La reunión de capos descubierta en Nueva York por accidente
Hay encuentros inesperados que cambian la historia
– Cuándo se convirtió en miembro de esta organización
– 1930
– Cuál es el nombre de la organización
– Cosa Nostra
Audiencia de Joseph Valachi, el primer miembro de la mafia en testificar ante un comité del gobierno de Estados Unidos, en 1963, seis años después de la Conferencia de Apalachin.
Hasta 1957, la mafia en Estados Unidos operaba en la clandestinidad.
J Edgar Hoover, director del FBI, aparentemente les dijo a sus agentes que no debían usar nunca la palabra “mafia”.
Pero ese año, un policía de provincia dejó al descubierto la sigilosa organización y puso en primer plano a los capos de la mafia estadounidense.
El oficial era Edgar Croswell, sargento de la policía estatal en el área de Apalachin, una pequeña aldea rural del estado de Nueva York.
“Él sabía que se estaban apoderando de negocios, que la mafia estaba poniendo su gente en esos comercios legítimos para poder usarlos según sus propósitos“, le dice a la BBC Robert Croswell, el hijo del sargento, quien sigue viviendo en Apalachin y, como su padre, es agente de la policía del Estado de Nueva York.
“Mi padre sencillamente sabía que no eran personas rectas, que no ganaban dinero por medios legítimos, que tenían asociaciones entre ellos cuando no había realmente una razón para que existieran…”, añade.
“Nadie le había dicho que investigara; era un proyecto que se planteó sólo para entender qué estaba pasando”.
En 1957, la paciencia de Edgar Croswell fue recompensada.
El 14 de noviembre, él y su diputado se toparon con una reunión secreta de la mafia en una casa en Apalachin que pertenecía a una de las personas que Croswell había estado vigilando.
Lo que interrumpieron no era una reunión ordinaria: era nada menos que la junta del consejo rector de la mafia a la que unos cien capos y sus subordinados habían acudido para ungir al nuevo capo de tutti capi.
“Para todos los que estuvieron ahí en esa ocasión fue uno de los mayores eventos de sus vidas. Esta zona rural estuvo repleta de reporteros de noticieros nacionales durante días y todos los diarios nacionales hablaban de Apalachin todos los días… ¡algunos hasta lograban escribir bien el nombre de la aldea!“, bromea Croswell.
La prohibición
La mafia había llegado a Estados Unidos con los inmigrantes italianos del siglo XIX, pero fue la prohibición del alcohol en los años 20 lo que le había dado poder.
Cuando vender bebidas alcohólicas fue declarado ilegal, la mafia montó un ejército de contrabandistas y alambiques ilegales, y nació una red nacional de crimen organizado.
Gánsters como Al Capone en Chicago llegaron a los titulares.
Pero todavía en los años 50, J Edgar Hoover del FBI seguía insistiendo en que se trataba de un problema local, no nacional.
“Como cualquier otro tipo de delito, puede ser controlado por las autoridades locales de orden público para deshacerse de la amenaza. Esa es, en mi opinión, la respuesta”, declaró Hoover.
Las autoridades locales de orden público, sin embargo, sabían que se trataba de algo más serio.
El mafioso local
El mafioso que vivía en Apalachin era Joseph Barbara, conocido como Joe, “el barbero”.
“Esa gente aseguraba que sólo eran hombres de negocios y hacían todo lo posible para no tener problemas con las fuerzas de la ley -señala Croswell-. Conducían autos de lujo, donaban dinero a organizaciones caritativas: para el observador desprevenido, eran unos ciudadanos insignes“.
Pero, por supuesto, no lo eran.
A simple vista, Barbara era el respetable dueño de una planta embotelladora de gaseosas.
En realidad, había sido asesino a sueldo de la notable familia Bufalino -que controlaba usurpación de crédito, extorsión, juegos de azar y tráfico de drogas en el noreste de Pensilvania- y supuestamente había estrangulado a un contrabandista rival.
El vínculo de Barbara con los Bufalino precisamente fue la razón de que su mansión hubiera sido escogida como la sede de la reunión de 1957.
Todos lo grandes capos de la mafia estaban presentes, incluyendo las cabezas de las cinco familias de Nueva York, así como capos de Nueva Orleans, Los Ángeles y hasta de Sicilia, Italia.
En un motel
“Descubrieron la reunión por pura suerte. Mi papá y su compañero estaban investigando un cheque fraudulento que no tenía nada que ver con los asuntos de la mafia. Estaban en un motel local y llegó Joseph Barbara Junior a reservar una gran cantidad de habitaciones, pero no quería rellenar los formularios de registro”, cuenta el hijo del policía que sospechó.
“Aseguró que las habitaciones serían pagadas y que los huéspedes se registrarían al llegar. Supuestamente era un grupo de hombres que trabajaban en la compañía de bebidas que su padre embotellaba, que venían a visitarlo pues estaba enfermo“.
Fue por eso que al día siguiente, Croswell decidió pasar por la casa de Barbara. Estacionados afuera había Cadillacs, Lincolns y Packards mientras sus dueños disfrutaban de un asado.
Edgar Croswell solicitó refuerzos y un par de agentes del Tesoro, quienes montaron un retén más adelante en la carretera.
¡A correr!
“Lo que pasó fue que vieron a la Policía chequeando los autos y salieron corriendo. No conocían el área y no iban preparados para estar en ese tipo de entorno, por lo que no fue difícil para mi padre atraparlos”.
Dos de los mafiosos -vestidos con sus trajes de tres piezas y sombreros de fieltro- salieron del bosque a trompicones y entraron en una granja donde, para asombro del granjero, le preguntaron cuál era el camino a Pensilvania.
Otro mafioso le preguntó a un residente local si podía usar su teléfono. “Fue muy cortés -le dijo a los periodistas más tarde-, incluso pagó la llamada”.
Otros líderes de la mafia trataron de huir en automóvil. Pero el sargento los estaba esperando.
En el primer automóvil que detuvo iba el capo di tutti capi, el líder de la mafia de Nueva York, Vito Genovese.
La única pregunta que respondió fue qué tan alto era. El sargento lo dejó pasar para que fuera detenido más adelante en la carretera, en el retén, donde los otros no lo alcanzaran a ver.
Expuestos
Unos 70 hombres fueron detenidos.
Encontraron algunos grandes rollos de efectivo, pero ningún arma. Y debido a que en aquellos días no había normas federales que le permitieran al sargento Croswell retenerlos, al final la mayoría de los mafiosos fueron liberados.
Se presentaron algunos cargos.
Pero según Robert Croswell, lo que realmente le dolió a la mafia fue el hecho de que los atraparon ese día en Apalachin.
“De ahí en adelante, nadie podía negar su existencia. El quedar expuesta, la publicidad, fue un golpe más fuerte que un arresto”.