Pequeños empresarios hispanos de Chicago se reinventan para enfrentar al covid-19

Cuando la pandemia afectó los negocios con los que se ganan la vida, latinos ajustaron sus productos o cambiaron de giro para salir adelante

Sus dos camiones de comida ambulante sacarán adelante a los hermanos Néstor y Ulpiano Correa, emprendedores latinos de Chicago. (Belhú Sanabria / La Raza)

Sus dos camiones de comida ambulante sacarán adelante a los hermanos Néstor y Ulpiano Correa, emprendedores latinos de Chicago. (Belhú Sanabria / La Raza) Crédito: Impremedia

En tiempos de covid-19, emprendedores hispanos de Chicago han tenido que reinventarse para resistir la crisis económica generada por la pandemia y salvar sus negocios y sus fuentes de ingreso.

Según expertos, el reinventarse surge de la necesidad de cambio provocado por un evento externo como la crisis global actual covid-19 o también por una acumulación de presión emocional.

El covid-19 ha impactado no sólo en lo que respecta a salud pública sino también a la economía, afectando en gran manera a las pequeñas empresas. En ese sentido, un estudio de investigadores de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, la Universidad de Harvard y la Universidad de Chicago publicado en abril de 2020 y titulado ‘¿Cómo se están adaptando las pequeñas empresas al covid-19?’ (‘How are Small Businesses adjusting to COVID-19?’), encuestó a 5,800 propietarios de empresas. El 43 por ciento de las empresas cerraron temporalmente y, en promedio, las empresas redujeron el número de empleados en 40% en relación a enero de 2020. El estudio también encontró que muchas de esas pequeñas empresas ya eran financieramente “frágiles”.

Entre los resultados, los investigadores indicaron que muchas de esas empresas tenían poco efectivo disponible, lo que significaba que ante la crisis debieron reducir drásticamente sus gastos, asumir deudas adicionales o declararse en quiebra. En la última semana de marzo de 2020, cuando arreciaba la pandemia, 38% de las empresas consideraron improbable o solo algo probable que estuvieran abiertas a finales de 2020.

Yelp, plataforma en la que se publican reseñas de restaurantes, bares y otros negocios en línea, publicó un informe de impacto económico indicando que al 15 de junio 139,339 empresas habían cerrado sus puertas. Se tomaron como muestra 10 ciudades importantes de Estados Unidos, entre ellas Chicago, donde se identificaron 4,991 empresas cerradas debido a la pandemia covid-19.

Cubrebocas artesanales salvan negocio de joyería de cuarzos

El hecho de que un cuarzo pueda aliviar a una persona de alguna dolencia puede resultar insólito para los escépticos, pero no para Liz Rojas.

La pasión por la joyería comenzó en su niñez cuando miraba a su abuelo Rodolfo Campos trabajar en su joyería del barrio de Tepito, en Ciudad de México, por lo que el querer hacer empresa este no fue un terreno desconocido para esta emprendedora, proveniente de una familia dedicada al comercio en la capital mexicana.

Cuando dejó su natal México para emigrar a Estados Unidos, Rojas se estableció en el barrio de Pilsen, Chicago, hace 25 años.

Laboró en una fábrica por 20 años pero por cuestiones de salud dejó de trabajar y decidió tener su negocio propio en lo que es su pasión: la joyería de cuarzos.

Energía del Corazón Cósmico es la joyería artesanal de cuarzos establecida en Pilsen por Liz Rojas. Ella trabaja con cuarzos de India, Pakistán, Afganistán, México y otras partes del mundo.

De acuerdo a Rojas, cada piedra tiene sus propias propiedades y por medio de ellas se interactúa con la energía del cuerpo del ser humano. “Me encanta ver cómo la gente puede transformar su vida con una pequeña piedra”.

Rojas considera que en la comunidad latina hay muchos mitos y supersticiones, pero ella asegura que lo que el estudio de los cuarzos tiene base científica. Por ejemplo, dice que un cuarzo citrino o un cuarzo rosa se relacionan con la energía del amor y con la energía de calma y tranquilidad.

Recuerda que cuando empezó a vender cuarzos en las ferias artesanales, personas que se acercaban a ver su mercancía le decían que le dolía la cabeza. Ella les sugería usar un brazalete o un collar de amatista y le respondían: “no, no, eso es brujería, eso es contra Dios”.

Ese tipo de respuestas la llevaron a estudiar más y a certificarse en el conocimiento detrás de esos cristales. Para ella los cuarzos son minerales cuya fórmula química interactúa en el cuerpo físico.

Para informar a la comunidad sobre ello tiene un programa de radio en línea desde 2014 y usa la red social YouTube y otras plataformas para difundir información sobre los beneficios de los cuarzos.

Rojas comparte la mitad del espacio del local que alquila con una artesana, pero también abrió la oportunidad para que más artesanos ofrecieran productos en su local. Dice que para muchos emprendedores de ese rubro es difícil colocarse en Pilsen por el precio caro de las rentas. “Prácticamente, lo que hice fue abrir un espacio para que más artesanos puedan exponer sus productos aquí”, dijo Rojas.

