el 95% del desarrollo tuvo lugar en solo siete de 70 barrios de la ciudad alrededor del centro Chicago (el Loop, en inglés) y sus zonas circundantes. La desinversión exasperó la pobreza entre grupos minoritarios, ya que enfrentaban una falta de servicios públicos de calidad, empleos con salarios dignos, supermercados y comercios, atención médica, escuelas con fondos adecuados, clínicas de salud mental y viviendas asequibles.

La pérdida de empleos y la desindustrialización también afectaron a Chicago entre finales de la década de 1960  y principios de la de 1980.

Entre 1967 y 1982, una cuarta parte de las fábricas de Chicago cerraron, recortando 250,000 empleos, casi el 46% de la fuerza laboral industrial de la ciudad. Este cambio dramático aumentó la desigualdad.

Los investigadores dicen que la criminalización también ha sido parte de un sistema quebrantado que afecta a las comunidades pobres. “La pobreza se trata en última instancia del dinero. Y cuanto más se criminaliza la pobreza, menos podemos invertir en ayudar a la gente a salir de la pobreza”, dijo Simon Balto, profesor asociado de historia y estudios afroamericanos de la Universidad de Iowa, en la citada cumbre sobre pobreza. “Hay dinero en esta ciudad. Es solo que está concentrado. Estoy hablando de una sección particular del presupuesto de la ciudad, que es la parte del presupuesto que se destina a castigar a las personas”.

Balto argumenta que una parte del presupuesto de la ciudad que se asigna al Departamento de Policía de Chicago, que continúa aumentando cada año y ahora es de alrededor de $1,700 millones, debería gastarse en abordar la raíz del problema mediante la expansión de los programas juveniles. Chicago gasta más de $4 millones cada día en actividades policiales.

Además, un informe de investigación de ProPublica Illinois y la estación de radio WBEZ reportó en 2019 que las multas de tráfico y multas de estacionamiento crean una deuda que está fuera de control y que incluso lleva a grupos minoritarios a la bancarrota, ya que no pueden pagar el alto costo de las multas y recargos por pagos atrasados. “Los conductores que no pagan lo que deben se enfrentan a castigos severos de la ciudad y del estado que amenazan su sustento de vida”, informó ProPublica.

Como resultado de esta investigación, en noviembre de 2019 el Ayuntamiento de Chicago aprobó nuevas reformas para cambiar el sistema punitivo y puso fin a la suspensión de las licencias de conducir debido a multas de estacionamiento sin pagar.

Jocelyn Fontaine, directora de investigación de justicia penal en Arnold Ventures, dijo en la cumbre sobre la pobreza que “lo que puede ser un pago fácil o un costo razonable para algunos, para otra familia es completamente irracional. Esto empeora la pobreza o empuja a la gente a caer en la extrema pobreza”.

“El castigo por no pagar esas sanciones económicas resulta en una deuda paralizante e incluso lleva a ciertas personas a no poder votar. Es contraproducente”, dijo Fontaine.

Acceso a programas y asistencia pública

Ya sea indocumentado o no, el acceso a asistencia pública y programas sociales para las latinas puede ser burocrático, complejo e incluso confuso.

El concejal Sigcho López dijo que el acceso a la cobertura médica y de salud es un problema grave dentro de la comunidad latina, que afecta desproporcionadamente a las mujeres latinas en particular.

“Muchas madres que trabajan dos o tres trabajos no tienen cobertura ni beneficios de salud y son responsables de sus hogares. No hay acceso al servicio público. Estas madres básicamente trabajan para sostenerse sin ninguna ayuda pública”, dijo el concejal.

“El servicio de salud mental es una tragedia para niños y familias enteras porque no hay acceso”, añadió.

En algunos casos, el tiempo de espera para obtener un consejero, trabajador social o psiquiatra puede ser de hasta nueve meses, dijo. “Tenemos la responsabilidad de hacer que esos recursos sean accesibles para todas las comunidades. Necesitamos agencias y departamentos para intensificar y hacer algo”.

Los desafíos para las mujeres latinas indocumentadas, incluyendo a los beneficiarios de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), son aún más grandes porque no califican para ninguna asistencia pública (a menos que sea una emergencia que ponga en peligro la vida) para ellas o sus hijos a menos que los niños sean ciudadanos estadounidenses.

