Un salón de clases en Chicago intenta recuperar lo que la pandemia se ha robado

En la primaria Saucedo en La Villita, Olga Contreras lucha contra la pérdida palpable de aprendizaje, un estudiante y un día a la vez

Olga Contreras maestra en la escuela Maria Saucedo Scholastic Academy en La Villita. (Michelle Kanaar / WBEZ)

Olga Contreras maestra en la escuela Maria Saucedo Scholastic Academy en La Villita. (Michelle Kanaar / WBEZ) Crédito: Cortesía

Nota del editor: Los nombres de algunos de los niños de esta historia han sido cambiados para proteger su privacidad.
Escuche el reportaje original, cortesía de WBEZ:

Olga Contreras está de pie sola en un salón de clases vacío en la Saucedo Scholastic Academy. Esta escuela pública es un inmenso edificio antiguo en el barrio de La Villita en Chicago que suele tener casi 1,000 estudiantes llenando sus pasillos. Pero este septiembre, en una gris primera semana de clases, hubo un eco de silencio.

Contreras dejó su café a un lado y apoyó su computadora portátil sobre unos libros de texto encima de una mesa para niños, de solo dos pies de altura. Luego ella bajó una silla tanto como pudo y se sentó a esperar mientras sus estudiantes entraban en Google Classroom. Sus pequeñas vocecitas diciendo “Hola Maestra. Hola Maestra”, llenaban el salón como si fueran música.

Contreras se alegró. Ella estaba encantada de ver a todos sus 17 alumnos de segundo grado de primaria. Estaba especialmente contenta de ver a María, con sus mejillas regordetas, y a James, cuyos ojos brillaban en la oscura habitación. Ella estaba preocupada de que no se conectaran.

Ella también tomó nota de Mark. Olga sabía que él tenía problemas de atención, y de una pequeña niña que era tan tímida que estaba atemorizada de estar en pantalla y que continuamente apagaba su cámara.

Los otros niños parecían contentos de estar ahí y de ver a Contreras, su maestra de cabello castaño rizado cuya sonrisa cautivante mostraba sus hoyuelos.

Contreras estaba tan preocupada por el aprendizaje a distancia durante la pandemia que había considerado pedir un permiso de ausencia, pero una vez que decidió hacerlo, ella se enfocó en ello.

“Todo va a estar bien”, dijo Contreras la primera semana, como para tranquilizarse. “No sé cómo ni por qué. Bueno o malo, lo vamos a hacer bien”.

Durante el primer trimestre de este otoño, Contreras tuvo muchas agradables sorpresas. La asistencia a su clase fue consistente e incluso a distancia vio a los niños ponerse más cómodos, iluminarse y aprender, como cuando están en el salón. Ella encuentra alegría en ellos.

Pero también se enfrentó al daño académico causado por la pandemia. Después de que el virus cerró abruptamente la escuela presencial en marzo, seguido de una primavera caótica, habían pasado cinco meses desde que estos niños estuvieran por última vez en una clase organizada.

En ese tiempo, la pandemia trastocó La Villita, al igual que lo hizo con otras comunidades latinas y negras pobres en Chicago y en todo el país. La comunidad del suroeste enfrentó más enfermedad, más muertes, más desempleo que otros lugares. La necesidad de una red de seguridad era más fuerte que nunca, pero era casi inexistente para esta comunidad de inmigrantes latinos en su mayoría. Estas dificultades eran ineludibles, mientras los estudiantes aprendían desde casa.

Para los estudiantes de segundo grado de Contreras este era un momento crítico. Para tercer grado, si un niño no puede hacer matemáticas o leer bien, es más probable que abandone la escuela secundaria, viva en la pobreza y vaya a la prisión. Y los estudiantes de Contreras también son hispanoparlantes. Ellos también tienen la presión adicional de aprender inglés.

Los líderes del distrito escolar destacaron la terrible situación.

“Nuestros estudiantes están sufriendo en este momento, especialmente los estudiantes más vulnerables”, dijo Latanya McDade, jefa de educación, en una reunión de la Junta de Educación en noviembre, señalando datos que muestran que más estudiantes de lo normal han obtenido calificaciones reprobatorias. “Las consecuencias aquí no son teóricas. Las investigaciones nos dicen que si no actuamos con urgencia correremos el peligro de perder a toda una generación de estudiantes”.