Liz Rojas in her handcrafted quartz jewelry “Energía del Corazón Cósmico,” in the Pilsen neighborhood. (Belhú Sanabria / La Raza)

El negocio de Rojas se ha dedicado exclusivamente a la elaboración de joyas artesanales de cuarzo pero cuando empezó la pandemia de covid-19 sus ventas disminuyeron. Supo entonces que era tiempo de reinventarse.

Ella continúa vendiendo su joyería pero ha añadido más artículos en su negocio para que haya más venta y sigue el mismo concepto que la caracteriza: promover lo auténtico mexicano.

A Rojas le disgusta que mucha artesanía china la hagan pasar como mexicana, porque “le quitan toda esa esencia, toda esa magia del trabajo hecho a mano mexicano”.

Por su experiencia en el negocio, la empresaria reconoce que con la pandemia los cuarzos no son una prioridad de compra para las personas porque no son productos esenciales. “Compran, pero a un mínimo nivel, la gente lo que busca más es algo para comer o que sea esencial”.

Como una forma de ayudar a las comunidades de artesanos mexicanos en medio de la pandemia, que siempre la contactaron para ofrecerle sus productos, Rojas asumió el riesgo de invertir en mascarillas y le resultó rentable, ya que le ha ayudado a generar ingresos en tiempos de pandemia.

“Los cubrebocas artesanales son lo que me ha dado de comer en estos meses de pandemia, al principio del virus fue lo único que se estaba vendiendo”, contó Rojas a La Raza.

Los cubrebocas que tienen flores bordadas 100% a mano pueden lavarse y tener varios usos y han sido fabricados por artesanos mexicanos. El primer envío que recibió fue de 500 cubrebocas y Rojas cuenta que los vendió muy rápido, por lo que sigue encargando más mercadería y vendiéndola durante la pandemia.

Rojas también está vendiendo rebozos hechos a mano pero reconoce que los cubrebocas artesanales son los que han levantado las ventas de su tienda.

El tipo de rebozo que ella vende lleva 3,800 hilos y tiene chaquira colocada en el bordado. Su proceso de confección dura siete días y en él participan tres personas. La familia de artesanos que fabrica estos rebozos lo hace desde hace muchas generaciones y ellos se encargan hasta de teñir los hilos de estos accesorios artesanales.

Las mascarillas y rebozos han logrado tener buena aceptación entre sus clientes en las redes sociales, dice Rojas, que le compran sus productos porque a la gente le gusta lo que es hecho a mano, original y de buena calidad.

Antes de inaugurar su negocio en Pilsen en junio pasado, Liz vendía su joyería de cuarzos en diferentes incubadoras locales y vía las redes sociales desde hace 10 años.

A esta pequeña empresaria le fue difícil al principio ser parte de la comunidad de artesanos y exponer junto con ellos su joyería artesanal de cuarzos, porque cuando pedía oportunidad dentro de esa comunidad, la mayoría le decía que no “porque tú vendes piedras”. Esta emprendedora les respondía: “yo hago mis propias pulseras y collares, yo soy una artesana”.

Además de atender a sus clientes en su local en Pilsen, Rojas continúa vendiendo su mercancía en diferentes centros comerciales y ferias artesanales de Chicago y suburbios.

Rojas ha recibido capacitación a través del programa Empresarias del Futuro de Mujeres Latinas en Acción.

Esta joyera mexicana cree que un emprendedor tiene que asumir riesgos y aprender a hacer cosas diferentes. Cuenta que tuvo miedo de abrir el negocio en Pilsen en medio de la pandemia de covid-19 y no sabía si la Ciudad le iba dar la licencia para operar, Dice que fueron momentos muy difíciles.

Pese a la pandemia, nuevos negocios se siguen creando en Estados Unidos. Según datos de la Oficina del Censo, más de 1.5 millones de solicitudes de números de identificación de empleador se presentaron en el tercer trimestre de 2020, un aumento del 77.4% en comparación con el segundo trimestre de ese mismo año.

Cerrar no era lo más conveniente para Rojas, porque implicaba perder clientela y recuperarla es difícil, dice. “Hay que tomar riesgos y hacer cosas diferentes, que fue lo que yo hice. Si tomas riesgos puedes ganar o puedes perder, pero por lo menos vas a adquirir experiencia”.

Para Alexis Esparza, director ejecutivo de la Corporación del Desarrollo de la Calle 18 en Pilsen (ESDC), la adaptación que han tenido que tener los negociantes bajo las circunstancias de la crisis del covid-19 ha sido extrema, intimidante y hasta cierto punto imposible de lograr con la misma rapidez con la que el coronavirus atacó la economía y la sustentabilidad de las empresas.

“Siempre he dicho que el negociante pequeño es la vértebra de la comunidad, es la vértebra de la ciudad, es la vértebra de Estados Unidos, pero cuando la vértebra no se puede sostener, ¿qué va a pasar con la economía en sí?”, se pregunta Esparza.

Mujeres Latinas en Acción es una organización sin fines de lucro conocida por su trabajo en intervención de crisis en violencia doméstica y asalto sexual. A través de su programa Empresarias del Futuro ayuda a mujeres a perseguir sus sueños y metas, a emprender su negocio y a tener estabilidad financiera.

No todas las mujeres que participan en el programa son sobrevivientes de violencia doméstica, pero sí la mayoría de ellas, según la agencia.