Estos programas federales incluyen el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), Medicaid, Seguridad de Ingreso Suplementario (SSI) y Asistencia Temporal para Familias Necesitadas (TANF). Los inmigrantes indocumentados no son elegibles para recibir subsidios de atención médica bajo la Ley de Cuidado de Salud Asequible (ACA) y tienen prohibido comprar cobertura de salud.

Incluso aquellos con residencia permanente, con algunas excepciones, no son elegibles para recibir asistencia pública hasta que hayan residido en Estados Unidos por cinco años.

A pesar que el panorama de asistencia social a nivel federal se ve turbio para millones de inmigrantes, sí hay ayuda en algunos estados. En Illinois, por ejemplo, existe el programa All Kids, el cual brinda cobertura de atención médica a todos los niños, independientemente de su estatus migratorio. Además, los niños indocumentados tienen acceso a la educación pública, brindando ayuda a los padres ya que las escuelas ofrecen desayuno y almuerzo a los niños de familias de bajos ingresos.

Aplicar para beneficios sociales puede ser frustrante y confuso, aseveran los activistas. Por ejemplo, la regla de Carga Pública o Public Charge impuesta por la Administración Trump entró en vigencia en todo el país, afectando a cualquiera que solicite la residencia permanente. Las reglas han sido poco claras, afirman profesionales que trabajan ayudando a inmigrantes, pero básicamente dictan que una solicitud de residencia permanente puede ser denegada a toda persona que haya recibido beneficios públicos por 12 meses durante un periodo de 36 meses. Los beneficios recibidos antes del 24 de febrero de 2020 no serán tomados en cuenta.

“Esta táctica está destinada a causar confusión en la comunidad. Y hemos visto que mucha gente está muy confundida. Ha sido un reto hasta para que nuestros propios trabajadores la entiendan. Es muy complejo”, dijo Amanda Benítez de Enlace.

“Esto solo hará que aumenten los niveles de pobreza y causará más daño a una comunidad que ya está luchando”, dijo. “Va a evitar que personas inscriban a sus hijos que ya son elegibles”.

¿A dónde se dirigen las mujeres latinas cuando no hay ayuda pública? Afortunadamente, hay numerosas organizaciones sin fines de lucro y religiosas en Chicago dedicadas a ayudar a quienes viven en la pobreza, especialmente a las mujeres.

Uno de ellos es Casa Catalina, una despensa de alimentos ubicada en el barrio Las Empacadoras, que pertenece a Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Chicago. La monja Joellen Tumas maneja el lugar.

Tumas recuerda el caso de una pareja que se presentó con ocho hijos pidiendo ayuda en pleno invierno. A pesar de un frío que llegaba hasta los huesos, nadie en la familia llevaba chaqueta, abrigo o calzado apropiado. “No tenían idea de las calles y los números de la ciudad. Les preguntamos, ¿dónde viven? Tuvimos que caminar a casa con ellos para averiguar dónde vivían. No tenían nada. Dos días después, el bebé de la familia terminó en el hospital con neumonía”, dijo.

“Necesitamos entender a los inmigrantes. Necesitamos volver a la mentalidad de acogerlos. Necesitamos entender lo difícil que es para estas familias dejar todo atrás. Están escapando situaciones de terror. ¿Y a qué están llegando? A más terror”, dijo la hermana Tumas.

Casa Catalina es un lugar confiable debido a su historia y la relación que tiene con la comunidad latina, dijo Marilú González.

“Existe la realidad de que las mujeres están trabajando más, lo que significa que tienen que atender el cuidado de los niños de diferentes maneras, y mantener su hogar se convierte en una gran prioridad”, dijo.

Para apoyar y empoderar a las mujeres latinas, González comenzó un grupo llamado Mujeres Floreciendo. “Y el grupo de mujeres comenzó como una herramienta o un mecanismo [para que las mujeres vean] cuáles son sus puntos fuertes, cuáles son sus valores, y saber que tienen derechos”, dijo.

Tras el rotundo éxito de Mujeres Floreciendo, González formó un nuevo grupo para ayudar a las mujeres a encontrar su potencial e incluso a convertirse en emprendedoras.

Las mujeres latinas tienen tantos talentos, dijo González. “Saben cocinar. Saben coser. Saben cómo crear cosas. Pero nunca supieron que eso es algo que realmente pueden vender”.

