Enrique Alfaro y la revolución democrática en Jalisco
El alcalde de Guadalajara busca la candidatura para gobernar el estado de Jalisco
MEXICO.- El alcalde de Guadalajara, Enrique Alfaro, quien sorprendió en 2015 por su triunfo al frente del partido Movimiento Ciudadano (MC), un partido de izquierda ajeno a la sociedad local más bien conservadora, está de vuelta al ruedo de las urnas después de registrarse como precandidato a la gubernatura de Jalisco, donde lleva la delantera en las encuestas en medio de un ambiente de cambios locales profundos.
De hecho, el estado es hoy ejemplo democrático nacional frente a una conservadora clase política que se opone a renovar sus sistemas políticos y de rendición de cuentas tanto a nivel federal como en otros estados.
Destaca entre sus transformaciones la aprobación de la revocación de mandato o la ley conocida como Sin Voto no hay Dinero, avalada en septiembre pasado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por la cual el dinero que se otorgue a los partidos políticos dependerá del número de votos que obtenga en las elecciones.
O la aprobación de un Comité de Participación Social del Sistema Estatal Anticorrupción de Jalisco, electo entre la sociedad civil, que será el encargado de elegir al fiscal anticorrupción, al auditor superior del estado y los magistrados del Tribunal de Justicia Administrativa, cargos que, en el resto del país, están en manos del ejecitivo y/o el legislativo.
“El caso Jalisco puede llegar a ser el motor para que se generen cambios en otros ámbitos’’, advirtió Carlos Antonio Villa, analista político de la Universidad de Guajalajara, una de las más importantes del país. “Tenemos a nivel local frutos de la incipiente democracia con una clase política que se ha visto empujada por una fuerte participación ciudadana que demanda más transparencia en el ejercicio público’’.
Entre los políticos que han capitalizado su oído a la ciudadanía se encuentra el legislador independiente Pedro Kumamoto (autor de Sin Voto no hay dinero) quien hizo una exitosa campaña con una cuarta parte de los recursos de sus contrincantes así como el Movimiento Ciudadano, que empujó la ciudadanización del sistema anticorrupción con Enrique Alfaro a la cabeza.
Alfaro (Guadalajara, 1973) es hijo de un ex rector de la Universidad de Guadalajara que se ha caracterizado por deshacerse de líderes que lo han apoyado en su carrera cuando éstos quieren imponerse como ocurrió con el académico Raúl Padilla cuando quiso imponer a su gente en el cabildo de la alcaldía de Atlajomulco (que ganó Alfaro) o a Andrés Manuel López Obrador, quien después lo llamó traidor porque no quiso hacer alianza con Morena.
Los politólogos observan que la fuerza de Alfaro radica en la contundencia que ha tenido para tomar decisiones como echar a los vendedores del Centro Histórico, una medida que no habían querido tomar sus antecesores.
Tiene algunos temas en su contra como el hecho de que en 2016 la capital del estado tuvo récord de asesinatos (aunque ese es un tema compartido con el estado y la federación); o la acusación de acoso sexual de la artista plástica María Fernanda Leaño o la fama de autoritario que le dio la imposición de la obra del escultor Ismael Vargas, quien fusionó la Guadalupana con la diosa azteca Coatlicue y llevó católicos radicales a la protesta.
Con todo, en las encuestas sigue arriba. “Es parte de una clase política está respondiendo al hartazgo ciudadano de los partidos y aunque detrás de Alfaro hay un partido sus antecedentes lo marcan como una persona abierta a escuchar lo que quiere la gente’’.
El fin de semana pasado, cuando anunció sus intenciones de ser precandidato, se montó a un banco, y desde ahí dijo que Jalisco no necesitaría más estrados, ni lonas, ni producciones.
“Vamos a volver a los orígenes’’, dijo.