A tres años de la desaparición de 43 estudiante de Ayotzinapa, sobreviviente sigue en estado vegetal
Las autoridades mantienen abierto el caso
TIXTLA – Tendido en una cama de hospital, en estado vegetativo, Aldo Gutiérrez resiste. Desde que entró en coma por el tiro en la cabeza que le dieron la noche del 26 de septiembre de 2014, el joven ha manifestado avances, aunque sus familiares dicen que la atención que se le ha dado es insuficiente.
Aldo es una de las víctimas de los ataques que sufrieron los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en el municipio mexicano de Iguala y que se saldaron con la desaparición de 43 jóvenes y la muerte de seis personas.
Tres años después de la tragedia, Ulises Gutiérrez asegura a Efe que su hermano, ingresado en un hospital de Ciudad de México, se mantiene “estable”.
“Según los médicos, se encuentra en un estado vegetativo, en el que depende mucho de los cuidados médicos que le estén dando de enfermería”, afirma.
Los gestos que realiza Aldo son muy limitados. La familia ha percibido cómo mueve ligeramente las manos y la cabeza o bosteza.
Desde el sureño estado de Guerrero, su familia realiza, de dos en dos, viajes de siete horas hasta la capital para cuidar del joven. Nunca lo han dejado solo.
Le ayudan a hacer terapia, le ponen la música que más le gustaba y le dan sus alimentos favoritos. También le hablan de “cómo era antes” del ataque, y de cómo es su familia, para “que tenga un poco más de conciencia”.
“Lo que queremos es que él se recupere, que el esté bien”, sintetiza su hermano, de 29 años.
Cuando recibió el tiro en la cabeza, Aldo perdió un tiempo precioso. Ulises relata que estuvo una hora tirado en el asfalto hasta que lo llevaron al hospital.
“Perdió mucho tiempo, mucha sangre, no lo atendieron como se debe y el hospital no estuvo capacitado para darle esa atención”, siendo un paciente de prioridad alta.
Fue un momento impactante para la familia, que además sufrió porque algunos medios de comunicación manejaban la información de que Aldo estaba muerto.
Ulises señala que las autoridades no saben dar atención a las víctimas que sufren situaciones especiales como las de su hermano y que, además, les han “dado largas” para proporcionarle las atenciones necesarias, como ciertas medicinas.
“Las dependencias lo hacen todo, pero tarde; lo hacen poco a poco con la exigencia de nuestros representantes”, destaca.
Como familiares, comenta, han visto que “Aldo tiene que llegar a casa, no puede estar todo el tiempo en el hospital”. Pero esto solo podría suceder si se cumplieran todas las condiciones necesarias para que esté bien atendido, matiza.
La imagen de Aldo durante estos tres años no ha conseguido borrar la que permanece en la memoria de Ulises: la de un joven alegre y atlético, al que le gustaba hacer ejercicio, jugar al fútbol y estudiar.
Reconoce que en su familia les puede la angustia cuando piensan: “¿Cómo es posible que siendo un muchacho talentoso, que llega a una escuela a superarse, le trunquen su vida, que el Gobierno le trunque su vida como si no hubiera pasado nada?”.
Y es que, en ese sentido, los seres queridos de Aldo sufren lo mismo que los padres de los 43 estudiantes desaparecidos: no tener ni verdad ni justicia.
Lo que ocurrió esa noche continúa siendo una incógnita después de que expertos internacionales echaran abajo la versión de los hechos proporcionada por el Gobierno mexicano -que indicaba que los jóvenes fueron entregados por policías a criminales que les asesinaron e incineraron-, mientras la impunidad sigue visible.
“Estuvo muy mal que el Gobierno haya hecho ese tipo de acciones, que haya reprimido con balas a los estudiantes, inclusive a mi hermano, y dejarlo en el estado en que está”, argumenta Ulises.
Por eso, la familia considera que es momento de que las autoridades sean claras: “A tres años, no hemos tenido ninguna justicia, ni hemos tenido respuesta a nuestras peticiones”.