Este año, González dijo que su programa pudo obtener fondos a través de una campaña de Caridades Católicas para el desarrollo humano para comenzar a ver cómo esos talentos pueden ser utilizados estratégicamente.

“Queremos que hagan crecer su negocio, que se conviertan en empresarias, se miren a sí mismas y digan, sí, lo hice”, dijo González.

Otra organización muy conocida en Chicago a la que se ha destinado a ayudar a los pobres es A Safe Haven, que ayuda a personas a salir de la indigencia y la pobreza extrema, a recuperarse de adicciones y a ser autosuficientes.

Vázquez-Rowland, la cofundadora, dijo que su organización ayuda a unas 5,000 personas cada año y tiene un índice de éxito del 70% de personas que completan el programa. Aquellos que no completan el programa son referidos a otro nivel de atención.

“Tomamos a las personas independientemente de su estatus [migratorio]. Nuestro trabajo y nuestra misión son realmente abordar las causas fundamentales, mental, física y económicamente de una manera que los ayude, no solo a ellos sino también a sus hijos”, dijo Vázquez-Rowland.

Otras organizaciones sin fines de lucro, como Enlace en La Villita, abordan temas de educación, salud, inmigración y prevención de la violencia. También han podido ayudar, pero en forma limitada, a muchas mujeres que se encuentran en situaciones económicas críticas a través de sus fondos para emergencias, donde cubren gastos básicos como la luz y el agua.

Dado que existe una fuerte conexión entre la pobreza y la salud mental, Enlace también trabaja para ayudar a las mujeres a superar su ansiedad, estrés y depresión a través de grupos de apoyo dirigidos por profesionales capacitados en espacios seguros como iglesias y bibliotecas.

Benítez dijo que gracias a este programa, cientos de mujeres latinas pueden encontrar apoyo para sus necesidades de salud mental en español. “Queremos que se sientan cómodas en estos espacios informales y seguros para que puedan hablar sobre sus vidas, sus luchas, tensiones, depresión y ansiedades que puedan tener”, dijo Benítez.

“Las personas entran al programa con niveles moderados a severos de ansiedad, depresión y estrés y luego de seis a ocho meses en el programa, vemos que esos niveles bajan a niveles más leves o más bajos o moderados”, agregó.

En Casa Catalina, Marilú González y la monja Joellen Tumas. (Marcela Cartagena / La Raza)

¿Chicago es realmente una ciudad acogedora? En realidad no, dicen activistas

“La ciudad de Chicago es considerada una ciudad acogedora, ¿cierto? La pregunta que tengo para la ciudad de Chicago es: cómo, dónde y cuándo. ¿Dónde está eso presente? ¿Y en qué lugar? ¿Está en el Ayuntamiento? ¿Cuándo tienen que ir a buscar su identificación municipal?”, dijo González.

“Entonces, ¿cómo es que realmente estamos dando la bienvenida a la gente en una ciudad que es tan enormemente diversa, pero tan sumamente segregada? No tengo la respuesta. Solo sé que es un problema”, agregó.

La hermana Tumas está de acuerdo: “La ciudad y el estado no van a estar muy entusiasmados por ayudar a las mujeres [inmigrantes] latinas ya que no son votantes. Van a ir y ayudar a las [comunidades] afroamericanas porque son ciudadanos y votan. Eso es algo subyacente que mucha gente no se da cuenta”.

La alcaldesa Lightfoot, en su discurso presentado en el City Club of Chicago, dijo que la ciudad ha fracasado miserablemente durante décadas para romper el ciclo de la pobreza, y que esto ha empeorado debido a la falta de reformas y acciones reales.

“Hicimos esto”, le dijo Lightfoot a la audiencia: “Tenemos nuestras huellas digitales en todas las condiciones empobrecidas en las que languidecen muchos de nuestros residentes… Hicimos esto históricamente al usar al gobierno como una herramienta para crear y hacer cumplir la discriminación basada en la raza que mató, aplastó y redujo sistemáticamente las vidas de demasiados durante generaciones. Toda una infraestructura perfeccionada a lo largo del tiempo, y ejercida salvajemente durante siglos, que en su núcleo abarcaba un espíritu de que las vidas de negros y latinos, asiáticos e indígenas no importaban, punto. El pasado es en gran medida nuestro presente…  Lo hicimos votando por los políticos que adoptaron este espíritu y utilizaron todas las herramientas a su disposición para perpetuar la privación de las personas que se parecían a mí únicamente por motivos de raza, etnia u origen nacional [Lightfoot es afroamericana]…Y continuamos haciendo esto hoy y todos los días, mirando hacia otro lado, diciendo que no me afecta o que el problema es demasiado grande para resolverlo… El gobierno y nosotros, la gente, creamos este monstruoso problema, y nosotros, la gente, debemos resolverlo”.