Pero los estudiantes de Contreras también tienen mucho a su favor. La mayoría de ellos tienen padres comprometidos que quieren desesperadamente una buena educación para sus hijos. Su escuela está altamente calificada con una directora que aprovecha todos los recursos para apoyar a su equipo y para brindarles a sus estudiantes lo que ellos necesitan.

Y ellos también tienen a Contreras, ella es una experimentada y decidida maestra. Ella es también una inmigrante y es a la vez estricta y empática. Aún así ella está angustiada: ¿Será suficiente? ¿Sus estudiantes podrán lograrlo?

En septiembre, Olga Contreras comenzó a enseñar a sus estudiantes de forma remota desde su salón de clases en Saucedo Scholastic Academy. Ella no tiene un escritorio de maestra porque normalmente camina todo el día. Este otoño, se sentó en una mesa para niños. (Michelle Kanaar / WBEZ)

“Yo fui uno de ellos”

Contreras se dio cuenta de lo difícil que sería este año incluso antes de que empezaran las clases. En una jornada informativa a fines de agosto en el amplio césped frente a la escuela Saucedo, Contreras les dijo a los padres que los necesitaba. Ella quería que ayudarán a sus hijos a conectarse a las sesiones de aprendizaje remoto y llevaran control del tiempo. Ella también les dio un paquete de libros de trabajo.

Al final, la madre de María le dijo a Contreras que ella y su esposo tenían que trabajar y que no había nadie que les ayudará con la educación a distancia. Contreras sugirió el cuidado infantil que ofrece el distrito escolar, pero la madre le dijo que ella dos de sus parientes murieron de Covid-19 y que estaba asustada de dejar a María en cualquier lugar.

Contreras cuestionó a la madre: “¿Qué queremos para ella? ¿Queremos que ella solo esté sentada frente a la televisión?”. Contreras podía sentir el enojo de la mujer, pero no tanto hacia ella, sino a su vida que estaba profundamente afectada, ella dijo.

La mamá de James, el niño cuyos ojos se iluminan en la oscuridad, no vino a recoger los cuadernos. Ella dijo que estaba muy ocupada. Como hizo con la mamá de María, Contreras la cuestionó. Contreras tiene poco más de 50 años, los suficientemente mayor para ser la madre de los padres de los niños.

“No puedes pedirle que esté en clase porque él se va a sentir avergonzado”, le dijo Contreras. “Esto es terrible para los niños”. Finalmente, la madre vino a recoger los materiales. Contreras le dijo lo linda que era y ella le agradeció. La actitud amarga de la mujer se endulzó un poco.

Contreras piensa que la madre podría sentirse sola y abrumada. Está lejos de su natal Ecuador y aislada en su departamento con al menos tres niños. Ella le dijo a Contreras que su esposo trabaja largas jornadas, seis días a la semana.

“Sé por lo que pasan los padres”, comentó contreras un día después de clases. “Yo fui uno de ellos”.

Cuando Contreras llegó por primera vez a Estados Unidos desde México, ella y su esposo recogieron fresas y después trabajaron en fábricas en Chicago. Contreras dijo que su esposo, de quien finalmente se divorció. Era violento. Ella recuerda haber sentido melancolía por su país de origen.

Contreras encontró un respiro como voluntaria en la escuela preescolar de su hijo. “No podía hablar inglés y me sentía tan acogida y esto fue muy contagioso”, cuenta. Eventualmente, Contreras fue contratada como asistente de maestra y siete años más tarde se convirtió en maestra. Ella también impulsó a sus tres hijos. Todos estudiaron en planteles de las Escuelas Públicas de Chicago y todos se convirtieron en ingenieros.

Contreras es considerada una maestra experta, no solo por cómo trabaja con los niños, sino también con los padres. Aún así cuando abrió su computadora en septiembre, Contreras se sintió como una novata.

La directiva del distrito escolar de las Escuelas Públicas de Chicago no era compensar las pérdidas durante el cierre de planteles. En cambio, se les dijo a los maestros que debían de meterse de lleno en el material del grado. Acelerar el aprendizaje, no retroceder.

