Abordar la seguridad fronteriza de EEUU a través de la asociación económica con Centroamérica

Un ensayo de Matthew Rooney, Director General de la Iniciativa de Crecimiento Económico del Instituto Bush-SMU

Muro fronterizo

Muro fronterizo Crédito: EFE/Archivo

Las imágenes desgarradoras de niños y familias desesperados de Centroamérica que huyen de los crímenes violentos y arriesgan sus vidas para entrar a los Estados Unidos han producido un debate inadecuado entre los estadounidenses. La izquierda se tirenlas manos cómo para decir, “toda la situación es nuestra culpa y tenemos que arreglarlo”, mientras que la derecha expresa bruscamente que, “ellos mismos se tendieron la cama”.

La complicada verdad

Como de costumbre, la verdad es más complicada de lo que a cualquier lado le gustaría creer. La buena noticia es que los Estados Unidos no es el único que lucha contra este problema; de hecho, tenemos socios razonablemente eficaces en los propios centroamericanos para abordarlo.

Todos los países centroamericanos han sido naciones soberanas durante dos siglos, y todos han tenido democracias en funcionamiento con economías impulsadas por el mercado durante tres décadas o más. Como resultado, tienen la responsabilidad final de las condiciones sociales, políticas y económicas de sus países.

Al mismo tiempo, los Estados Unidos han estado profundamente comprometidos con esos países durante décadas. El primer viaje fuera de los Estados Unidos por un presidente estadounidense fue a Panamá en 1906, cuando Theodore Roosevelt fue a inspeccionar la construcción del Canal. Usamos la asistencia para el desarrollo para alejar a los centroamericanos del comunismo en la década de 1960. Luchamos guerras de poder contra Cuba y la Unión Soviética allí en las décadas de 1970 y 1980. Utilizamos de nuevo la asistencia para el desarrollo para fomentar la plena aplicación de la reconciliación posterior al conflicto en los 1990s. Y utilizamos la perspectiva de acceso al mercado estadounidense para fomentar la adopción del libre comercio en los 2000s.

El acogimiento al libre comercio es especialmente importante para la región. La política comercial de los Estados Unidos desde la administración de Reagan se base en la idea que el comercio, incluido el comercio más libre entre los países en desarrollo, es una mejor herramienta para el desarrollo económico que la dependencia de la cooperación financiera internactional. El Tratado de Libre Comercio República Dominicana-Centroamérica, conocido como CAFTA, negociado por la administración del presidente George W. Bush, es el esfuerzo más desarrollado por los Estados Unidos para poner en práctica esta idea.

Todos los países socios han mostrado un compromiso firme con las reformas de sus economías necesarias para de aprovechar plenamente del acuerdo, pero su estancamiento desafía la sabiduría del enfoque estadounidense. Debemos demostrar que funciona.

A lo largo de los años, también hemos dado puerto seguro a millones de centroamericanos que huyen de la guerra civil y los desastres naturales. Esas personas en la mayoría de los casos trabajaron duro, obedecieron la ley y se convirtieron en miembros de la comunidad estadounidense, como lo han hecho los inmigrantes en este país durante más de dos siglos. Hoy en día, ellos, sus hijos y sus nietos son ciudadanos y contribuyentes – y votantes a los que los miembros del Congreso deben prestar atención.

Más recientemente, hemos deportado a miles de jóvenes que habían cumplido condena en la cárcel en los Estados Unidos. Al hacerlo, trasplantamos bandas callejeras notorias como MS-13 desde Estados Unidos a la región, donde se han transformado en a una amenaza para el orden público.

Realmente no importa si los problemas que enfrentan los países de Centroamérica son nuestra “culpa” o su “culpa”. El hecho es que la seguridad de nuestras fronteras y nuestras comunidades está en juego en cómo se resuelven.

