El proyecto del college se gradúa como empresa
El joven dominicano Hector Castillo crea una marca de café, Don Carvajal, que ya llega a 22 supermercados de Nueva York.
Hector Castillo dice que cuando tenía 16 años se empezó a desinteresar por la escuela. No se metía en líos pero encontró desmotivados a sus profesores en El Bronx y tampoco se involucró en sus estudios. Su madre decidió darle una lección. Le llevó a la República Dominicana, a Baní, el lugar de donde salió con destino a Nueva York cuando tenía ocho años. Cuando Castillo le pidió algo de dinero para un refresco ella le dijo que lo ganara en el campo de cebollas de su tío.
Recogiendo cebollas se dio cuenta de dos cosas. La primera que no iba a ganar mucho dinero trabajando de sol a sol. La segunda era que había muchas personas que estaban allí tratando de ganarse la vida con mucho esfuerzo mientras él tenía en Nueva York muchas oportunidades que solo en ese momento supo apreciar.
Cuando volvió, seis meses después, no perdió un minuto en recuperar el tiempo perdido en los estudios con la idea de llegar a la Universidad. Partía de una situación de mucha desventaja pero cogió el ritmo para terminar siendo estudiante de honores.
Con becas cursó dos años estudiando negocios en CUNY y en 2018 se matriculó en la Universidad de Rochester tras conseguir la beca Kaplan. En el primer año en el norte del estado se tomó tan en serio un proyecto de clase que ahora, a los 23 años ha puesto en marcha su propia compañía de importación, tueste y venta de café, Don Carvajal Café.
Se trata de una empresa que apenas tiene meses y que opera él solo aunque buenos amigos le ayudan cuando lo precisa. Tiene el café que importa de Colombia, la República Dominicana y Haití en un colectivo en Long Island City (Queens) donde tuesta el café todos los lunes y cuando es necesario desde hace unos meses.
En Don Carvajal, un homenaje a su abuelo materno, hay muchas horas de trabajo para llegar, de momento, a 22 supermercados, una cafetería en Brooklyn y tres restaurantes.
Es el arranque de un proyecto que estaba destinado a obtener un grado a fin de curso.
¿Por qué café?
Por curiosidad. Conoció en la oficina de su hermano a un hombre al que no le había ido bien el negocio de la importación de un café y se quedó con la intriga de saber más. Cuando volvió a las clases tras las fiestas de fin de 2019 asignaron a la clase un proyecto de mercadeo alrededor de una marca. En vez de interesarse por una ya establecida, Castillo decidió dar respuesta a su curiosidad.
“Investigué mucho. Hablaba con empresas, buscaba a gente en LinkedIn que bregara con el café, mandaba mensajes a la gente del sector diciendo que tenía este proyecto de estudios y que quería saber cómo hacían. Algunos me hacían caso, otros no. Si me daban una llamada de 30 minutos yo hacía preguntas”, explica Castillo. Él estaba al frente del equipo de clase con cuatro estudiantes que tenía que hacer un plan e negocio, mercadeo, obtener proyecciones financieras.
“Mis compañeros estaban de acuerdo con el proyecto para el que tenía la ida de producto, marca, logo…mi meta era hacer una marca de café”, dice con entusiasmo de un trabajo que les ocupó de enero a mayo de 2019.
$250 y 10 minutos
En abril registró la marca como empresa. “Lo miré en Internet y vi que no se necesita abogado o miles de dólares y que para registrar una empresa se necesitan $250 y 10 minutos”, dice sonriendo.
Castillo pidió una beca para ayudarse con el negocio. De los $500 que solicitó le dieron 200 y el añadió $50 suyos para comprar 50 libras café verde (ecológico) de Costa Rica. Lo recibió en su habitación de la Universidad en Rochester.
Un día participó en un concurso para estudiantes tipo Shark Tank en el campus, “What´s your big idea?”. Se presentó sin producto pero con el el logo y los planes, uno de los jueces contactó con la empresa a la que la Universidad le compraba el café, Java Coffee y estos le abrieron as puertas para tostar el café y enseñarle cómo empaquetar y las reglas. Allí empezó con las 50 libras que había comprado (42 tras el tueste) y que se vendieron en el mercado del campus en muy poco tiempo.
Castillo se animó y siguió comprando café con lo que ganaba para venderlo a través de redes sociales. “Yo decía que tostaba el martes y si me mandaban un pago por el medio que sea se lo mandaba a casa. Vendí unas 50 fundas de café en redes sociales”. Siguió comprando café con lo ganado y abrió la página en Internet.
“Tenía tres tarjetas de crédito y $500 ahorrados. Lo puse todo en ello y reinvierto todo, cada dinero que gano lo gasto en la máquina y en pagar las deudas de la tarjeta chin a chin. Mi crédito va hacia arriba, nunca llego tarde a un pago”.
En mayo volvió a la ciudad de Nueva York a hacer una pasantía y seguía comprando café. Lo mandaba a Rochester para tostarlo y seguir vendiendo.
Fortuitamente en ese verano se encontró con un amigo cuyo padre tiene supermercados y le propuso hacer una demostración. “Mi enfoque no era el supermercado sino las cafeterías pero me di cuenta que casi todas tienen contratos en exclusiva con el distribuidor del café y tienen la máquina de expreso porque ellos se la dan”, cuenta al explicar sus dificultades. Así que tomó la oportunidad y llevó su café. Lo dio a conocer en el Urban Market de Long Island City como le recomendó el amigo.
“Vendí tres cajas ese día, cuando como mucho esperaba vender una y me pidieron seis cajas más”. “Mi café es recién tostado, por eso gusta”, aclara.
Este fue el primero de los supermercados pero no el último porque este joven se levanta los lunes a las 2.00 de la mañana para tostar café desde las 4.00 y luego empaquetarlo, venderlo y buscar nuevos clientes y ese trabajo está rindiendo sus frutos.
Ahora ha tenido que tomar decisiones. En vez de tostar en Rochester Castillo se unió al colectivo de tueste de café en Queens y se ha tomado una pausa en los estudios para terminar de dar el empuje a Don Carvajal Café. Su idea es que le transfieran a Nueva York para acabar el año que le queda y poder hacer todo desde la ciudad.
“Mi meta es tener 100 supermercados y más cafés y restaurantes. De hecho me gustaría abrir mi coffee shop y mi propio lugar de tueste”, dice admitiendo que aún tiene que pensar más en ello. De momento lo que también quiere hacer es acabar sus estudios. “Soy el primero de mi familia en la universidad y tengo sobrinos para los que quiero ser un ejemplo y ayudar”.