Rafael Gumucio: Un “galán imperfecto” se pregunta qué significa ser hombre en el siglo XXI
Rafael Gumucio indaga, con humor pero también con ternura, en las dificultades de la masculinidad, el sexo y el amor
El “galán imperfecto” de Rafael Gumucio está en un abismo.
Se va a casar y quiere convertirse en un marido modelo, pero para eso debe resolver un problema grave: su cuerpo rechaza su pene, es decir, no lo defiende de las miles de bacterias y microorganismos que lo atacan y le generan infecciones terribles.
Según el prestigioso dermatólogo que lo trata, este asunto se resuelve con “un corte, un tajito de nada, sacar lo que sobra, compadre, mientras hace el símbolo de la tijera con sus dedos”.
El galán imperfecto va a ser circuncidado y ese es el motor de la última novela del escritor chileno, que nació en Santiago en 1970 y creció en París en el exilio.
Desde hace dos décadas Gumucio ejerce el periodismo, la opinión, escribe columnas, crónicas y novelas.
Las dos anteriores -Mi abuela, Marta Rivas González y Milagro en Haití- estuvieron dedicadas a mujeres. Por eso, en su último libro, lleno de humor negro pero también de ternura, elige un falo enfermo, a punto de ser sometido a una circuncisión, para hablar de lo que significa ser hombre, ser hombre y liberarse de la madre, ser hombre sexual, ser hombre y escoger una pareja.
BBC Mundo conversó con el autor a propósito de su participación esta semana en el Festival Hay de Querétaro, donde dialogará sobre literatura y sobre el humor.
Un cuerpo que rechaza a su pene, ¿esta enfermedad existe, estudiaste el tema?
No lo estudié sino que lo viví. Tuve una enfermedad muy desagradable que se llama Liquen, que es la creación de verdaderas esporas en tu cuerpo.
¿Y el tratamiento que te indicaron fue la circuncisión tal como en la novela?
La cronología es distinta, pero la frase del diagnóstico me la dijo el doctor y pensé: ¡tantos años de psicoanálisis para llegar a esto!
Yo he pensado mucho la relación con mi cuerpo, con mi sexo, porque ha sido siempre problemática y difícil, pero fue divertido y raro que se transformara en un síntoma de rechazo y que el médico me lo dijera de una manera totalmente clínica, nada psicológica ni menos esotérica, sino como algo científico.
¿Lloraste la pérdida?
Claro, porque uno pasa de ser producto de su mamá, a ser producto de un doctor. Algo de tu cuerpo ya está diseñado y se rompe el orden de la naturaleza. Aunque no es algo que ocupe demasiado mi cabeza, sí hay un antes y un después, porque es una forma de marcarte y decir que tu virilidad no es solamente tuya.
Pensé mucho en la circuncisión en el pueblo judío y en otros pueblos, en la manera en que la tribu indica que este pene no es tuyo, es de la tribu y me pareció interesante como tema.
Siempre he pensado que los judíos nos quitaron a los católicos el derecho a la neurosis. Con Woody Allen a la cabeza, son ellos los que tienen madres posesivas y problemas con el sexo, pero la verdad es que los católicos- y yo lo soy- tenemos nuestra buena dosis de problemas con el cuerpo y quise reflejar un poco eso.
Cuando la enfermera lo va a lavar antes de la operación, Antonio, el protagonista, dice“mi sexo tratado por primera vez en su mérito, no como un dios o un pobre diablo”. ¿Qué es al final?
Las dos cosas, lo que tiene el pene es que puede ser algo gigantesco, fuerte y poderoso o ser una pobre cosa piñufla sin ningún poder. Creo que lo que más impresiona es ese potencial proteico, la posibilidad de transformarse.
El libro habla de cómo se construye la masculinidad.
Era un tema que tenía pendiente y me interesó crear a un macho beta o zeta, que reproduce las mismas mecánicas de un macho alfa pero usando la debilidad como arma.
Es una especie de extorsionador sentimental que usa su potencia, o su falta de ella, como un medio para conseguir todo lo que quiere. Y aunque quise escribir una obra sobre hombres, la mayoría de los personajes son mujeres.
¿Son ellas -madres, hermanas, amigas, novias- las que van definiendo la masculinidad?
En mi caso es así y en la novela es aún más.
Antonio no tiene ninguna relación que no sea con mujeres, es un hombre para las mujeres y un amante sin sexo.
Si bien es una sátira que lleva al extremo experiencias que son reales o que yo he vivido, la forma en que está escrita deja claro que no es una novela realista. Podría ser una enorme fantasía que sucede en la cabeza del personaje.
¿Existe el galán en estos tiempos?
Es muy difícil que se le permita existir: hay discursos en contra del galán y a favor de un nuevo tipo de masculinidad, pero tengo dudas de que sea real. Creo que el galán clásico todavía tiene mucha salida.
¿Cómo describirías al galán clásico?