Contreras estaba de acuerdo con esto, pero no confiaba en la enseñanza remota. Ella tenía entrenamiento sobre cómo utilizar la suite de Google. Finalmente, el distrito escolar también proporcionó mejores equipos, incluido un soporte para computadora portátil y un proyector de documentos. Pero lo que no le brindó era lo que más necesitaba: capacitación sobre formas de involucrar a los estudiantes y entusiasmarlos con el aprendizaje en línea.

Ella no conocía el estado emocional o académico de sus estudiantes. Ella no sabía si incluso asistirían. Ella no tenía idea de qué esperar.

Contreras habla con los padres y estudiantes fuera de la escuela una tarde de noviembre. Ella insta a los padres a que tomen un papel activo para ayudar a sus hijos durante el aprendizaje remoto. (Michelle Kanaar / WBEZ)

Hacer conexiones

En la primera semana, los niños todavía estaban descubriendo cómo activar y silenciar el micrófono. Por varios días, un niño tuvo el micrófono encendido durante el intenso grupo de oración matutino de su madre. Mientras el “Ave María” resonaba en español, Contreras no pudo evitar reírse. “Los niños parecían tan confundidos”, dijo.

Contreras pasó gran tiempo de esa semana leyendo “Stand Tall Molly Lou Melon”. El libro trata de una pequeña niña de tez morena que es acosada por un niño en la escuela. Este fue un punto de partida para hablar sobre resiliencia y preguntar a los estudiantes sobre los momentos en los que estaban tristes.

“Estaba triste porque no puede ir a las resbaladillas este verano”, dijo uno de los niños en español. La mayoría de los niños le hablan en español y, especialmente al inicio del año escolar, Contreras enseña principalmente en español.

“Sí”, dijo Contreras sabiendo que las áreas de juegos infantiles están cerradas durante la pandemia. “Tú tienes que convertirte en científico y hacer tus propias resbaladillas”.

Otro niño con una voz apesadumbrada dijo que él se sintió mal cuando su primo murió. Su abuela le acarició la espalda.

“Me alegra que nos estés diciendo esto”, le dijo Contreras. “Tal vez puedes escribirle una carta y decirle cuánto lo extrañas”.

Contreras tomó nota para ver si a la familia le gustaría que el niño hablará con alguien. Saucedo tiene un equipo de apoyo socio-emocional de 10 personas que incluye a un consejero, un trabajador social y varios miembros de organizaciones externas traídos por la directora.

Especialmente, al iniciar, ella prodigaba a los niños con cumplidos cada vez que ellos hablaban. Los estudiantes no pueden aprender si ellos no se sienten seguros, cuenta. “Buen trabajo”, dice Contreras con frecuencia. “Buen trabajo, Jonathan. Buen trabajo, Yaretzi”.

Pero después de la clase, Contreras comparte sus preocupaciones acerca de que los estudiantes respondan las preguntas con una palabra o una oración corta. “Ellos simplemente estaban más enganchados en la emoción del momento, pero no eran capaces de expresarlo”, explica.

Contreras dice que sospecha que sus estudiantes están viendo demasiada televisión y teniendo pocas discusiones con sus padres. Contreras atribuyó esto en parte a la separación en su cultura latina entre adultos y niños. Respetar a los mayores es primordial.

“En nuestra cultura son sólo órdenes”, dijo Contreras. “Trae la sal. Haz tu tarea. Cuida a tu hermanito. No hay mucho sobre ‘Cuéntame sobre esto’”. Contreras enfatizó que no está juzgando a los padres, sino que trata de comprender su contexto.

Como maestra, ella sabe que las habilidades de conversación — poner pensamientos y argumentos en palabras— son fundamentales. Son la base para aprender a leer y a escribir.

Aún así, Contreras dijo que ella ve una oportunidad. Muchos de los padres están en casa, muchos se sientan detrás de sus hijos durante la clase. Ellos tienen que estar involucrados, dice.

Ella ideó un plan para abrirse paso. Ella creará proyectos divertidos que los padres puedan hacer con sus hijos, proyectos que los hagan hablar.

Para ayudar a crear un sentido de comunidad, Contreras hizo un collage de fotos de sus estudiantes y sus padres. Después de configurar su salón de clases, ella les dio un recorrido virtual. (Michelle Kanaar / WBEZ)

Pequeños abrazos virtuales

Para su primera tarea, Contreras les pidió a sus alumnos que crearán un póster para celebrar su familia y su cultura y fue un éxito. Desde sus computadoras en casa, los estudiantes presentaron con entusiasmo lo que habían hecho con sus padres.