“En el programa hay un porcentaje alto de personas que vienen del departamento de violencia doméstica y asalto sexual, por eso nosotros tratamos de tener todo eso en cuenta, de dónde vienen nuestras participantes, y estar conscientes de eso”, señaló Guadalupe Ceniceros, facilitadora del programa Empresarias del Futuro de Mujeres Latinas en Acción.

En ese programa que se dicta en español y en dos niveles, las empresarias pueden relacionarse culturalmente y ahora por la pandemia las clases se imparten en línea por medio de la plataforma Zoom.

El programa se enfoca en cómo emprender un negocio, promoción, finanzas, crédito, presupuesto, mercadotecnia, marca, plan de negocio y desarrollo personal como empresaria, entre otros aspectos básicos del negocio.

Cuando empezó la pandemia, algunas emprendedoras pensaban que ya no podrían seguir con su negocio, porque eran negocios de comida y tiendas en mercaditos, lugares en los que ya no se iba a poder vender. “En una conversación con ellas les dije: hay que pensar ‘fuera de la caja’, ser creativas y ver cómo es que pueden empezar a vender ahora, quizás haya que reinventar su producto o agregar un producto diferente que sí puedan hacer y vender y que las personas lo vayan a comprar”, explicó Ceniceros.

Ulpiano and Néstor Correa are working on their second mobile food truck in front of their Ecuadorian restaurant, “La Humita” in the Old Irving Park neighborhood of northwest Chicago. (Belhú Sanabria / La Raza)

El nuevo concepto del restaurante ecuatoriano La Humita

Como si se tratara de armar un rompecabezas, los hermanos Néstor y Ulpiano Correa vienen construyendo desde cero y con sus propias manos un ‘food truck’ o camión de comida ambulante en la calle de un barrio del noroeste de Chicago.

Los transeúntes se detienen y observan con curiosidad cómo es que estos hermanos ecuatorianos unen y sueldan piezas de metal y trabajan con madera mientras construyen lo que será su segundo camión ambulante de comida, La Humita on Wheels, que ya está casi listo para operar.

Nadie les enseñó a construir estos camiones, ni tampoco lo hacen para venderlos al público. Ellos dicen que su negocio es preparar y vender comida, lo que han hecho por años en su restaurante ‘La Humita’, y a causa de la restricción de operaciones de esos establecimientos a causa de la pandemia esos negociantes unieron sus habilidades y sobre todo las ganas de salir adelante para emprender este segundo proyecto que inició a finales de marzo.

Los hermanos Correa obtuvieron una línea de crédito de $10,000 de la organización Acción y se valieron de préstamos familiares para completar el proyecto. El costo total para fabricar su segundo camión de comida ambulante ha sido $65,000.

El querer invertir en un segundo camión ambulante en plena pandemia surge del éxito alcanzado en su primer emprendimiento, cuyo concepto se enfoca en la venta de comida rápida.

Hace cuatro años decidieron emprender ese nuevo negocio y vender comida en su primer camión ambulante. “La Humita on Wheels ha sido nuestro plan b, lo que nos está sacando adelante”, destacó Néstor Correa.

Cuando manejaba el camión de comida en uno de sus tantos viajes por los edificios del centro de Chicago, Néstor junto a su hermano Ulpiano y su hijo Alan se dieron cuenta de que la comida ecuatoriana allí no tenía mucha acogida. Así que comenzaron a ver quiénes eran sus potenciales comensales y qué les gustaba a ellos.

Decidieron cambiar el menú en su camión de comida ambulante pero mantuvieron un producto que los distingue y que tienen como logo en todos sus emprendimientos: el choclo, como le llaman muchos sudamericanos al elote.

Introdujeron carne estilo halal porque vieron que sus más asiduos compradores son árabes, indios, paquistaníes, iraquíes y de otros países que practican la religión musulmana y viven en esos edificios.

Halal, palabra de origen árabe que significa permitido y se usa en la comunidad islámica para referirse a todas aquellas acciones y comidas que son aceptadas en la práctica religiosa musulmana.

En su menú también incluyen tacos, sándwiches y cenas con pescado, carne de res y pollo estilo halal con frijoles y ensalada, además de empanadas y el clásico elote presentado al estilo mexicano con queso, mayonesa y chile, lo que ha sido un rotundo éxito, dicen estos emprendedores.

La chef es María Correa, esposa de Néstor. Ella deja todo listo para que salgan a vender en el camión de comida, los siete días de la semana.

Los hermanos Correa venden $500 dólares diarios, lo que dicen es un triunfo para ellos, sobre todo en esta época de pandemia.

Néstor Correa se estaciona frente a edificios de apartamentos y dice que el administrador envía un correo electrónico avisando de ello y los que quieren bajan a comprar comida. Se le ocurrió esa idea de ir a esas viviendas y le está funcionado, porque la mayoría trabaja desde casa a causa del covid-19, menciona. “Hemos adquirido una clientela más amplia, el mismo taco que nos compra el mexicano nos lo compra el musulmán, porque es de carne estilo halal”.

Néstor Correa recibe capacitación en el programa Academy Business Community (CBA) de Sunshine Enterprises, que también lo asesora en el proceso de reinvención de sus negocios.

Los Correa dicen que después de una reunión familiar identificaron las fallas que tuvieron en su restaurante ecuatoriano: la falta de mercadotecnia. Es decir, necesitaban mayor presencia en las redes sociales para promocionar el restaurante y ver qué es lo que más demanda había en el mercado.