El tipo que se hace cargo, que está ahí, que no piensa demasiado. No resuelve las preguntas, pero sí los problemas. De John Wayne a Cary Grant, pasando por James Stewart, son distintas variables de lo mismo, pero tengo dudas sobre quiénes son los galanes de hoy, tal vez el de 50 sombras de Gray, que es un sadomasoquista pero de gran corazón. Un traumado. Es la figura perfecta, un tipo que azota, golpea, amarra y al mismo tiempo es una víctima, pero puede hacer todo lo que haría un victimario.
¿Las mujeres queremos eso?
Por lo menos ese libro ha vendido muchísimo más que el mío.
Se teoriza bastante sobre de la pérdida de la virginidad de las mujeres, pero ¿cómo es esa primera vez para los hombres?
Es horroroso, tremendo. Todo lo que tiene que ver con el sexo, tiene que ver con la metamorfosis, con transformaciones dolorosas y complejas, porque tú eras de una manera y a los 14 años eres otro.
Ocurre en la amistad entre niños y niñas, porque llega un momento en que tienen que desconfiar o mirarse distinto, cambiar su relación y es traumático. Es la pérdida de la persona que fuiste y eso es difícil.
¿Tener que crecer?
Sobre todo porque no ocurre juntos. La mujer crece antes y es con sangre, con la menstruación y no puede hacerse la loca.
En el hombre no está claro, hay señales, la manzana de Adán, el pelo, algunas cosas, pero el límite es mucho más difuso, por eso los hombres permanecen siendo niños mucho tiempo más, incluso eternamente.
El concepto de galán imperfecto, lo robaste de un verso de Nicanor Parra y has escrito una biografía personal del antipoeta chileno, ¿era él un galán?
Él inventó el término y era un galán bastante imperfecto.
Las mujeres insisten de manera pertinaz en que a ellas no les importa el aspecto físico y realmente sí les importa.
Parra era extraordinariamente buenmozo, muy varonil y de un tipo físico y mental que producía una gran atracción.
¿Qué pasa cuando el galán no cumple el canon físico?
A diferencia de las mujeres, los hombres no tenemos vocabulario para expresarlo.
Lo mismo con la violencia. Estamos conscientes de que las mujeres la sufren a diario, pero nadie habla de la violencia contra los hombres. A no ser que seas Bruce Willis, no sales a la calle tranquilo, sabes que te pueden golpear, matar.
No es un concurso de quién sufre más, porque eso no tiene fin y los que sufren más son los pobres a fin de cuentas.
Pero muchas cosas no son nombradas, en lo que significa ser hombre, porque se supone que hay un amasijo de privilegios, que no son tales.
Cuando tienes que estar con compañeros de curso que te van a patear el trasero y vas ser permanentemente humillado, burlado y tratado como una escoria, porque no eres como ellos, no entiendo de qué privilegio me hablan.
Sin embargo, hace poco tuviste que pedir disculpas públicas por calificar las tomas y marchas feministas en Chile como “movimientos de mujeres más bien solteras, sin hijos ni demasiados problemas económicos ni sociales…”. Incluso alumnas de la Universidad donde enseñas pidieron tu salida.
Pedí disculpas por el tono en el que hablé, porque evidentemente es un movimiento que involucra mucho dolor y traumas y yo hice una crítica más bien política e ideológica, sin tomar en cuenta ese aspecto.
Pero sigo opinando lo mismo y un poco más todavía.
¿Es un suicidio opinar críticamente sobre este tema?
Es difícil hacerlo sobre cualquier tema que involucra a gente a la que no le gustan los toros, el boxeo, la caza de elefantes o rinocerontes, pero adora la destrucción de personas.
Es complicado hablar en ese clima de caza.
Salen tus opiniones o las mías, que pueden ser bastante polémicas, en medios que deforman, desinforman o simplemente descontextualizan lo que dices; entonces tienes de defenderte de tus opiniones y de una serie de infundios que no tienen nada que ver con tus ideas.
Siempre es peligroso entrar a alimentar una especie de máquina de desprestigio, que además no siente ningún placer por el debate.
¿Te calificas como un galán imperfecto?
Diría que más imperfecto que galán.
¿Cómo aceptaste tu propio cuerpo?
Hay quienes no tienen problemas con el cuerpo, yo sí los tengo. Al final es una dificultad con la muerte, porque es el cuerpo el que se muere.
El cuerpo es un recordatorio permanente de que uno va a morir, de que la muerte existe y me cuesta todos los días admitirlo.
¿Tiene más que ver con eso que con un cuerpo que no es tan perfecto como quisieras?
Mi cuerpo es bastante perfecto, pero tiene un defecto que es engordar, y la gordura y la pérdida de pelo me recuerdan que voy a morir. Aparte de eso no tengo complejos. Soy bajo, pero creo que ser bajo es mucho más inteligente que ser alto y mi cuerpo no está mal hecho para lo que yo hago.
Si quisiera jugar básquetbol, quizás, pero para escribir y leer, mi cuerpo me basta y sobra.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad mexicana entre el 6 y el 9 de septiembre de 2018.