Pero en términos de que si Chicago ayuda a las mujeres inmigrantes latinas, no se ha dicho ni hecho mucho, insisten los activistas.

En respuesta al escepticismo de los activistas, la Oficina de la alcaldesa Lightfoot envió la siguiente declaración a La Raza: “La administración de Lightfoot está muy consciente de que la pobreza en Chicago es impulsada por el género y se manifiesta para las latinas de Chicago de maneras únicas. Como primer paso, la alcaldesa Lightfoot convocó a cientos de líderes empresariales, comunitarios, sin fines de lucro, filantrópicos y del sector público de Chicago para la cumbre STEP [siglas en inglés de ‘Soluciones para acabar con la pobreza’], para dejar en claro cómo nosotros, como ciudad, llegamos a este punto, identificar ejemplos de soluciones de políticas que sabemos podrían sacar a personas de la pobreza y a entrar a la clase media, comenzar a romper silos y empezar a construir un movimiento con residentes que harán que Chicago sea un centro de innovación contra la pobreza…. Después de la cumbre, la Ciudad ahora lanzará un proceso de participación comunitaria tomando en cuenta que la lucha económica puede ser profundamente diferente, incluso dentro de un mismo vecindario, al considerar el género, la raza y otros factores estructurales… Esta próxima fase del proceso será para darle una oportunidad a funcionarios electos para que escuchen a los residentes, incluyendo a las latinas, para que podamos tener claro cómo es realmente su lucha económica y cómo la Ciudad puede encontrar soluciones que respondan a sus necesidades únicas así como los desafíos compartidos que enfrenta casi el 40% de los habitantes de Chicago que viven en la inseguridad económica… Con base en estos hallazgos se creará un plan centrado en políticas comunitarias para poner fin a las dificultades económicas y crear medidas para que más personas lleguen a la clase media… A medida que se desarrolla este nuevo enfoque para la formulación de políticas, la administración de Lightfoot ya ha dado los primeros pasos importantes para ayudar a las personas, por ejemplo, poniendo fin a los cortes de agua por la imposibilidad de pagar de los propietarios de bajos ingresos, emprendiendo la reforma en curso de multas regresivas y sistema de tarifas, aprobando ordenanzas para aumentar el salario mínimo a $15 para 2021 y garantizando un horario de trabajo justo y predecible para los trabajadores de bajos salarios, que incluye a miles de residentes latinas y otras mujeres de color que trabajan en la economía de los restaurantes y los servicios”.

Una mirada hacia el futuro

Investigadores, académicos y activistas han analizado varias recomendaciones que ayudarían a romper el ciclo de pobreza entre las mujeres latinas. Aun así, todo se reduce a una clave crítica: la reforma migratoria. Las normas de inmigración como están hoy están profundizando los niveles de pobreza.

Buitrago dijo que, considerando los problemas que enfrentan particularmente las mujeres inmigrantes latinas, “necesitamos expandir los caminos hacia la ciudadanía y lograr que las personas accedan a trabajos que tengan la protección adecuada”.

Además de la reforma migratoria, Buitrago dijo que los empleadores deben responsabilizarse y asegurarse de que “no están violando los derechos de los trabajadores o haciendo cosas como el robo de salarios”.

“También es crítico que las personas tengan un salario digno. Necesitamos asegurarnos de que los salarios de las personas logren cubrir las necesidades básicas”, dijo Buitrago.

Buitrago explicó que la línea de pobreza federal es arbitraria porque se basa en el costo de los alimentos en la década de 1970 multiplicado por tres y ajustado por la inflación, pero no tiene en cuenta los costos de vivienda y alquiler, cuidado de niños, atención médica y seguros de hoy en día.