El capacitarse le ha dado a Néstor mayor seguridad en sus ideas y estrategias para que junto a su hermano tomen el próximo paso: la reinvención que surgió en medio de la pandemia. “La pandemia y el capacitarme me han hecho más fuerte, más seguro y más visionario para el negocio, tengo más seguridad en mis proyectos. Nuestra reinvención constará de transformar ‘La Humita’ en un restaurante de comida rápida, que venda lo mismo que se prepara en el camión de comida ambulante”.

Los hermanos Correa son propietarios del restaurante ecuatoriano La Humita que opera desde 2003. Este negocio se ubica en pleno corazón del barrio de Old Irving Park, en el noroeste de Chicago.

Tenían un menú de comida ecuatoriana variada, pero en busca de mejoras y de prosperar en el negocio hicieron un cambio en la presentación de sus platillos en 2017. La innovación consistía de una piedra volcánica con base de madera -tipo parrilla- en la que colocaban la carne, el pollo y el pescado a temperaturas altas de 600 a 700 grados y luego la ponían en la mesa al cliente, para que las piezas las cocinaran al gusto.

El restaurante no estaba teniendo el éxito que tuvo en sus inicios, mencionaron los hermanos Correa, pero podían cubrir todos los pagos, como la hipoteca, los servicios públicos y el sueldo al personal.

“No había últimamente ganancia, sólo se mantenía el negocio, pero con la pandemia del coronavirus no entró nada de dinero, eso originó pérdidas muy altas”, dijo Néstor Correa.

Con el propósito de prevenir contagios, el gobernador de Illinois JB Pritzker, emitió la orden de permanecer en casa para todo ese estado el pasado 21 de marzo. Aunque los hermanos Correa reconocen que esa decisión estatal era necesaria para frenar el covid-19 dijeron que “eso nos acabó”, “nos exterminó”, haciendo referencia a su restaurante.

Luego de que se permitiera a los restaurantes ofrecer órdenes para llevar y de entrega a domicilio, los Correa no pudieron ofrecer esos servicios porque no funcionaban con el estilo de comida que presentaban en el menú de su restaurante, que consistía en cocinar las carnes al momento exclusivamente sobre una piedra volcánica a altas temperaturas. “Esta es una comida fresca, que se cocina en la mesa con la piedra volcánica”, dijeron.

Al relajarse las restricciones para los negocios de comida en Chicago y permitir cierto porcentaje de comensales en el interior de los establecimientos en mayo pasado, a los Correa tampoco les fue rentable abrir por el espacio reducido que tiene su restaurante y por la escasez de clientela a causa del covid-19.

El restaurante La Humita se encuentra temporalmente cerrado, debido a la pandemia, indicaron sus propietarios.

Néstor y Ulpiano trabajaron en la rama de la hospitalidad desde que emigraron de Quito, Ecuador, a Estados Unidos, en la década de 1980. Néstor fue lavaplatos y mesero y Ulpiano portero de un prestigioso hotel del centro de Chicago.

“Quería tener mi propio restaurante de comida ecuatoriana, trabajar sólo 15 años en el hotel. Mi hermano y yo compramos el edificio en el 2000 y abrimos La Humita tres años después. Se cumplió nuestro sueño”, contó Néstor.

Un sueño que en un abrir y cerrar de ojos se desmoronaría, pues estaban al borde de la quiebra en medio de la pandemia, lo que implicaba que no sólo se quedarían sin el restaurante sino que también perderían el edificio que con tanto sacrificio lograron comprar. “Este es un negocio de familia, en mi casa no había otra entrada que no sea La Humita. La Humita pagaba todo”, mencionó Néstor Correa en entrevista con La Raza.

“Lo primero de un buen negociante y de alguien que le gusta trabajar y superarse es aceptar la realidad que tiene. Hay personas que están mal, pero ante la gente quieren aparentar que no pasa nada. Nosotros somos muy abiertos, si estamos mal no lo ocultamos. La cuestión es reconstruirse, renovarse y salir adelante”, destacó Correa.

Dado el éxito del primer camión de comida ambulante, Néstor dice que aplicará el mismo concepto para su futuro emprendimiento y asegura que el segundo camión de comida que viene construyendo con su hermano Ulpiano los ayudará no sólo a saldar sus deudas sino que traerá nuevos aires al negocio. “He aprendido a cortar la carne, el pollo y los vegetales. La necesidad nos ha obligado y tenemos una visión y un objetivo de negocio, que estamos a punto de sacar de nuevo, que nos va a poner donde estábamos antes, en la cima, como antes”.

Al igual que los Correa, dueños de negocios en medio de la pandemia de covid-19 han decidido reinventarse y como parte de ese proceso están buscando capacitarse en diferentes organizaciones, cámaras de comercio y centros de negocios locales.

En algunos centros de negocios no ofrecían programas en español y la mayoría de estudiantes sólo eran de ciertas áreas de Chicago, pero con la pandemia esos lugares de capacitación también han tenido que reinventarse y mover sus clases presenciales a plataformas virtuales, brindar clases bilingües y expandir sus cursos a distancia en todo Chicago y suburbios.

