La pornografía acaba con el deseo

Somos individuos libres y autónomos, algo imposible de lograr en la pornografía, que es una mala caricatura de la relación sexual

En la pornografía no existe reciprocidad, ni "encuentro" con el "otro" y por ende, no hay lugar para la afectividad./Shutterstock

En la pornografía no existe reciprocidad, ni "encuentro" con el "otro" y por ende, no hay lugar para la afectividad./Shutterstock Crédito: Shutterstock

La pornografía es un negocio que genera millones de dólares y nos invade por todas partes. Sin embargo, hay que mirar la pornografía de forma crítica, aprender a distinguir lo que es y cuáles son sus consecuencias.

Estoy en contra de la represión y el dogmatismo, sobre todo en el área sexual. El dogma y la represión han influido muy negativamente en la educación sexual en el mundo y ya vemos las consecuencias: embarazos no deseados, suicidios, abuso infantil, infecciones sexuales, violaciones, parejas que no funcionan, etc.

No pretendo que se prohíba la pornografía, ni culpar a quien la consuma. Es necesario informar, educar y respetar la libertad del otro. Siempre y cuando no olvidemos que “el respeto al derecho ajeno es la paz”.

La pornografía revela de forma clara nuestra relación con el cuerpo, con el deseo, con uno mismo y con el otro ser humano con quien nos relacionamos o tenemos sexo. Como bien dice mi profesor del doctorado en sexualidad, José Luis Castillo, la sexualidad no puede ser separada de la afectividad.

En la pornografía no existe reciprocidad, ni “encuentro” con el “otro” y por ende, no hay lugar para la afectividad. La sexualidad es comunicación verbal profunda con el “otro”, es relación con otro guiada por los vínculos de afecto, y es ese vínculo el que mantiene y nutre el deseo. La intimidad, el respeto, el compromiso, la igualdad, la simetría en la pareja, la justicia relacional y la reciprocidad, son fundamentales para que exista el deseo. En una relación de pareja somos personas en una relación significativa con otro ser humano, no somos cosas, somos sujetos.

Somos individuos libres y autónomos, algo imposible de lograr en la pornografía, que es una mala caricatura de la relación sexual. En la pornografía no existe la reciprocidad, ni la afectividad, mucho menos la libertad, y el respeto a la dignidad del “otro”. Por el contrario, la pornografía es un espacio de dominación, anulación de la libertad del otro, el sexo no relacional, sin intimidad, ni vínculo alguno. Es el uso del otro como un objeto para obtener placer, por lo que el deseo se va por una ventana.

Muchos creen que la pornografía despierta el deseo, pero nada más lejos de esta realidad. Desear es anhelar algo fuertemente. Es la esencia del ser humano, el motor que nos mueve y nos da sentido en la vida. La gente desea a personas con ciertas características, de ahí que hoy sepamos cómo influyen las relaciones de los padres y entre los padres en los objetos de “deseo” en su futuro. O sea, nos enamoramos de acuerdo a esa relación con papá y entre nuestros papás.

Es virtualmente imposible que la pornografía mantenga el deseo, más bien lo ayuda a desaparecer. Solo una verdadera relación de intimidad y de justicia relacional contribuyen a mantener el deseo sexual. Eso no se resuelve con una pastillita, ni con una película o foto pornográfica.

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