El reto demócrata no debe estar en sus diferencias migratorias, sino en derrotar a Trump

Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America's Voice y David Torres es asesor de medios en español de America's Voice

Trump pronuncia “socialismo” y “fronteras abiertas” y energiza a su base.

Trump pronuncia “socialismo” y “fronteras abiertas” y energiza a su base. Crédito: NICHOLAS KAMM | AFP/Getty Images

WASHINGTON, DC – Con el caos que han generado sus políticas migratorias en la frontera, Donald Trump busca colocar a los demócratas contra la pared acusándolos de abogar por “fronteras abiertas”, la abolición de ICE y de solapar la “ilegalidad”.

Después de todo, para fines electorales Trump solo busca mantener satisfecha a su base con una estrategia simple y clara: pintar a los demócratas como “socialistas” que se oponen a controles fronterizos y que favorecen a los indocumentados sobre los ciudadanos de este país. De ahí su maquiavélico plan de “soltar” indocumentados en las llamadas ciudades santuario.

“Socialismo” y “fronteras abiertas” son los dos mensajes de Trump para definir a los demócratas entre sus fieles seguidores. Los demócratas jamás podrán apelar a ese 40% que así los ve y que no se decepcionan de Trump aunque no les haya cumplido la promesa del muro y mucho menos que México pague por él; o que su reforma tributaria y su guerra contra el Obamacare, el Medicare y el Seguro Social los afecte. Esa base no se ha percatado, y si lo ha hecho, no le importa.

Los demócratas, por su parte, pueden apelar en materia migratoria a una base que aboga por políticas sensibles, humanas y compasivas.

Pero el reto de los demócratas es definir políticas migratorias que apelen a los diversos puntos de vista que anidan en esa base, pues hay sectores opuestos a medidas de control fronterizo, mientras otros son de la opinión de que hay que ser pragmáticos y entender que para ganar elecciones hay que sumar votos que vayan más allá de la base, sobre todo votantes independientes que consideren que tener políticas migratorias compasivas no tiene por qué estar divorciado de tener controles fronterizos efectivos.

Y es aquí donde se le dificulta la tarea a los demócratas, porque las posturas internas son tan diversas como el crisol de culturas e ideologías que definen a ese partido, algo que se ha vuelto evidente en el hecho de que los demócratas tengan a 18 aspirantes a la nominación presidencial de su colectividad.

Es decir, que mientras Trump solo pronuncia las palabras mágicas “socialismo” y “fronteras abiertas” para energizar a su base, los demócratas tienen que dar un discurso que atraiga votantes independientes sin “ofender” al ala que aboga por propuestas migratorias más radicales, incluyendo, por ejemplo, la abolición de ICE.

Y aunque los debates ideológicos son saludables, solo espero que el proceso primarista demócrata no se torne en “pruebas de fuego” en inmigración para los precandidatos que degeneren en pugnas que dividan más al partido y dificulten la contienda contra Trump.

Entiendo perfectamente que se le pida claridad de posturas migratorias a los aspirantes a la nominación demócrata.

Lo que no me cabe en la cabeza es que los diversos sectores demócratas crean que de cara al 2020 pueden darse el lujo de enfrascarse en luchas internas, tal y como hicieron en 2016, para ponerle en bandeja de plata a Trump un segundo periodo en la Casa Blanca.

O que a pesar de lo que hemos vivido en estos dos años y medio de la presidencia de Trump y toda su ilegalidad, mentiras, falta de respeto  a las instituciones y políticas dañinas, todavía haya sectores demócratas que se pongan sus moños y exijan pureza de posturas a los precandidatos porque, de lo contrario, no los apoyarán. O que tilden a los precandidatos de ser muy jóvenes, o inexpertos, o que les falta liderazgo.

Señores, miren quién es presidente. Un individuo de 72 años que se comporta como un niño malcriado, que a diario miente, le falta el respeto a las instituciones, que como empresario se declaró en quiebra en múltiples ocasiones y ahora firma o rechaza presupuestos, que no tiene la más mínima idea de política exterior, ni interna tampoco. Y lo peor, es un individuo cruel que está utilizando a familias, a mujeres, a niños migrantes como peones de su macabro juego de ajedrez político.

Es muy fácil ponerse exigentes con los precandidatos demócratas desde la comodidad de la ciudadanía o de la residencia permanente, o de hacerles el feo porque no llenen todas sus expectativas. Quienes sufrirán las consecuencias de un segundo periodo de Trump son precisamente esos sectores más vulnerables como los indocumentados o los miles que buscan refugio en este país de la violencia que plaga sus naciones.

¿De qué me sirve que el candidato X o Y me ofrezca un detallado plan migratorio que aborde todos los puntos adecuados sin ofender o decepcionar a nadie? El plan de nada nos sirve si no ganan la presidencia.

El único norte para los demócratas debe ser elegir un candidato viable que pueda ganarle a Trump. Lo importante es ganar. Lo demás, vendrá por añadidura.

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