Un niño mostró a su tía en México, un músico de mariachi y sus dos equipos favoritos: el Club de fútbol de Guadalajara y el equipo de hockey de Chicago, los Blackhawks. Su mamá estaba a su lado, diciéndole qué decir a continuación. Después de su presentación, los estudiantes pudieron hacerle preguntas, pero en su mayoría sólo lo felicitaron. “Amó tu bandera”, le dijo un niño. “Gracias”, respondió el menor con una sonrisa de orgullo.

A Contreras le encantaron estos cándidos momentos. Eran como pequeños abrazos virtuales.

Casi todos los días, al menos un momento la impresionaba. Incluso los estudiantes que más le preocupaban tuvieron momentos decisivos. Un día, la madre de James sorprendió a Contreras y le dejó un mensaje de voz del niño contando. Antes de eso, el niño en un rincón oscuro nunca había hablado antes en clase. Contreras no sabía que él podía contar.

Si la clase de ciencias fuera en persona, los estudiantes de Contreras habrían pasado la mayor parte del primer trimestre del año aprendiendo sobre hábitats en el jardín de la escuela. De hecho, envió a los niños afuera para observar. Mark, el niño que no puede quedarse quieto en clase, se calmó con los árboles y el pasto. Su madre le mandó a Contreras una fotografía de él dibujando en la sombra sentado en una silla plegable.

Cuando Contreras plantó dos semillas y puso una en el alféizar de una ventana y otra en el clóset, una de las niñas anunció que ya sabía el resultado de los experimentos. “Las semillas necesitan el sol para crecer”, dijo.

Y Contreras tomó medidas para que la escuela remota se pareciera más a una escuela convencional.

Algunas semanas después, ella transformó su salón. Contreras imprimió fotos que tomó de los niños en la jornada de puertas abiertas (open house) y puso una en cada escritorio. Ella decoró los tablones de anuncios. Entonces, ella les dio a los estudiantes un recorrido virtual por el cuarto. Los niños estaban emocionados mientras señalaban sus decoraciones favoritas. Ella les dijo que el salón de clases los estaba esperando.

En una jornada de orientación, Contreras imprimió las fotos que tomó de los estudiantes y puso una en cada escritorio. (Michelle Kanaar / WBEZ)

Una base inestable

Pero Contreras estaba cada vez más alarmada de lo que estaba viendo.

Al principio del trimestre, ella hizo una prueba a los estudiantes para ver si ellos podían leer 90 palabras.  Eso es lo que se espera al comienzo del segundo grado. El resultado del primer estudiante fue de solamente 23 palabras. Entre otros 10, solo uno estaba por encima de 90. Los últimos seis estudiantes no tenían nada al lado de sus nombres, ellos no podían leer ni una palabra.

Algunos expertos en educación sostienen que los riesgos no son especialmente grandes para los estudiantes con déficits este otoño. Si la base de un estudiante es sólida, ellos deberían poder recuperar las habilidades con bastante facilidad dijo Rebeca Itzkowich, instructora principal del Erikson Institute, una organización en Chicago que estudia y ofrece capacitación en educación infantil temprana. Itzkowich dijo que si los estudiantes recibieran una instrucción sólida hasta marzo, ellos estarían bien. “Sabes, una vez que aprendes algo, nadie puede quitártelo, incluso si no estás en la escuela”.

Pero no todos los estudiantes dejaron la escuela en marzo con una base sólida. De hecho, incluso en un año normal la mitad de todos los estudiantes de segundo grado de las escuelas públicas de Chicago obtienen resultados por debajo de las normas nacionales. Para el octavo grado, aproximadamente el 70% cumple con los estándares, por lo que, aunque muchos se ponen al día, un significativo número no lo hace. Algunas escuelas están aún peor. La escuela Saucedo está en el promedio.

Y las clases regulares no fueron lo único que se interrumpió. En el caso de Mark. Durante las clases, él a veces se para en su silla o corre alrededor de ella. Una vez incluso se paró de manos frente a la pantalla. Un día, su mamá vino a la escuela angustiada. “Él no puede contestar tus preguntas porque él no está poniendo atención”, le dijo a Contreras. Contreras asintió con la cabeza y sugirió darle al niño una pelota antiestrés.

