Aprende a disfrutar lo que vislumbra tu futuro, sea bueno o malo

De nada sirve estar pensando y planeando lo que está por venir, si solo te preocupa cosechar éxitos y no aprender de las experiencias

-Dicen que la vida no es matar o huir de los tiburones, sino aprender a nadar tranquilamente entre ellos, dijo el Maestro.

-¿Es posible? Es nuestro reflejo básico de supervivencia estar tensos si nos sentimos amenazados. Afortunadamente tenemos delicados mecanismos que nos ayudan a salir de esas situaciones. Sino funcionaran, no viviríamos, dijo el discípulo.

El Maestro se quedó pensativo. Luego dijo:

-El tema es que lo que vos llamás “esas situaciones” es la vida entera. Sacando algunos tiempos de tranquilidad, solemos pasar la mayor parte de nuestra existencia atravesados por tensiones, problemas, incertidumbres y amenazas. Si esperamos dejar todo eso atrás para recién poder estar tranquilos y contentos… estamos muertos porque eso no va a ocurrir nunca. A lo sumo, en pequeños momentos.

-No sé cómo se hace eso. Sin ir más lejos, y pese a que ya tengo unos cuantos años, estoy viviendo tiempos muy inciertos, y me cuesta manejarlos.

-¿Por qué son tiempo inciertos?

-Hasta acá, viví de una forma que va quedando atrás. Como obsoleta. Lo que antes me excitaba, ahora me produce indiferencia.

-¿Excitaba? No parece una palabra muy inspiradora…, dijo el Maestro metiendo el dedo en la llaga.

-Es cierto. Pero eso era lo que producía en mí: excitación. Hoy me doy cuenta que para mi alma es comida basura. Necesito algo más nutritivo.

-¿Y sabes qué es?

-Más o menos. Tengo claro es qué no es.

-No es poco, dijo el Maestro animándolo.

-Sin embargo este tránsito, en donde tengo que dejar atrás un sistema conocido, para adentrarme en uno que no conozco, me cuesta mucho. No veo la orilla que dejé atrás, y tampoco a la que quiero llegar. Estoy en el medio del mar nadando solo y la incertidumbre pesa.

-Es muy comprensible. La metáfora de los tiburones se ajusta perfectamente a tu caso…

-Salvo porque no puedo relajarme estando entre tiburones. Necesito llegar a la orilla para poder aflojarme.

-El tema es que la paz en la orilla dura poco. No te diste cuenta todavía?

El discípulo sintió el golpe. El Maestro prosiguió.

-Apenas cumplimos nuestros objetivos estamos felices y en paz. Pero al poco tiempo eso no nos sirve y debemos ir hacia otro lado, y empiezan los problemas. Sea porque no queremos soltar la tranquilidad, o porque no sabemos a dónde ir, o porque tenemos miedo de atravesar otros mares, la paz de la orilla dura poco.

-Así me pasé la vida …

-¿Cómo?

-Pasando largos períodos de mucho esfuerzo para llegar una orilla que, al alcanzarla, rápidamente dejaba de brindar la paz y plenitud duradera que yo pensaba que me daría. Entonces después de un tiempo de incomodidad creciente y angustia, emprendía otra búsqueda en la que no me podía relajar hasta llegar al nuevo destino. Y así de objetivo en objetivo, incapaz disfrutar razonablemente lo que me iba tocando vivir.

El Maestro lo escuchaba compasivo.

-La orilla o el objetivo solo sirven para ponernos en marcha y como un faro, señalarnos la dirección. Sin embargo, la vida está en el medio del mar, nunca en las playas. De ahí la importancia de aprender a disfrutar del recorrido. Llevándolo a un extremo, la orilla última es la muerte. En el final de nuestra vida ya habremos corrido riesgos, fracasado, y logrado cosas. Podremos estar tranquilos al no tener incertidumbre acerca de cómo saldrá todo. Sin embargo, todo será pasado.Ya no nos quedará tiempo.

El discípulo sentía angustia por aquellas palabras.

-Cuando era joven, era un excelente deportista. Un día fui al club de la leyenda del deporte que yo practicaba. Al entrar vi una impresionante vitrina llena de trofeos. Ahí estaban todas sus batallas, sus triunfos, su gloria. El primer sentimiento que tuve fue ganas de estar en la misma situación que él: haber ganado todo eso. Ser una leyenda. Rápidamente registré que eso llevaba implícito que mi carrera se hubiera terminado. Y yo recién estaba empezando…

-¿Y entonces?, preguntó el discípulo con curiosidad.

-Me pregunté por qué deseaba esa vitrina llena de trofeos. Por un lado, porque implicaba haber logrado mi objetivo de ser un gran campeón y ganar todo. A su vez, eliminaba la incertidumbre. Si la copa estaba en la vitrina, ya habría asegurado el campeonato. El riesgo de perderlo habría quedado atrás.

-Algo muy bueno…

-Salvo porque ya no me quedaría carrera por delante. El precio de tener esa certeza era que mi tiempo se hubiera terminado.

-¿Y acaso no es mejor a que te quede tiempo por delante y finalmente no cumplas tus objetivos?

La repregunta del discípulo le pareció atroz. La enorme exigencia por obtener resultados lo hacía preferir haber terminado una carrera exitosa, a tener todo por delante. Prefería la paz de los cementerios que la angustia de la vida. ¿Cómo sería posible?

-Al final del camino, los trofeos importan muy poco. O nada. Lo único que queda son las experiencias vividas. Resulta llamativo que la búsqueda de certezas te lleve al extremo de preferir los resultados aún a costa de que se haya terminado tu tiempo…

El discípulo permanecía callado.

-Cuando llegues a la orilla que quieres, se habrá terminado tu tiempo. No puedo dejar de recomendarte que te pongas cómodo con tu vida tal como es ahora. No importa que sientas que no divisas costa alguna, porque ese es el estado mayoritario de la vida. Estar en tránsito… Lo importante es aprender a vivirlo con la mayor alegría y paz que podamos.

-Viviste con paz tu carrera deportiva, contraatacó el discípulo.

El Maestro se quedó pensativo. Luego de unos instantes, dijo:

-La viví lo mejor que pude. A los ojos de hoy, tengo que reconocer que la viví tenso, angustiado.

-¿Y acaso no es inevitable?

-Hasta cierta edad creo que sí. Después, tenemos la opción de aprender.

-¿Aprender a flotar tranquilo entre tiburones?, dijo el discípulo riéndose.

-Y sí. Después que alcanzamos varios objetivos y experimentamos que no nos daban la plenitud que esperábamos encontrar, podemos ir tomando consciencia de disfrutar el recorrido, sabiendo que siempre tendrá adversidades e incertidumbres.

-Muy cierto…

-Una vez leí una pregunta para aspirantes a escritores, que me pareció excepcional. Decía: ¿quieres escribir o haber escrito? La proverbial tensión. El pasado te da certezas, pero está muerto. El futuro es incierto, pero ahí está la vida. Nos pasamos todo el tiempo tratando de asegurar el futuro, ignorando que eso solo sucede cuando se convirtió en pasado. Y ahí se acaba el partido. Por eso, es mucho mejor vivirlo con sus alegrías, angustias, logros, fracasos, incertidumbres. Aprender a vivir requiere ser capaces de convivir razonablemente con la incertidumbre.

-Eso quiero.

-Y lo estás haciendo. Solo hay que tener paciencia porque como todo proceso, lleva tiempo.

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