Viagra y no hablar con mujeres para evitar ser “afeminado”: Así pretendían que este hombre dejara de ser gay
Mathew Shurka es un estadounidense que pasó por cuatro terapeutas que no pudieron eliminar su atracción por los hombres. Hoy, es un activista que lucha por erradicar estos tratamientos en el mundo
Mathew Shurka tenía 16 años cuando decidió confesarle a su padre que era gay. Muerto de miedo, tenía la certeza de que “el hombre que más admiraba” lo aceptaría.
“Te quiero y te voy a ayudar”, le respondió su progenitor. La “ayuda” vino en forma de terapias que prometían “curarlo” de la homosexualidad.
Entre 2004 y 2009, el estadounidense pasó por cuatro terapeutas y un campamento de “conversión”, fue obligado a tomar viagra para relacionarse con mujeres, se deprimió y pensó en suicidarse.
“Mi padre no es religioso. Solo pensaba: ‘Mi hijo no va a sobrevivir en este mundo como un hombre gay'”, afirmó Shurka a la BBC.
Terapias de reversión sexual como esta están prohibidas en varios países. Brasil era uno de ellos desde 1999. Hasta esta semana.
El juez federal de la 14ª Jurisdicción del Distrito Federal, Waldemar Cláudio de Carvalho, autorizó el pasado lunes una medida cautelar que permite a los psicólogos de todo el país ofrecer este tipo de tratamientos.
El Consejo Federal de Psicología los había vetado en 1999.
La decisión del magistrado causó polémica, aunque puede modificarse en instancias superiores.
Su origen se encuentra en la petición de una psicóloga interesada en dar a sus pacientes servicios de “cura gay”.
La Organización Mundial de la Salud retiró hace casi 30 años la homosexualidad de la lista internacional de enfermedades.
En Estados Unidos, existen leyes que prohíben la “cura gay” en nueve estados y la capital, Washington D.C. En el resto del país en cambio, estos tratamientos son legales.
Shurka pertenece a una familia de tradición judía y se crió en una pequeña ciudad conservadora cercana a Nueva York. Nunca había conocido a una persona abiertamente gay ni parejas de un mismo sexo.
“Mi padre me decía que iba a sufrir mucho y eso me daba miedo: ya había empezado la escuela y sentía mucha presión para que me relacionara con chicas”, recordó.
“Cuando un hombre que yo amaba y en el que confiaba me dijo que había una solución para eso, le creí “.
Todos los terapeutas contratados por la familia durante esos cinco años eran profesionales graduados y colegiados.
“Eso le daba más credibilidad al tratamiento. Para mi padre, era la oportunidad de darme la vida que él imaginó”, explicó.
El primer terapeuta le dijo que su orientación sexual era fruto de un trauma de infancia.
“Pero tuve una infancia maravillosa, no podía recordar ningún trauma. Acabé inventando recuerdos de cosas que no habían pasado. Me enfadé con mi madre por no haberme creado lo suficientemente masculino”.
Viagra
Como parte de la terapia, le prohibieron que hablar a con mujeres para evitar volverse a feminado y, por el contrario, le ordenaron que conviviera más con hombres para hacerse más ‘varón'”.
Como resultado, pasó tres años sin conversar con su madre y hermanas. “Les volteaba la cara, literalmente”, afirmó.
Su madre comenzó a rechazar la terapia de “conversión”.
“Llegó a decirme: ‘Hijo, eres gay. No tienes ningún problema, te quiero’. Pero yo tenía mucho miedo y, como la culpaba a ella de mi homosexualidad, su aceptación sólo empeoraba las cosas”, explicó.
El primer tratamiento no hizo mucho efecto, así que Shurka y su padre buscaron otro profesional en Los Ángeles, al otro lado del país. Viajaron a la ciudad sólo para conocerlo y el resto de la terapia se realizó por teléfono.
“En un principio, una vez por semana. Pero después, casi todos los días”, explicó.
“Al inicio, sentía que estaba funcionando. Hice muchos amigos hombres y estaba listo para relacionarme con las mujeres. Había inventado mi heterosexualidad”.
Sin embargo, la atracción por los hombres no había desaparecido.
Le comenzó a ir mal en la escuela, tener crisis de ansiedad e ir al hospital con frecuencia pensando que estaba sufriendo un infarto.