Pero Contreras dice que ella sabe que él necesita más. Ella tiene dos estudiantes que fueron diagnosticados con problemas de aprendizaje y otros que reciben ayuda con el habla. Estos estudiantes no recibieron ningún apoyo extra en la primavera ni en el verano, como suelen hacer muchos estudiantes de educación especial. Este otoño, médicos y un maestro de educación especial trabajaron con los estudiantes por separado en línea, pero al igual que la pelota antiestrés no es suficiente.

Contreras también está preocupada porque los estudiantes no están trabajando solos. Ellos se presentan en clase, pero muchos no están haciendo las dos horas de lectura y matemáticas que se espera de ellos cada día sin su maestro. Eso significa que en lugar de las seis horas de instrucción que recibirían en tiempo normales, ellos están recibiendo sólo tres.

Esto sucede mientras las posibilidades de regresar a la escuela en persona disminuyen cada día. A medida que avanza el otoño, el número de casos de Covid-19 siguió aumentando. Una vez más La Villita se volvió un foco rojo. El estacionamiento de la escuela Saucedo es un sitio de pruebas. Las filas se habían reducido a un mínimo en agosto, pero a mediados de otoño la fila de autos en espera de pruebas se extendía por cuadras.

Desde mayo, el estacionamiento de la escuela Saucedo se ha transformado en un sitio de pruebas gratuitas de la ciudad. Este otoño, la fila de autos que esperaban por pruebas a menudo se extendía por cuadras. (Michelle Kanaar / WBEZ)

Padres junto a los estudiantes

Durante todo el otoño, Contreras constantemente proponía nuevas ideas para proyectos que sus alumnos podían hacer en casa con sus padres. Para matemáticas, tal vez recetas. Para la unidad de ciencias sociales sobre materiales, tal vez hagan piñatas, pero ella duda.

“Hay que tener en cuenta que los padres están teniendo problemas económicos”, dice Contreras. “Sabes que esto realmente me rompe el corazón. No quiero pedir más”. Los maestros en Chicago únicamente recibieron un estipendio regular de $250 dólares este año.

Contreras notó que los padres estaban presentes en casa junto con las mamás. Para ella, esta era una quizás una señal de que nadie en la casa tenía trabajo. Contreras estaba particularmente preocupada por esto. Ella se imagina que el estrés se acumula alrededor de sus alumnos.

Si bien Contreras necesita a los padres ahí, su presencia era también una fuente de tensión. Un día, Contreras le pidió a una pequeña niña que se quedará después de clases y que le leyera. Cuando la niña, que era super tímida, titubeó, se vio a su madre en Google Classroom golpeándola. Contreras sospecha que la madre está molesta porque la niña está batallando mucho para conseguirlo. Contreras se reunió con la madre y le suplicó que dejará ser a la niña.

Luego están los niños cuyos padres no están tan atentos. María, la niña cuya madre amenazó con mantenerla fuera de la escuela, a menudo parece estar sola en el lugar de trabajo de los padres. Contreras dice que ella cree que la niña sabe cómo usar juegos en la computadora y no está prestando atención. Tal vez esa niña cree que a nadie le importa, dijo Contreras.

Luego está James. Su madre está tratando, pero cuando él activó su micrófono el ruido fue intenso. Había charlas de otro salón de clases en línea y su pequeña hermana estaba corriendo alrededor. Contreras le prestó un escritorio de la escuela para darle un lugar de trabajo.

Si él estuviera en su salón en frente de ella, Contreras dijo que ella le daría mucha atención personalizada. Ella lo abrazaría. “Quiero hacer un cambio en su vida, quiero que él vea que puede hacerlo, pero él necesita mucha atención y sólo puedo dársela en persona”, dijo.