Romper un círculo vicioso con el crecimiento impulsado por soluciones prácticas

Los desafíos son desalentadores. La región sigue atrapada en un ciclo de debilidad institucional, pobreza persistente e inestabilidad política. La delincuencia ha subido a tasas intolerables debido a un círculo vicioso de escasas oportunidades educativas, desempleo, desintegración familiar y una débil cultura de estado de derecho. La competitividad se ha visto afectada debido a la burocracia, la corrupción y la inseguridad. Esta inestabilidad en nuestro perímetro de seguridad extendido impulsa la inmigración y reduce las oportunidades de crecimiento para los EE.UU.

Para romper este círculo vicioso, Estados Unidos necesita que la región desarrolle y persiga una agenda de crecimiento a largo plazo que impulse la creación de empleo. A su vez, eso ayudará a drenar el apoyo a las pandillas, detener la migración y la desintegración familiar, y renovar el apoyo a la democracia y a los mercados libres.

En un esfuerzo por alentar el surgimiento de una agenda de crecimiento, el Instituto Bush creó el Proyecto para la Prosperidad Centroamericana (CAPP) en 2018. En el centro del enfoque de CAPP hay un grupo de trabajo que reúne a 30 líderes de Guatemala, El Salvador y Honduras, incluyendo líderes que resolvieron los conflictos civiles, líderes que /negociaron el CAFTA y jóvenes líderes emergentes. La mitad del grupo son mujeres, y una tercera son menores de 35 años. Los participantes representan negocios, política, academia, periodismo y sociedad civil.

Durante las discusiones iniciales del grupo, quedó claro que los desafíos dominantes de la región son la corrupción y la informalidad. La corrupción cubre la gama desde sobornos menores como evasión a las multas de tránsito a la evasión fiscal – hasta desfalco de fondos en los contratos gubernamentales. La informalidad se refiere a empresas que no están registradas para evadir los impuestos y el cumplimiento de las regulaciones de salud y seguridad, los requisitos de salario mínimo y los pagos de salud pública.

El grupo convino en que un uso más amplio de las tecnologías digitales reduciría la corrupción haciendo casi imposible el fraude fiscal y aduanero. Las tecnologías digitales también reducirían la informalidad al facilitar y hacer menos costoso el cumplimiento de los requisitos de registro.

Basándose en estos debates, así como en fuentes académicas y de otro tipo, en mayo de 2018 el Instituto Bush instó a los gobiernos, sectores privados y sociedades civiles de los tres países a trabajar juntos para desarrollar e implementar una estrategia digital regional que promueva servicios móviles para el acceso a los servicios gubernamentales y financieros de toda la región. Esta propuesta fue bien recibida en toda la región y por el gobierno de los Estados Unidos, el Banco Interamericano de Desarrollo y otras partes interesadas.

En los meses restantes de 2019, estamos trabajando con nuestra red para organizar una serie de talleres en la región para reunir a los inversionistas del sector financiero y de telecomunicaciones junto con la sociedad civil y los responsables políticos para identificar los impedimentos políticos al desarrollo de servicios móviles y elaborar planes nacionales de aplicación. Nos ha alentado el compromiso de los gobiernos, de los sectores empresariales y de la sociedad civil de la región.

Por supuesto, los desafíos de la región van mucho más allá de los servicios digitales. El valor de la propuesta de la agenda digital no es que aborde todos los desafíos, y ciertamente no que pueda restaurar la confianza social y el estado de derecho. Pero la experiencia de otros países –Corea del Sur y Kenia, por nombrar dos– sugiere que puede ser eficaz para reducir la corrupción y la informalidad. Y, tal vez lo más importante, representa un compromiso de una amplia e influyente red de líderes centroamericanos a la difícil labor política de impulsar reformas que fortalezcan los cimientos de la prosperidad futura.

Los elementos de una política exitosa están en su lugar: una estrategia práctica que hace un pago inicial en las reformas necesarias para poner a Centroamérica en una trayectoria de crecimiento más robusta e inclusiva, y una red de socios centroamericanos comprometidos a implementarla. Con el paciente apoyo estadounidense, podemos estar seguros del resultado.

Matthew Rooney
Director General de la Iniciativa de Crecimiento Económico del Instituto Bush-SMU

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