Admitió entonces a su terapeuta que no estaba consiguiendo tener relaciones con mujeres.
“Llamó a mi padre y juntos decidieron que debía tomar viagra. Tenía 18 años, era un chico sano, y pasé a tomar viagra cuando salía con chicas”.
Intervención
Shurka se enamoró a los 19 años de un hombre e intentó conquistarlo. Su terapeuta intervino otra vez: él y su padre abordaron al joven y lo espantaron.
“Yo llamaba por teléfono a mi terapeuta y lloraba. Le preguntaba por qué era gay y por qué mi pareja me había dejado. Mi psicólogo fingía no saber qué había pasado”.
Ocho meses después, su exnovio le contó lo que su padre y el terapeuta habían hecho. Esto fue lo que le motivó a romper la relación con su progenitor y ese terapeuta, de quien se había hecho dependiente: “Yo lo quería, le creía y confiaba en él”.
Shurka volvió a hablar con su madre, que lo convenció para que asista a una terapia normal.
“Era mucho mejor, pero no importaba qué tan buena fuera, yo sentía que no estaba esforzándome lo suficiente. Es taba convencido de que la homosexualidad era una elección y que era culpa mía”.
Por voluntad propia, entró y salió de otros 2 tratamientos que ofrecían la “cura gay”.
“A los 20 años, sin conseguir terminar la universidad, estaba confundido y entré en una depresión profunda. Engordé 30 kilos. Pasaba días sin salir de mi apartamento. No me gustaba nada de mí mismo y me cortaba, pensando en suicidarme”, confesó.
El joven llegó a pasar un fin de semana en un campamento de curación gay, donde unos 60 hombres estaban obligados a recrear los casos de abuso sexual que supuestamente los habían llevado a la homosexualidad.
A los 21 años, Shurka se trasladó a Manhattan, en Nueva York, donde trabajó como camarero en un restaurante gestionado por una lesbiana. “Era una mujer fuerte que me inspiró mucho.”
También conoció a muchos hombres gays exitosos que frecuentaban el restaurante.
“Básicamente, estaba viendo por primera vez que todo aquello era normal”, aseguró. Volvió a frecuentar terapias, pero, esta vez, regulares. Aunque se le hizo muy difícil confiar en los profesionales otra vez.
Aceptación
Dos años después, en 2012, Shurka salió del armario, aún muy inseguro y temeroso de cómo reaccionarían los demás.
Asistió a un curso para el desarrollo personal que le convenció de que tenía que hacer las paces con su padre y el terapeuta.
“Tras 5 años sin dirigirle la palabra, durante los cuales había tenido que procesar su divorcio con mi madre, fui a hablar con él. Cuando le volví a decir que era gay y que estaba feliz con eso, me repitió el discurso de que yo iba a ser infeliz, que iba a sufrir. No le creí”, contó.
“Pero le respondí: ‘Papá, no tienes de qué preocuparte. Todo va a estar bien, voy a vivir una vida maravillosa’. Y lo aceptó”.
Hoy, asegura que su padre es uno de sus mejores amigos. Le pidió disculpas por haberlo llevado a terapias de “curación gay” y hasta lo acompañó al desfile del orgullo gay este año.
Shurka también se reencontró con el terapeuta que le había prometido “curarlo”, que le administró viagra y que interfirió en su relación cuando tenía 19 años. “Lloró y admitió haber tratado a otros 13 niños . Me dijo que ninguno se había ‘curado'”.
El terapeuta, según afirmó, se arrepintió y dijo no creer más en la “cura gay”.
Shurka tiene hoy 28 años y se ha convertido en un activista contra la terapia de reversión sexual en Estados Unidos y en todo el mundo. Lidera la campaña “Born Perfect” (“nacido perfecto”, en español).
Según él, la mayoría de las personas que acaba en tratamientos de este tipo son adolescentes, hijos de padres asustados que ven en la terapia una solución.
Y estos tratamientos, para Shurka, multiplican las posibilidades de suicidio entre la población gay .
“Incluso después de salir del armario, las personas que pasan por la ‘cura gay’ han sido tan abusadas psicológicamente y tienen tantos traumas, que todavía tienen dificultad para aceptarse a sí mismos”, dice.
Él mismo sufre de ansiedad y aún se está curando de los años de terapias que sufrió. “Pero estoy rodeado de personas que me aman y me apoyan”, puntualizó.