Contreras se acostumbró a enseñar de manera remota a medida que avanzaba el otoño. Ella obtuvo una cámara para documentos que le permite mostrar el trabajo de sus alumnos en tiempo real. (Michelle Kanaar / WBEZ)

Una brecha académica cada vez mayor 

La primavera pasada, investigadores de la mayor compañía nacional de pruebas estandarizadas, advirtió sobre una enorme pérdida de aprendizaje relacionada con la pandemia. Varios estudios que utilizaron pruebas realizadas este otoño muestran el impacto en la vida real. Un estudio de la firma de consultoría global McKinsey & Co, encontró que los estudiantes perdieron en promedio un mes y medio de lectura y tres meses en matemáticas. Es importante destacar que se descubrió que los estudiantes negros y latinos tenían pérdidas mucho más significativas.

Las Escuelas Públicas de Chicago cancelaron todas las pruebas estandarizadas, pero otros distritos escolares que han evaluado a los estudiantes ven que esto ya está sucediendo. En Dallas, el superintendente calificó los resultados de una prueba estandarizada aplicada este otoño como “espantosa”. La mitad de los estudiantes perdieron terreno en matemáticas y una tercera parte en lectura, y a los estudiantes negros y latinos les fue mucho peor que a los estudiantes blancos.  Hubo resultados similares en una prueba de alfabetización temprana que se les aplicó a estudiantes en Washington, D.C, estudiantes como los de la clase de Contreras.

Si no se abordan, estas pérdidas se agravarán, dijo Bryan Hancock, socio de McKinsey. El temor es que los estudiantes de familias de clase media y media alta salgan ilesos de la pandemia, y la ya considerable brecha entre su desempeño y el de los estudiantes pobres se ensanche.

Algunos maestros de las Escuelas Públicas de Chicago dicen que también están viendo esta disparidad. Uno enseña en una escuela diversa en el vecindario de clase media alta de Hyde Park. En la primavera y en el verano, estos niños pasaban tiempo con los libros y hablando con sus padres. Este otoño, los padres están con ellos, enseñándoles junto con el maestro.

“Es casi como una educación en el hogar con mucha orientación y dirección”, dijo Gabriel Sheridan, quien imparte una clase dividida de primer y segundo grado en la Ray Elementary School. “Para estos niños puede ser muy exitoso, porque tienen a alguien ahí para ayudarlos a lograrlo”.  Pero ella también ve esa división. Ella tiene un niño sin mucho apoyo y él está flaqueando.

Entonces, ¿qué pasa si los estudiantes salen de la pandemia menos preparados de lo que ya estaban?

Contreras tiene una opinión al respecto. Ella no cree que sus estudiantes, hijos de familias inmigrantes pobres, tengan mucho margen de maniobra. Eso es lo que la impulsa. Eso es lo que la mantiene despierta por la noche.

La directora de la escuela Saucedo colocó estos letreros por todo el plantel. Ella dice que aunque los estudiantes no están ahí, ella quiere que las familias sepan que ellos todavía son parte de la comunidad. (Michelle Kanaar / WBEZ)

Midiendo el impacto de la pandemia

Durante el otoño, Contreras sintió que ella estaba volando a ciegas. Ella necesitaba saber en qué estaban batallando sus estudiantes. Ella decidió practicarles un examen estandarizado, aunque ni las Escuelas Públicas de Chicago ni su director lo exigían.

“Esto va a enseñar cómo es mi enseñanza… buena o mala, si estoy produciendo o no”, dijo Contreras en la sexta semana del trimestre de nueve semanas. “Así que digamos qué [James] está en el nivel A. Él no puede leer. Si es mitad del año y él está en el nivel A. Hombre…”.

Los resultados eran peor de lo que ella temía.

Cerca del final del primer trimestre a finales de octubre, ella convocó a una reunión de padres. Una reunión muy importante les dijo.

Esto fue lo que les dijo: no había ningún estudiante en la clase leyendo bien.

“Cero. Cero”, les dijo Contreras a los padres en español. Por lo general, al menos la mitad de los alumnos leen a nivel de grado o superior. Este año, cero.

Pero ella inmediatamente dio un giro para ofrecer esperanza. No es su culpa, les dijo. Es culpa de la pandemia. Pero ella necesitaba desesperadamente de su ayuda. Ellos tenían que animar a sus hijos a leer y escribir, y ellos tenían que hacerlo con ellos.

Y con un profundo respiro, ella terminó con esto: “estoy muy emocionada, padres, porque este es un momento muy histórico para todos. Como padres, como niños, como maestros, nosotros podemos vencer la pandemia”.

Luego preguntó si había alguna pregunta. No hubo ninguna.