Además, otro paso crucial en la lucha contra la pobreza es el acceso a viviendas asequibles. “Esto es algo que oímos mucho por parte de nuestros participantes en Heartland Alliance como una necesidad…, vivienda asequible puede ser muy difícil de encontrar en una ciudad como Chicago y no estamos invirtiendo suficientemente para asegurarnos de que haya suficientes unidades de viviendas asequibles”, dijo Buitrago.

En el informe sobre la pobreza de Heartland Alliance de 2019, los expertos recomiendan varios pasos para reducir la inequidad de género, que incluyen:

  • Abordar la discriminación y el acoso sexual en el lugar de trabajo.
  • Aumentar los ingresos y las oportunidades para que las mujeres puedan adquirir más posesiones materiales.
  • Exigir a los empleadores a proveer licencia y baja médica y jornadas laborares equitativas.
  • Expandir la disponibilidad de subvención de cuidados de niños y créditos tributarios para la atención de personas dependientes.
  • Expandir Medicaid.
  • Defender los derechos reproductivos de las mujeres.
  • Garantizar protecciones de condiciones preexistentes y beneficios de maternidad.
  • Fortalecer programas federales de ayuda pública.
  • Fortalecer programas para la salud mental y de prevención de la violencia.
  • Fortalecer protecciones para combatir el robo de salarios de las mujeres inmigrantes.
  • Mejorar la protección para los sobrevivientes del tráfico de personas.
  • Apoyar vías a la ciudadanía.

Invertir en programas sociales, públicos y sin fines de lucro

Los activistas dicen que los programas sociales que ya tienen sistemas establecidos para ayudar a las comunidades en desventaja necesitan más apoyo, ya que trabajan con presupuestos más pequeños y menos personal.

“En su totalidad, el estado ha desinvertido en programas contra la pobreza por años, lo que fue más severo durante la crisis del presupuesto estatal hace varios años [durante el gobierno de Bruce Rauner]”, Buitrago dijo.

Vázquez-Rowland añadió que es esencial “pensar de manera más amplia y más holísticamente en torno al tema. En lugar de intentar reinventar la rueda, hay que apoyar a aquellos lugares que ya están haciendo la mayor parte del trabajo. Tenemos que pensar cómo podemos invertir más para asegurarnos de que estos [programas] puedan crecer y expandirse en una forma que pueda ayudar a más personas para que reciban la ayuda que necesitan”.

La inversión de programas sociales gubernamentales y organizaciones sin fines de lucro tendría un resultado positivo a largo plazo por generaciones. “Hay cosas que [el gobierno] puede hacer para proporcionar viviendas y ayuda con el alquiler para personas indocumentadas. El estado podría destinar recursos a [estos programas]”, dijo Benítez.

“Realmente obtenemos un retorno de nuestra inversión”, dijo Vázquez-Rowland. “Por cada dólar que invertimos ahorramos al menos $7 y otros costos asociados con la carga de tener a alguien que depende del sistema”.

‘La única forma de salir de la pobreza y la ignorancia es a través de la educación’: Ana Gil García

La profesora emérita y consultora Ana Gil García, también una líder prominente en la comunidad latina en Chicago, asegura de que la única manera de romper el ciclo de la pobreza es a través de la educación.

“La educación es un derecho humano. La educación será y continuará siendo un trampolín para el progreso individual y para el progreso de la comunidad. Porque cuando salvamos a uno, estamos realmente salvando a una comunidad completa”, dijo Gil.

“Mi madre siempre nos decía, yo no tengo riqueza, no tengo tierras, ni joyas, pero aquí todos van a estudiar, porque la única manera de salir de la pobreza y de la ignorancia es a través de la educación. La vía más expedita para que podamos salir de esta pobreza, que a veces no es tan solo la pobreza social, sino a pobreza mental, la marginal, es a través de la educación. La educación es el único mecanismo que tenemos para salir de la pobreza”, aseveró.

Gil también señaló que la equidad en los salarios continúa siendo una barrera para las mujeres latinas profesionales y no profesionales.

Según el informe de Heartland Alliance de 2019, las mujeres en Illinois aún ganan en promedio 78 centavos por dólar en comparación con los hombres. Pero la brecha salarial es peor para las mujeres latinas: por cada dólar que ganan los hombres blancos, las mujeres latinas ganan 50 centavos, las mujeres afroamericanas ganan 63 centavos y las mujeres blancas ganan 76 centavos.

