El “Trumpismo” sacudió al “establishment” político en 2016
WASHINGTON.- El 2016 trajo una tormenta que sacudió los cimientos del “establishment” político, después de que el “Trumpismo”, de la mano de una ola antiinmigrante, se impusiera en las urnas como una alternativa electoral y profundizara las divisiones en Estados Unidos.
Contra todo pronóstico, y pese a tener cero experiencia política, el magnate empresarial, Donald Trump, venció a 16 rivales para la nominación presidencial republicana y derrotó a su rival demócrata, Hillary Clinton, el pasado 8 de noviembre.
En su segundo fallido intento desde 2008, Clinton tuvo una ventaja de al menos 2,8 millones en el voto popular, pero Trump ganó donde cuenta, con 306 votos del Colegio Electoral, contra los 232 de la exsecretaria de Estado. Se requieren 270 votos del Colegio Electoral para ganar la presidencia.
Al cerrar 2016, la revelación de que Rusia estuvo detrás del “hackeo” de los correos electrónicos del Partido Demócrata, y de los de John Podesta, presidente de la campaña de Clinton, para beneficiar a Trump, ha levantado una nueva polvareda en el ya tenso ambiente político en EEUU.
Pero, aún así, el Colegio Electoral ratificó el pasado 19 de diciembre los resultados.
Para la consultora demócrata, Melisa Díaz, lo más insólito de la campaña es que Trump la manejó como un “reality show”, y siguió ganando apoyo “pese a haber insultado a las minorías, las mujeres, los discapacitados, y los veteranos de guerra”.
“Esa dinámica del reality show, que condujo durante más de una década, continúa con sus nombramientos al Gabinete presidencial, que no tienen experiencia política y tampoco necesariamente defenderán los intereses de la clase trabajadora”, afirmó.
El surgimiento del “Trumpismo”
El eslogan de Trump de “recuperar la grandeza de EEUU” (“Make America Great Again”) y su mensaje nacionalista resonó entre los votantes de la clase trabajadora blanca, que durante décadas han sufrido la erosión de empleos y falta de oportunidades, sobre todo en zonas rurales y en la región del “Rust Belt”.
Pero ganó no sólo porque supo aprovechar su ansiedad económica sino también su creciente resentimiento por su escaso avance social y el cambiante rostro del país, además de los errores y problemas de percepción que generó Clinton.
Varios republicanos lideraron un fallido movimiento para bloquearlo, por considerar que su voluble temperamento, su falta de conocimiento y su plan de gobierno son un peligro para la seguridad nacional.
Ahora, vencidos, muchos esperan ejercer influencia en la adopción de políticas que se ciñan a los principios del conservadurismo social y la disciplina fiscal.
Un año histórico para latinos
Motivados por el deseo de castigar la retórica incendiaria de Trump, Latino Decisions proyectó que hasta 14,7 millones de latinos fueron a las urnas , de 27 millones elegibles -su mayor participación electoral hasta la fecha-, y la mayoría votó por Clinton.
No pudieron frenarlo, pero sí votaron por la exfiscal de Nevada, Catherine Cortez-Masto, como la primera latina en el Senado, enviaron a la Cámara de Representantes a Darren Soto como el primer puertorriqueño por Florida, y a Adrián Espaillat, como el primer dominicano por Nueva York, y desbancaron en Arizona al alguacil del Condado de Maricopa, Joe Arpaio, entre otros logros.
Un país más dividido
El triunfo de Trump fue celebrado por la derecha religiosa, grupos conservadores, supremacistas blancos hartos del crecimiento político de las minorías, y líderes republicanos, muchos de los cuales aceptaron a regañadientes su nominación.
Pero también expuso las profundas divisiones políticas y raciales que, a fuego lento, han venido caldeando los ánimos entre grupos de toda la sociedad civil a favor de sus respectivos candidatos.
Las redes sociales dan cuenta de la ruptura de amistades, de la desilusión, y el duelo de quienes no pudieron ayudar a Clinton a convertirse en la primera mujer presidenta en la historia de EEUU.
Según el “Southern Poverty Law Center” (SPLC, en inglés), se han registrado desde noviembre 1,094 casos de ataques, intimidación y vandalismo por parte de partidarios de Trump contra inmigrantes y minorías en escuelas, negocios, iglesias y demás sitios públicos.
Sobre todo, impera el temor entre buena parte del electorado de que, pese a presentarse como el defensor de los “desposeídos”, Trump tome medidas que favorezcan más a los millonarios y a las corporaciones.
¿Y ahora qué?
Contrario al descalabro económico que encontró el presidente Barack Obama en 2009, Trump herederá un país con una baja tasa de desempleo, y reformas en las áreas de finanzas, salud y educación, pensadas para mejorar las condiciones de vida del ciudadano de a pie.
Pero Trump ganó con promesas de desmantelar o modificar muchas de las medidas implementadas por Obama, tanto en política nacional como internacional.
Así, en la línea de fuego están “Obamacare”, las regulaciones en Wall Street, los alivios migratorios para indocumentados, y las medidas de apertura hacia Cuba, entre otras prioridades.
En este ciclo electoral, los votantes dejaron el control de ambas cámaras del Congreso en manos republicanas, al igual que el poder judicial, lo que prácticamente garantiza que Trump y los conservadores podrán avanzar su agenda, con poca injerencia de la minoría demócrata.
Trump prometió “sanar las heridas de la división” y escuchar a voces disidentes pero, hasta ahora, ni su cuenta en Twitter ni sus declaraciones públicas muestran un cambio en su estrategia.