Reagruparse y avanzar

Contreras piensa que los padres no le hicieron preguntas porque ellos confían en ella. Ella es la maestra. Ella sabe cómo arreglarlo.

Y Contreras sí tenía un plan de acción.

Ella dividiría a los estudiantes en cuatro pequeños grupos, con un adulto diferente a cargo: ella misma, la maestra en formación, la maestra de educación especial y una asistente de maestra. Los estudiantes recibirían mucha atención individual.

Pero su ambicioso plan sufrió un golpe antes de que pudiera ponerse en marcha.

La maestra de educación especial se transfirió a otra escuela. La clase ya no podría dividirse en cuatro partes y sus estudiantes de educación especial no recibirían la atención que necesitan. Había una maestra suplente de educación especial, pero ella no era bilingüe.

Contreras dijo que al principio estaba enojada. Los buenos maestros de educación especial son escasos, especialmente los que hablan español. De hecho, las Escuelas Públicas de Chicago todavía esperan cubrir 260 posiciones a partir del 1 de diciembre. Eso es aproximadamente el 6% de los 4,600 de los puestos de maestros de educación especial en el distrito.

Pero rápidamente Contreras ideó un nuevo plan. Ella tomó la mitad de la clase, mientras que la maestra en formación y el asistente de maestro se dividieron los ocho estudiantes restantes con el rendimiento más bajo. No era lo ideal pero Contreras tenía que seguir adelante.

Un mural en el campus de la escuela Saucedo dice: “sí se puede” en español. Alrededor de 40% de los estudiantes están aprendiendo inglés. (Michelle Kanaar / WBEZ)

Cerrando la brecha

Cuando el trimestre llegaba a su fin a principios de noviembre, Contreras se mantuvo decidida. Todos los días, ella tenía muchas victorias. Niños tímidos hablando. Conversaciones espontáneas. Niños dispuestos a divertirse. Esto le hace saber que ellos se sienten seguros.

James se sienta en el escritorio que ella le dio. Incluso puso una foto en la pared detrás suyo que dice “Saucedo”. Mark juega con un juguete durante la clase que le ayuda a mantenerse enfocado. Los padres de María se reunieron con Contreras, ella está tratando de hacerles ver que su hija necesita más atención.

La directora tiene 400 nuevos audífonos para los estudiantes y está entrevistando para el puesto de educación especial. Contreras dijo que confía en que la directora encontrará a alguien bueno.

Sin embargo, Contreras no puede ocultar su preocupación. La pandemia está empeorando. El sitio de pruebas de Covid justo afuera de la escuela nunca ha estado tan ocupado. Más madres y padres le dicen que han sido examinados o que sus familiares están enfermos o incluso han muerto. Las empresas están cerrando nuevamente, lo que genera aún más pérdidas de empleos.

Ella sabe que sus alumnos sienten todo esto.

Los líderes del distrito escolar anunciaron que los estudiantes de escuela primaria podrían regresar al aprendizaje presencial el 1 de febrero debido a las profundas preocupaciones sobre las deficiencias sobre el aprendizaje remoto. Como a la mayoría de los maestros, a Contreras nada le gustaría más que ver a sus estudiantes, pero es escéptica acerca de que sucederá.

Contreras dijo que ella está haciendo todo lo posible, pero teme que no sea suficiente, especialmente para los estudiantes como James o María. Lo que ellos realmente necesitan es alguien que los abrace y les diga que pueden hacerlo, dijo.

Ahora mismo, la distancia entre ellos se siente demasiado grande.

Contreras terminó el trimestre de otoño sabiendo cuán atrasados ​​están sus estudiantes, pero también sintiéndose esperanzada de lo qué podrían lograr este año escolar. (Michelle Kanaar / WBEZ)

Sarah Karp cubre el tema de educación para WBEZ. Sígala en Twitter @WBEZeducation y en @sskedreporter.

Esta historia fue realizada con el apoyo del Fondo de Periodismo sobre Bienestar Infantil, un programa de la Beca Nacional del Centro Annenberg de Periodismo de Salud 2020 de la Universidad del Sur de California.

 Créditos

Edición: Kate Grossman y Cate Cahan

Fotografía: Michelle Kanaar

Diseño: Katherine Nagasawa

Traducción: Lolbé Corona

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