Debido al covid-19, en Sunshine Enterprises, un centro de negocios con oficinas en Woodlawn, Lawndale y West Evanston, se decidió por primera vez expandir sus servicios a la comunidad hispana ofreciendo clases en español y en línea desde septiembre pasado.

Ese centro de negocios tiene como enfoque empoderar a los emprendedores que viven en vecindarios de escasos recursos, para hacer crecer sus negocios y transformar sus comunidades.

En Sunshine Enterprises desarrollan un programa llamado Academy Business Community (CBA), en el que imparten cursos sobre presupuesto, contabilidad, mercadotecnia, recursos humanos, planeación estratégica, flujo de efectivo, estrategia de precios y creación de crédito.

“Al terminar las clases, el estudiante va a contar con un entrenador de negocios por 90 días, para que acompañe al emprendedor en su caminar como empresario. Y si es que va abrir un negocio, que lo haga con un buen plan y vaya alcanzando sus metas poco a poco”, dijo José Torres, coordinador de admisiones del programa CBA.

De los ocho grupos de estudiantes emprendedores que tiene Sunshine Enterprises, uno recibe clases en español y lo conforman 17 hispanos, la mayoría inmigrantes. Cabe destacar que de los 17 estudiantes hispanos, 13 son mujeres.

“Cada día son más los inmigrantes que están abriendo sus propios negocios y generando fuentes de trabajo y me da gusto ver que las mujeres están siendo muy emprendedoras”, dijo Torres.

Rebeca Fernández, gerente de programa bilingüe de Rogers Park Business Alliance (RPBA), dice que la pandemia ha afectado a los negocios ya sea porque han bajado sus ventas o no han tenido ventas. Destaca también que la comunidad de negocios ha sido afectada por la falta de conocimiento de finanzas y sobre cómo encontrar capital. Se ha visto afectada por no tener los recursos o la educación en manejo de tecnología –cómo abrir un e-mail o abrir una cuenta de Facebook para promover su negocio– y en mercadotecnia, cómo poder hacer llegar sus productos a las personas ahora que todo se hace por internet.

En respuesta al desconocimiento en el proceso de crecimiento de un negocio surgió el programa Business Accessibility Toolkit (BAT), el cual nació de la necesidad de los negocios locales de fortalecerse y salir adelante en medio la pandemia. Además de en inglés y español, se planea impartir este programa en otros idiomas. Fernández señala que también hay otros programas que se ofrecen de forma distinta en grupo y con periodos más largos de tiempo y sesiones de entrenamiento para negocios.

Hay emprendimientos que se están iniciando a pesar de la pandemia y algunos de ellos comenzaron exactamente cuando se dio la orden de quedarse en casa. Eso fue doloroso y desgastante para estos negocios, pero están surgiendo, “nos están buscando para asesorarlos con todo lo que van a necesitar para salir adelante”, explica Fernández a La Raza. “Me sorprende que nuestra comunidad latina de negocios se haya visto resiliente, se ha adaptado y algunos de ellos se están reinventando”.

Esta pandemia nos ha enseñado a que siempre hay que estar preparados para las dificultades, enfatiza Fernández. “Hay que buscar estrategias para reinventarse, asesorarse o buscar información, siempre hay que tener un plan de salida, un plan de emergencia”.

Camilo Santafe, with his piñata that represents the coronavirus, one of the most sold in his business. (Courtesy of Camilo Santafe)

De maquillista a fabricante de piñatas

Camilo Santafe tiene una maleta llena de paletas de maquillaje de todos los colores y de las marcas más reconocidas, que lleva cuando maneja su automóvil rumbo al domicilio de las clientas que lo llaman porque quieren que las maquille para matrimonios, quinceañeras y fiestas sociales que se realizan en Chicago y suburbios.

Edgar Muñoz es su nombre de pila pero prefiere que lo llamen por su sobrenombre Camilo Santafe, que es como todas sus amistades y clientas lo conocen.

Este emprendedor, residente del barrio de West Lawn en el suroeste de Chicago, no trabaja para un salón de belleza sino de manera independiente, en el ramo del maquillaje a domicilio, desde hace siete años.

Dice que los fines de semana inicia su jornada de trabajo temprano, tipo “maratón”, sin descanso, desde las 6 am hasta las 6 pm.

Santafe, originario de San Juan de Los Lagos, Jalisco, México, asistió al seminario porque quería ser sacerdote, pero por discrepancias con las autoridades eclesiásticas donde estudiaba como seminarista fue expulsado. Tiempo después encontró su pasión: el maquillaje.

Santafe es de la idea de que a través de la pintura se trabaja el área emocional de las personas. “Despiertas sus sentimientos, sus emociones, se sienten bonitas. Por medio del maquillaje también sanas, le das paz a la gente, das alegría, sacas lo más bonito de ella. Siempre lo he visto como algo más espiritual y emocional, no tanto como algo físico o monetario”.

Cuando estaba en el proceso de descubrir que era gay fueron tiempos difíciles, sobre todo que sus padres aceptaran su homosexualidad. Este emprendedor creció en un ambiente tradicional y con una familia que en su rancho se dedica a la crianza de ganado. El querer ser estilista era un cambio totalmente drástico para ellos, cuenta Santafe, de 33 años.

Y en el pueblo donde creció, dice, la gente ve el arte de maquillar y el estilismo como algo exclusivo para la mujer.