Si esta tendencia continúa, las mujeres en Illinois no verán la misma remuneración hasta 2065.

El informe agregó que al eliminar la brecha salarial de género, las tasas de pobreza de las mujeres trabajadoras disminuirían dramáticamente. “Eso se traduciría en un aumento del 16% en las ganancias de las mujeres, totalizando $20,500 millones, un gran impulso para la economía de Illinois. Significa que 1.1 millones de niños se beneficiarían de la igualdad salarial, reduciendo la tasa de pobreza para niños con madres trabajadoras en un 43%”, indicó el informe.

“Nosotras tenemos dos condiciones. Una es ser mujer y lo otro ser latino, entonces cuando tenemos esa combinación, esa combinación nos hace más vulnerables. Y lo somos porque quizás tengamos un déficit con nuestro lenguaje, o porque se asume que no tenemos las mismas habilidades que puedan tener otra gente de otras razas o de un hombre”, dijo Gil.

Cuando las jóvenes estudiantes latinas no reciben apoyo de sus padres

A pesar de la creencia popular, no todos los padres latinos apoyan plenamente a sus hijas cuando van a la universidad. Algunas jóvenes latinas enfrentan escrutinio, preguntas y presiones en el hogar, además de sentirse fuera de lugar y no bienvenidas en el campus.

Según el Centro Nacional de Estadísticas Educativas, alrededor del 42% de los estudiantes universitarios latinos que se matriculan en una institución pública no obtendrán su título dentro de un periodo de seis años. Abandonan la universidad sin un título y con una deuda significativa.

Los resultados de un estudio reciente de Micere Keels, profesora asociada de la Universidad de Chicago, indican que a veces las estudiantes latinas sienten que tienen diferentes identidades mientras asisten a la universidad.

Los hallazgos de Keels formaron parte de una investigación más amplia que analizó cómo las universidades en Estados Unidos no están haciendo lo suficiente para que los estudiantes afroamericanos y latinos se sientan bienvenidos. Su investigación fue publicada en el libro ‘Contraespacios en las universidades: estudiantes latinos y negros en busca de una comunidad en universidades históricamente blancas’ (Campus Counterspaces: Black and Latinx Students’ Search for Community at Historically White Universities). Keels argumenta que los contraespacios, también conocidos como espacios seguros, son esenciales para el bienestar psicológico y emocional de los estudiantes de grupos históricamente marginados.

Las mujeres latinas sienten que tienen identidades diferentes y que tienen que equilibrar las expectativas familiares mientras asisten a la universidad, “porque se espera que muchas de ellas estén en casa y mantengan los valores familiares tradicionales. Hay expectativas de género de que se mantengan más cerca de casa y gestionen las responsabilidades familiares”, dijo Keels. “Esto contrasta a una estudiante universitaria tradicional que tiene padres con educación universitaria, donde ella simplemente va a la universidad y se enfoca en ser una estudiante universitaria”.

Este problema podría ser más frecuente para “los padres muy tradicionales que podrían ser inmigrantes a este país. Puede que sientan que están perdiendo la capacidad de que su cultura continúe con sus hijos”, dijo.

Gil García estuvo de acuerdo, “vemos que a veces cuando la hija decide que quiere estudiar en la universidad, entonces comienzan los cuestionamientos. Es un temor propio que ahora se va a convertir en otra persona. En realidad los padres mismos les infunden más temores que apoyo. Entre los padres sean menos educados, tú vas a ver eso con más frecuencia”.

Buitrago agregó: “Las estructuras familiares más tradicionales pueden querer que las mujeres estén en casa o con niños, lo que podría dificultarles buscar oportunidades educativas o salir a la fuerza laboral de una manera que les permita salir de la pobreza”.

La producción y difusión de este reportaje es posible gracias al apoyo de la Field Foundation of Illinois a través de su programa Media and Storytelling. 

La cobertura editorial de La Raza es posible en parte gracias al Chicago Community Trust, la Field Foundation of Illinois, la Robert R. McCormick Foundation, el Lenfest Institute for Journalism/Facebook Journalism Project y la Google News Initiative. Agradecemos su apoyo a nuestro trabajo periodístico.

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