“No teman al retorno: aquí hay mucho por hacer”, ejidatarios mayas a migrantes
Hacen un llamado a los mexicanos que viven en EEUU que en Mëxico pueden lograr las cosas más importantes
KAXIL KIUIC, México – La bonanza de la cadena de restaurante Jack’s Grill, de Oregon, era tan eficiente que cada noche podían atender hasta 600 mesas de un tirón con éxito garantizado hasta aquel día en que llegó un documento migratorio que solicitaba las identificaciones de los trabajadores.
“El chef entró a la cocina, nos miró y se echó a llorar, ‘I’m sorry, I’m sorry’ nos decía a los cocineros (todos indocumentados) que lo veíamos con más pena por él que por nosotros”, recuerda Eddic Dzul May, un migrante maya que cruzó descalzo a Estados Unidos hace dos décadas y hoy es parte del equipo de conservación de la reserva Kaxil Kiuic, ubicada en el corazón de la selva en la Península de Yucatán.
Eddic regresó aquí hace seis años después de construir su casa y comprarse una moto poco después del incidente en Oregon donde aprendió a cocinar y otras habilidades que resumen lo mejor de la cultura estadounidense: el orden, la limpieza, la capacidad de planeación y trabajo que actualmente guían sus pasos en su tierra para mejorarla.
“No hay que temer a volver aquí hay mucho trabajo para devolver la vida a nuestros bosques, a enseñar a no quemarlos y reforestarlos”, dice convencido de que su trabajo y forma de vida es un ejemplo: tiene sólo dos hijos porque no puede mantener a más y no quiere que ellos tengan la misma suerte que él tuvo como primogénito que tuvo que trabajar desde niño.
Tampoco bebe alcohol ni gasta su dinero en borracheras y sabe administrar sus finanzas personales. “Por ahora no tenemos lujos pero sí muchas satisfacciones”.
Ejidatarios como Edicc – propietarios del 80% de la tierra en la región y con fuerza de voluntad- son una pieza clave para lograr las metas que se propone el Acuerdo para la Sustentabilidad de la Península de Yucatán (ASPY) que será firmado por los tres estados el 10 de diciembre de 2016 en el marco de la COP13 de Biodiversidad de la ONU, en Cancún.
Las metas del ASPY para el 2030 incluye alcanzar cero deforestación y restaurar dos millones de hectáreas; 20% de los arrecifes y 30% de las dunas costeras como medidas ante el cambio climático.
Es un buen momento. En tanto se mantienen como uno de los estados más seguros del país, los yucatecos, tanto migrantes como locales, piensan cada vez más en su tierra de manera positiva.
“Yo creo que ahora pueden lograr las mismas cosas aquí que si emigran, al menos las más importantes”, calcula Justino Tee Zul, un campesino maya de San Agustín, uno de los cinco municipios que integran la región del Puuc en proceso de reforestación y con decenas de proyectos productivos en gestación relacionados a cumplir las metas de ASPY.
Durante décadas, el Puuc engrosó con mucho las cifras de emigrantes económicos del Yucatán que suman actualmente alrededor de 185,000 en Estados Unidos, principalmente a California.
“Si no cortábamos leña no había más qué hacer, sin embargo ahora manejamos correctamente los bosques (y reciben un pago por la emisión de bonos de carbono), vendemos carbón, miel y sembramos más variedad de productos agrícolas” explica Tzul sobre lo que encontró a su regreso de San Francisco donde se capitalizó un poco para construir una casa con un cuarto y comprar una camioneta.
Volvió por su propia voluntad para criar a los hijos, es tan fácil que se descarrilen!
“Ahora ni pienso regresar porque estoy con la familia, gano algo de dinero y no podría pagar otra vez un coyote que cobran hasta 180,000 pesos (unos 9,000 dólares)”.
Homero Chel, alcalde de Oxkutzcab, un municipio que se ha especializado en el cultivo de cítricos, observa en entrevista con este diario que la tendencia en la migracion municipal es el retorno voluntario. “Están comprando casas e invirtiendo en tierras a través de sus familias que hoy siembran naranjas, papaya tomate y hortalizas”, dice.
Llegar a este punto ha costado años de sacrificios de la etnia maya en ambos lados de la frontera. En el norte, trabajo de hasta tres jornadas por día; desde el sur, entender que para crecer hace falta adaptarse, trabajar en conjunto y pedir ayuda una y otra vez.
Desde 2014 la región del Pucc integró una junta intermunicipal con un plan para frenar la deforestación de hasta 5,000 hectáreas por año y lograr el máximo desarrollo sustentable asesorados por los gobiernos mexicanos y de EEUU ( a través de su agencia para el desarrollo USAID) así como organizaciones no gubernamentales como The Nature Conservancy (TNC)
“Una de los retos más complicados ha sido enseñar a los ejidatarios a entender cuáles son los fondos de apoyo del gobierno que más les conviene para sus fines porque regularmente ellos, con tal de tener recursos, aplican a cualquier programa que les aconseja el contratista intermediario y no sirven para sus fines”, observa Yves Paiz, coordinador de incentivos territoriales de TNC.
Conservar la selva requiere de programas muy específicos para manejar la tala de la selva con responsabilidad, la diversificación de cultivo para la reforestación y hasta el rescate de la milpa maya o “tajonal” indispensable para el cultivo de la miel de abeja cuando faltan flores.
Los pobladores creen que pueden lograrlo porque sólo tienen que voltear a ver a sus antepasados y retomar sus prácticas de organización. “Uno debe escoger el mejor camino para el bien de todos y seguir adelante”, describe Eddic, el migrante que cambió Oregón por una batalla para salvar la selva porque cree que en los años que vienen la riqueza estará en su tierra.