¿Hay una mayor amenaza terrorista en Europa ahora que hace 30 años?

Los actos terroristas en Europa occidental se han convertido indudablemente en más mortíferos

Desde mediados de la década de los 2000, los ataques yihadistas han concentrado su atención en la vulnerabilidad de los ciudadanos de ciudades en Europa occidental.

Pero, ¿cuáles son las probabilidades de convertirse en víctima de algún ataque en el Viejo Continente?, ¿Han aumentado o disminuido las posibilidades de ser víctima de un ataque de este tipo con el tiempo?

Los actos terroristas en Europa occidental se han convertido indudablemente en más mortíferos.

Desde la Segunda Guerra Mundial, los tres peores ataques terrestres —excluyendo a aquellos que iban dirigidos a aeronaves, como el ataque de Lockerbie, Escocia, en 1988— han tenido lugar en los últimos 16 años.

Estos son:

  • Los atentados en trenes de Madrid en 2004 (191 muertos; más de 2.000 heridos).
  • Los ataques de París en noviembre de 2015 (130 muertos; 360 heridos).
  • El atentado en Niza (Francia) con un camión en julio de 2016 (86 muertos; 460 heridos).

El patrón hasta el año 2000 había sido el de un alto número de incidentes con un menor número de víctimas.

El grupo separatista vasco ETA, que entregó su arsenal de armas a las autoridades francesas este sábado, es responsable de la muerte de más de 800 personas en 3.300 ataques a lo largo de 40 años. En promedio, una muerte por cada cuatro ataques.

Pero a pesar de que el número de ataques de alta mortalidad ha aumentado drásticamente, las muertes anuales por ataques calificados de terrorismo han disminuido de la misma manera.

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Durante las décadas de 1970 y 1980, la cifra fue en promedio de 150 muertes anuales vinculadas a este tipo acciones.

Desde 1990, el promedio ha sido de 50, aunque los atentados en París y Bruselas han conducido a un fuerte repunte para 2015 y 2016.

Ataques “terroristas”

La palabra “terrorismo” no tiene una definición universalmente aceptada.

La base de datos Global Terrorism Database utiliza tres criterios. Para catalogarse como un acto “terrorista” debe:

1. Tener motivaciones políticas, sociales o religiosas

2. Estar diseñado para enviar un mensaje a una audiencia mayor más allá de las víctimas inmediatas

3. Estar fuera de las actividades de guerra internacionalmente reconocidas

Podría debatirse sobre si cada ataque en particular coincide con este criterio, pero la tendencia es clara: la probabilidad de que un europeo llegue a ser víctima fatal de algún grupo radical ha caído drásticamente durante las últimas cuatro décadas.

Con la violencia que se inició en Irlanda del Norte hace más de 40 años, el riesgo anual de muertes para la población civil era de 1 por cada 25.000.

En 2015, en Francia —en lo que fue un año particularmente mortífero— fue de una por cada 400.000 personas.

En 2001, año del ataque más sangriento en Estados Unidos, la probabilidad de que un estadounidense muriera a manos de un militante era de menos de uno por cada 100.000.

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Las estadísticas, por supuesto, no cuentan toda la historia. Hay diferencias notables entre los terroristas de estos tiempos y los de generaciones previas.

En el decenio de 1970, los militantes estaban motivados por la ideología, usualmente una versión radical del marxismo.

Se centraron en objetivos oficiales o figuras de alto perfil que, de alguna manera, encarnaban el capitalismo.

Nada de esto guarda relación con el mundo actual, donde los rivales yihadistas están compitiendo por el liderazgo en una guerra santa a través de la masacre en masa.

Pero en términos numéricos, la amenaza terrorista que recae sobre los europeos hoy en día no es mayor que la que enfrentaron sus padres.

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