En busca de un mejor futuro emigró a Estados Unidos hace siete años. Aprendió a hacer maquillaje profesional de manera empírica, dice que puede ver las cosas y recrearlas. Le gustaba pintar al óleo, quería ser decorador de interiores en su país, pero no lo logró. “Dije: está bien, si no es en espacios va ser en personas y fue como decidí llegar al maquillaje”.

A la semana de llegar a Estados Unidos conoció a una persona de una compañía de fotos de glamour que le ofreció trabajo como maquillista. Fue su primer empleo en ese país.

Santafe recuerda que empezó con marcas de cosméticos que compraba en la farmacia cobrando $25 por servicio de maquillaje. Conforme las personas lo iban conociendo e iba aumentando su cartera de clientes, buscó marcas hipoalergénicas y de larga duración. Ahora que maneja líneas de primera calidad cobra más por su trabajo.

Dicta clases de maquillaje a jóvenes de Chicago, comparte las experiencias que vivió para lograr ejercer su carrera y las insta a no darse por vencidas.

Con respecto a su trabajo de maquillista, Santafe se ha hecho un compromiso consigo mismo: que cada persona que atienda tenga la misma calidad y dedicación, así sea la novia, madrina o invitada. Asegura que esa es su mejor carta de presentación.

Una hora y media le toma maquillar a una persona, por lo que no atiende a más de cinco al día. Dice que con más de siete horas parado se empieza a sentir tensión en los pies, en el cuello y que tampoco le gusta trabajar de manera improvisada.

Este emprendedor es activo en las redes sociales y por su carácter y personalidad ha logrado tener una singular empatía con sus clientas. “No tengo el renombre de un maquillista de una televisora, pero si alguien busca un maquillista por medio de las redes sociales creo que soy el chavo que la gente más recomienda. Y no porque me considere el mejor sino porque logro tener mucha conexión y empatía con la gente”.

¿Y cómo logras esa conexión con la gente? Santafe responde: “cuando eres homosexual, y la vida no fue fácil, logras sensibilizarte con situaciones, con las personas, y sientes la necesidad de ayudar, de conectarte porque pasaste por cosas difíciles y por eso logras engancharte más con las situaciones que pasan las personas”.

Luego de tener una agenda repleta de citas hasta finales de año, Santafe cuenta que todas se cancelaron a causa de la pandemia de covid-19. Desde marzo hasta agosto no atendió a ninguna clienta. Como no había fiestas nadie se maquillaba, dijo.

Siempre ha trabajado como maquillista pero ante el azote del coronavirus pensó que había que reinventarse. A Santafe y a su pareja Claudio Prieto se les ocurrió entonces la idea de hacer piñatas.

Como trabajaba maquillando para eventos sociales, y en vista que no había fiestas, buscó junto a su pareja un negocio que diera felicidad a las personas sin la necesidad de que haya un salón grande o de tanta gente. Ambos dijeron; “una piñata”. Para ellos, la gente y hasta las mascotas se divierten rompiendo la piñata y aseguran que es una forma de sacar el estrés, el cansancio y, al final, el premio son los dulces.

Prieto y Santafe empezaron a mirar tutoriales en YouTube sobre cómo hacer piñatas y se percataron de que les era fácil elaborarlas. Desde marzo comenzaron con su nuevo emprendimiento. Recuerdan que la primera piñata fue de un unicornio. “La verdad fue increíble, ni nosotros creíamos que lo habíamos hecho”, comentó Santafe.

Siguieron la lluvia de ideas: desde piñatas con la temática de Bob Esponja, pelotas de fútbol y personajes de Plaza Sésamo hasta figuras del coronavirus.

Crearon una página de Facebook llamada ‘La Casa de las Piñatas’ para poner fotos y que la gente pudiera verlas y comprarlas. No les fue difícil venderlas, porque sus clientas y amigos las compran y las recomiendan a potenciales clientes.

Santafe y Prieto hacen el molde a mano con papel periódico y cartón, después pegan todas las piezas con engrudo, esperan que seque y luego colocan una pintura base antes de decorarla con papel crepé.

La mayoría del material con el que trabajan es reciclado y la inversión, en algunos casos, es mínima: entre $5 y $15. El proceso es laborioso y puede durar alrededor de 10 horas por piñata.

Cuando fabrican piñatas buscan que cada pieza sea única y el precio depende del tamaño y su elaboración: de $45 a $150, dijo Santafe. “Periódicos que están en las cajas que nadie quiere y cajas de cartón que la gente tira o que las empresas desechan se convierten en una piñata de $50”.

“Me marcan mis clientas y me dicen: ‘sabes qué, Camilo, no la pudimos quebrar. Mi niño no dejó que lo hiciéramos, estaba tan bonita que no la quebramos’…”, contó Santafe.

También hacen cajas de sorpresas de cumpleaños que decoran dependiendo la temática que la persona quiere.

Después de estar sin trabajo desde marzo y a medida que se relajaban las restricciones contra el covid-19 y se permitieron fiestas de hasta 50 personas, a Santafe le comenzaron a llamar algunas clientas para pedirle servicios de maquillaje.

El volver al maquillaje no significa que Santafe y Prieto dejarán de hacer piñatas. Por el contrario, han decidido organizarse para manejar con éxito los dos negocios.

