Del escaparate de Internet al de una tienda en el barrio
Sierra Zamarripa amplió su estudio de artesanía con una tienda. Es una apuesta, en tiempos de cambios comerciales por la influencia de la electrónica, por el local de barrio
Además de en internet, el comercio tiene vida en las tiendas con escaparate, puertas de entrada, caja registradora y una bolsa para llevar lo comprado. Es decir, los locales de siempre.
La propia Amazon, el gigante de las ventas on line, está abriendo tiendas de libros físicas en varias ciudades y ha lanzado una oferta de compra sobre la cadena de supermercado Whole Foods Market.
Muchas tiendas están cerrando en la ciudad y no solo por la competencia de las ventas en la red sino también por las altas rentas que han de pagar o porque el negocio se ha ido cayendo. El obituario del llamado shopping mall lleva años escribiéndose. No obstante, pequeños negocios, especialmente los artesanales están experimentando un cierto renacimiento y apostando por los escaparates de cristal y no solo los píxeles.
Y en eso es lo que está trabajando Sierra Zamarripa, propietaria de Lovewild Design, una coqueta y pequeña tienda, de cuidada presentación en una de las zonas más latinas de Williamsburg. En ella vende productos artesanos, la mayoría hechos por ella misma, que no se encuentran en grandes cadenas aunque sí en más de un centenar de tiendas de casi todo el país a las que vende al por mayor además de mantener su comercio en una renovada página en Internet.
La tienda física abrió el pasado 24 de junio y en la puerta, para dar la bienvenida a los vecinos, instaló un puesto de piraguas para los niños. Dice que estaba feliz porque llegó más gente de lo que imaginó y compraron más cosas de lo que ella había pensado.
Zamarripa, que cumple 27 años este mes, tiene marcado en la familia el camino empresarial. Su abuela Godina Zamarripa, de la que decidió tomar su nombre de soltera, fue una inmigrante mexicana que vendía medias de nylon de casa en casa y llegó a Nueva York en los años sesenta. En la ciudad de los rascacielos, la matriarca Zamarripa fue baby sitter y luego una esteticista.
Los padres de Sierra tuvieron su negocio de antigüedades en el East Village y ella empezó a dar salida a su espíritu empresarial desde que tenía apenas cinco años, con pequeñas tareas como arreglar y recomponer joyas. Lo suyo era lo manual.
Pese a ello, abrir un negocio no fue su primera opción. Trabajó con organizaciones no gubernamentales en Senegal, Ghana y Brasil lo que le permite hablar francés y portugués además de un español que lamenta no haber cuidado mucho. “Empecé a estudiar desarrollo sostenible y mi idea era trabajar en el sector público”. Estuvo trabajando con la misión de Malawi en la ONU pero salió decepcionada del escaso avance.
Mientras intentaba abrirse camino en el mundo de la cooperación seguía creando productos artesanales como regalos a amigos. En 2013 se casó e hizo todos los pequeños detalles para la boda, incluyendo pequeños regalos. “Y a la gente le gustó tanto que me dijeron que eso es lo que tenía que hacer”. Es algo que le animó frente a la ansiedad que le daba volver a estudiar algo que le dejó de motivar.
La respuesta a esas creaciones para su boda y otros regalos le puso en camino de crear una línea de productos en 2014 y poner en marcha un estudio taller, primero en Long Island City y luego en Bushwick, en el que trabajaba para mercados locales artesanos. Invertía unos $300 en materiales y la primera vez que vendió facturó $450, lo cual le motivó para seguir invirtiendo. Y de esos mercados llegó a las ferias artesanales (trade shows).
Zamarripa habla de estas ferias a través de las que ha conseguido estar en unas 300 tiendas en todo el país al vender al por mayor (y de momento supone el 80% de sus ventas) para describir qué es lo que le parece más complicado de ser empresaria: “la incertidumbre”. “No hay un cheque a fin de mes, no hay garantía de que nada funcione. Pero hay que intentar cosas diferentes continuamente porque si no, no se va a crecer”.
“Participar en la feria por primera vez me asustó porque hay que invertir mucho dinero y puede ser un fracaso total. No hay garantía de que gustes”, explica. Pero su obra gustó y fue la fuente de un buen negocio. En otra ocasión fue a una feria en Las Vegas con su madre, que trabaja a tiempo completo con ella en ventas al por mayor, y lo describe como un fracaso pero también como una experiencia. “Normalmente tras cada feria tenemos unas cincuenta cuentas nuevas, en Las Vegas, apenas tres”, recuerda riendo y lamentando los costos.
“Siempre hay que tratar de hacer algo, y si no funciona pues se intenta otra vez”, concluye Zamarripa.
El local donde trabajaban se quedó pequeño y no era el adecuado para recibir clientes y decidió buscar otro. “Quería un sitio para trabajar las ventas al por mayor pero también para hacer talleres con personas del barrio o gente interesada, ser como un centro de reunión pero los precios de los locales eran muy elevados”. Tras un año de búsqueda encontró un lugar en Williamsburg con la suerte de que el dueño apoya a artistas y artesanos y le ofreció un alquiler que pudo permitirse. Y tenía un escaparate. El elemento para abrir una pequeña tienda estaba a su disposición”.
En estos primeros días la tienda está cubriendo muchos de sus gastos, para sorpresa de la dueña que era más conservadora, y como llegan más personas de las que anticipó dice que la abrirá más días de los que tenía planeado además de empezar talleres de artesanía a finales de mes. Además, ha rediseñado su página de Internet para que sea no solo más atractiva como muestra de su cartera sino más fácil de navegar.
“De cara al futuro quiero que crezcan las ventas”, para ello además alojará ventas temporales (pop ups) de amigos que hacen otro tipo de artesanía y ropa. “Y como dice mi esposo, en unos años quiero trabajar más para el negocio que en el negocio“, explica dando a entender que quiere dejar de hacer todas las cosas como hacen ella y su madre ahora.
“Hacemos de todo”. Es la receta de los primeros años de todos los emprendedores.
Redes Sociales
Zamarripa dice que hay gente que la reconoce a ella y su hija por la calle por la presencia en medios sociales que tiene como estrategia de marketing. Pero además, ella usa los grupos de Facebook de pequeños negocios para recabar información, hacer preguntas a personas más experimentadas en el mundo de los negocios y obtener respuestas de personas que como ella han dado el paso, pero lo hicieron antes y ahora comparten sus experiencias, dudas, tropezones y consejos.