Editorial: Contra los fusiles de asalto
Nada impide que alguien tome un arma de asalto que tiene legalmente en su poder y salga a matar gente
El incidente en Filadelfia, ayer, en que un individuo hirió a seis policías antes de entregarse tiene muchas lecturas. Pero el uso de un arma de asalto por el sospechoso es el único elemento que enlaza este hecho de sangre con las recientes matanzas que dejaron más de 30 muertos.
Por fortuna no hubo fatalidades en Filadelfia cuando Maurice Hill recibió a balazos a la policía que ingresó a un domicilio realizando un operativo antidrogas. La suerte, la reacción rápida de los agentes, la paciencia de las autoridades permitieron que el episodio concluyera sin muertos, pese a que Hill tenía en su poder un fusil AR-15 y varias pistolas.
Para el presidente Donald Trump el problema es que Hill nunca debió haber sido puesto en libertad, por su largo prontuario criminal, que incluye seis condenas por posesión ilegal de armas, venta de drogas y agresión agravada. El caso cabe perfecto en su discurso de mano dura policial contra el crimen.
Otros comentaron sobre lo peligroso que es ser policía. Después aprovecharon la ocasión para reflexionar sobre lo injusto que son las quejas por abuso de autoridad y violencia policial en contra de los agentes. Como si uno tuviera que ver con lo otro.
Tanto la Casa Blanca, como los amigos de las fuerzas policiales, ignoran que la amenaza no es que Hill haya estado libre, sino que haya tenido en sus manos un arma de guerra con un poder mortífero. Ese fusil provino de algún lugar. Es natural pensar que fue fabricado y vendido legalmente en algún momento, y que quizás fue perdido o robado a quien alguna vez tuvo derecho a la tenencia.
Recalcamos: el peligro principal no es la falla en el sistema de libertad condicional, que la pudo haber, para que Hill estuviera libre, sino su fácil acceso al fusil. La amenaza no es que Hill regrese a la calle, sino que mañana otra persona, por los motivos que sean, tome un arma similar que tiene legalmente en su poder y salga a matar gente. Eso es precisamente lo que ocurrió hace unas semanas en El Paso y en Dayton.
Este incidente pudo terminar en masacre de policías. Eso debería motivar al líder de la mayoría republicana del Senado, Mitch McConnell, para considerar con urgencia medidas sobre las armas que devienen de las conversaciones entre senadores. En cambio, su estrategia es dejar pasar el tiempo para que la opinión pública olvide el tema.
Es necesario no vender armas a gente que puede ser potencialmente peligrosa. Pero además hay que sacar de circulación los fusiles de asalto que no deben estar en manos civiles.
Entre 1994 y 2004 era ilegal fabricar este tipo de armas. Se hizo una vez y es hora de hacerlo de nuevo. Las autoridades policiales favorecen prohibir estas armas, y la mejor manera de respaldar a la policía es quitarlas de circulación.