Santafe dedica los fines de semana al maquillaje y el resto de los días trabaja con Prieto en la elaboración de piñatas y cajas sorpresa de cumpleaños.

El fabricar piñatas contribuyó a solventar los pagos de la renta y servicios básicos y también les ayudó los ingresos de su pareja, que se mantenía trabajando, dijo Santafe. Ambos continuarán su negocio de piñatas, y más ahora en la época de invierno cuando regularmente baja el negocio del maquillaje porque no hay muchas fiestas.

A la pareja no le ha sido difícil reinventarse, porque dicen que siempre han sido “aventados” y que no tienen temor cuando deciden hacer algo.

Y es que tampoco hay riesgo de perder: la inversión para estos negociantes, que trabajan con materiales reciclados, no se pierde si las piñatas no se venden.

El apoyo de sus amistades ha sido clave, cuenta Santafe a La Raza. “La mayoría de mis clientas sabían que me había quedado sin trabajo y quisieron hacer piñatas con nosotros para apoyarnos”.

“La vida es un círculo. A veces estás arriba, a veces abajo y no puedes sobrevivir sin la ayuda de los demás, siempre vas a necesitarla. El ser humano, el crear empatía con los demás ayuda para que cuando estés en el otro lado puedas recibir lo mismo y no sea difícil la vida”, dijo Santafe.

Jaime di Paulo, presidente y director ejecutivo de la Cámara de Comercio Hispana de Illinois (IHCC), dijo que hay más de 120,000 negocios latinos en Illinois. Y se estima que 40% de los negocios latinos podrían cerrar sus puertas debido a la pandemia. “Somos una comunidad con resiliencia, que luchamos por lo que tenemos, la gente está perdiendo dinero y sigue con los negocios abiertos por ese orgullo que tenemos, por esas ganas de no sentirnos derrotados como empresarios latinos”.

Di Paulo destacó que la reinvención es un factor clave a considerar en esta crisis financiera.

“Donde hay crisis hay oportunidades, sólo hay que identificarlas. Hay que pensar ‘fuera de la caja’, uno tiene que ser creativo y tomar riesgos. Un empresario es una persona que toma riesgos. Para todo hay riesgos, pero hay que reinventarse”, aseguró di Paulo.

Rossy Guerra and her husband Josué Cárdenas are owners of the “Taquizas and Banquetes El Siete.” (Belhú Sanabria / La Raza)

“El carrito de tamales es nuestra salvación”

Después de beber unas copas y mover el esqueleto por largas horas de la noche, las ganas de comer son inevitables para algunos bailadores que asisten a las discotecas locales. Los esposos Rossy Guerra y Josué Cárdenas, aprovechando su talento en la cocina, esperaban a esos clientes a la salida de un antro del suroeste de Chicago para venderles sus tradicionales tacos y tamales mexicanos.

Una herramienta clave para captar potenciales clientes ha sido para ellos el uso de las redes sociales. Recuerdan que utilizaban Myspace cuando empezaron con su venta de tacos y tamales en 2007, año en que emigraron de Monterrey, México, a Estados Unidos para establecerse en Chicago.

En vista que la policía les dijo que no podían seguir vendiendo afuera de un club nocturno, sus clientes en solidaridad con ellos los apoyaron comprando sus tacos y tamales y les sugirieron vender charolas de comida. Lo hicieron y promocionaban sus productos en Myspace, que en ese tiempo era una red social muy popular.

Tras estar dedicados de lleno al comercio ambulante por varios años, Guerra y Cárdenas decidieron abrir un restaurante de comida mexicana en el barrio de Brighton Park, en el suroeste de Chicago, en 2016. Estos emprendedores ya tenían muchos clientes que habían logrado captar por medio de su presencia en diferentes plataformas y porque, dicen, trabajaron mucho tiempo para ser reconocidos y tener un nombre en el mercado.

Comenzaron haciendo comida para fiestas de hasta 1,200 personas en un sólo día. Debido a que les era más costeable ese negocio cerraron el restaurante, pero han mantenido el sitio como el centro de operaciones donde funciona su cocina comercial.

Guerra cuenta que recibió capacitación a través del programa Empresarias del Futuro de Mujeres Latinas en Acción, organización comunitaria que le ayudó con el proceso de obtener su licencia y solicitar subvenciones para su negocio, llamado Taquizas y Banquetes El Siete.

Guerra dijo que le pusieron al negocio El Siete porque era el sobrenombre que tenía su padre de joven por enamoradizo y en alusión a una canción mexicana, ‘El Siete Mares’. Como la empresa logró expandirse e ingresar al mercado anglosajón, ellos notaron que se les hacía difícil pronunciar el nombre completo, por lo que decidieron llamarlo El Siete Catering.

El gobernador de Illinois JB Pritzker emitió en junio de 2020 directrices y regulaciones sobre el covid-19 en la fase cuatro de reapertura que permitieron la reactivación o expansión de operaciones de varios rubros de negocios, entre ellos los eventos sociales. En esta fase se amplió el número de personas permitidas en reuniones a 50 para los eventos en espacios cerrados y 100 para espacios abiertos.

Hasta antes de la pandemia del coronavirus, estos emprendedores no aceptaban eventos de menos de 50 personas porque no eran rentables. Con las medidas oficiales para frenar la pandemia tuvieron que hacer ajustes en su negocio y reinventarse.

Cuando hay que pagar por un local y cumplir con todas las regulaciones que implica tener una cocina comercial y no hay eventos grandes debido al covid-19, dice Guerra, hay que hacer algo para seguir adelante.

Guerra menciona que se acatan las órdenes de la Ciudad y del estado de Illinois pero los gastos no cambian, siguen siendo los mismos para los dueños de negocio. “A veces tengo incertidumbre y me da nervios no tener para pagar los gastos”.

La pareja empezó a atender a más grupos con menos gente, a diferencia de antes, que ofrecían sus servicios a menos grupos pero con mayor cantidad de personas. Esto con la finalidad de obtener la misma ganancia y cumplir con su meta de solventar sus gastos.

En medio de la pandemia de covid-19 y con las restricciones estatales vigentes, la venta de comida para fiestas no les dejaba los ingresos de antes y ellos aprovecharon que tenían un carrito ambulante de comida para empezar a vender tamales, champurrado y atole afuera de su local.

El tener mayor cantidad de eventos pero con menor número de personas cada uno para obtener los mismos ingresos de antes, más el poner a operar el carrito de comida ambulante que ya habían usado en el pasado, ha sido el plan que pusieron en marcha para reinventarse.

La presencia de sus negocios en todas las plataformas digitales, aseguran, ha sido un recurso clave que los ha “rescatado” en esta pandemia.

Volver a hacer lo que hacían al principio, preparar tamales, no significa un retroceso para Guerra y Cárdenas. Ahora tienen una empresa de taquizas y banquetes, una cocina comercial y mucha más clientela de la que tenían en sus inicios como vendedores ambulantes.

“El carrito de tamales es nuestra salvación, vamos con eso, dije con mi esposo y pues ahorita es lo que nos está sacando a flote”, menciona Guerra.

Un día antes, estos pequeños empresarios dejan preparados los tamales para al día siguiente en la madrugada cocinarlos y preparar el atole y el champurrado que venderán en su carrito ambulante desde las cinco de la mañana hasta el mediodía.

“Los clientes valoran nuestro esfuerzo y nos compran, nos dicen ‘estos son bien jaladores’…”, sonríe Guerra.

Guerra y Cárdenas dicen que hay que hacer lo que les permita seguir en la lucha, porque ya pasaron ocho meses y la pandemia sigue y lo que buscan es dar un servicio y seguir teniendo un ingreso.

“La gente viene por su pedido de tamales hasta donde está el carrito de comida. La diferencia de hoy a antes es que ahora tenemos mucha más clientela, ya saben dónde estamos. Antes el desafío era encontrar quién nos comprara”, dijo Guerra a La Raza.

Como empresarios es fundamental capacitarse, actualizarse, aprovechar las oportunidades y tomar riesgos, destacan los esposos Guerra y Cárdenas. Y para lograr el éxito, dicen, hay que distinguirse del resto de negocios, buscar algo que los identifique, ya sea el buen servicio, el sabor de la comida o la presentación del producto.

Alicia Espinosa, directora del programa Empresarias del Futuro, dijo que lo que se busca es que todas las participantes del programa no sólo tengan las herramientas que son necesarias para el mundo de negocios sino que después de que cursaron el programa puedan integrarse en otras plataformas. “Queremos que vayan a las cámaras de comercio, a centros de desarrollo de pequeños negocios, que se integren y se sientan con esa confianza, que establezcan una red de contactos y busquen recursos en otras organizaciones para que su negocio siga adelante”.

Participants of the Entrepreneurs of the Future program of Latina Women in Action. (Courtesy)

En una encuesta de mayo de 2020 sobre el impacto del covid-19 hecha a 81 participantes del nivel 1 y nivel 2 de del programa Empresarias del Futuro se halló que 74% de las participantes dijo que su negocio fue afectado negativamente por la pandemia. También que 56% está temporalmente sin trabajo y no recibe pago, que el 11% perdió sus trabajo de forma definitiva y que 59% no era elegible para recibir beneficios de desempleo.

Cuando se hace referencia a la tecnología y al uso de plataformas digitales la encuesta indicó que 99% tiene un Smartphone, 98% tiene y conoce su correo electrónico y 89% cuenta con servicio de internet Wi-Fi. El 80% de los encuestados dijo que usa Facebook Live y sólo el 40% utiliza Zoom.

En el programa hay participantes de todos los niveles, desde personas que no saben escribir bien, no dominan el idioma inglés o son indocumentadas hasta personas con educación universitaria, dijo Guadalupe Ceniceros a La Raza. “A todas se les hace sentir cómodas y que están en un lugar seguro”.

Hasta antes de la pandemia, estas emprendedoras empezaban un negocio de algo que ya sabían hacer. Ahora cuando les piden que sean creativas o que se reinventen es complicado porque empezaron un negocio de algo que ya sabían hacer. Incorporar esa forma creativa al negocio es uno de los retos que las participantes al programa han tenido, pero que poco a poco están desarrollando, destacó Espinosa.

La producción y difusión de este reportaje es posible gracias al apoyo de la Field Foundation of Illinois a través de su programa Media and Storytelling. La Raza aprecia su ayuda.

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