“La isla de la pedofilia” del multimilonario Jeffrey Epstein, acusado por red de trata sexual de menores
En un día normal llegaban unas 200 personas al espacio en Saint Thomas, entre éstas, mujeres jóvenes
Los locales la llamaban “la isla de la pedofilia”, pero guardaban silencio. Nadie hablaba sobre lo que pasaba en ese cayo del Caribe. Muchos habían firmado contratos de confidencialidad que hasta el día de hoy sellan sus labios.
Pero ahora que su antiguo patrón ha caído en desgracia y se encuentra preso, acusado de cr��menes sexuales contra menores de edad en Nueva York, algunos, en voz muy baja como si las paredes pudieran oírlos, han comenzado a contar la verdadera historia sobre lo que sucedía en la mansión de techos turquesa.
En entrevistas con la agencia de noticias The Associated Press, algunos pobladores de Santo Tomás, en las Islas Vírgenes estadounidenses, se han atrevido a hablar sobre las niñas que el multimillonario Jeffrey Epstein llevaba a las habitaciones en su lujosa isla privada.
“Todos la llamaban ‘la isla de la pedofilia’”, dijo a la agencia citada Kevin Goodrich, un operador de transporte marítimo originario de Santo Tomás. “Es nuestro rincón oscuro”.
Durante la construcción de la mansión, dijo un exempleado de Epstein que no quiso ser nombrado, el magnate tenía cinco barcos con los que trasladaba a los trabajadores desde Santo Tomás, al este de Puerto Rico, a su isla privada. En un día normal llegaban unas 200 personas, entre ellas un puñado de mujeres jóvenes, que le parecían mayores de 18 años.
“Cuando él estaba ahí, era haz tu trabajo y encárgate de lo tuyo”, recuerda el hombre. El patrón era generoso, la paga no era mala y solía regalar la maquinaria vieja que quedaba y la madera que ya no necesitaba.
Impregnada del olor a sal y rodeada por el murmullo del mar, la mansión de Epstein se erigió sobre el azul turquesa del caribe con sus muros de color crema, pisos de piedra y techos más brillantes que las mismas olas. La rodeaban otras estructuras del mismo estilo, incluido las habitaciones de la servidumbre y el enorme salón de música, con sus paredes acústicas y un piano de cola larga. En la funesta temporada de huracanes 2017, una tormenta arrancó el domo dorado del salón.
Epstein solía viajar por el aire. Los locales lo veían ir y venir del pequeño aeropuerto internacional de Santo Tomás a la isla de Little Saint James en su helicóptero negro, reportó The Associated Press.
Documentos gubernamentales y libros de contabilidad muestran que Little St. James antes se llamaba Mingo Cay, pero en abril de 1998 una compañía de Epstein la compró por casi ocho millones de dólares.
Más tarde, Epstein compró la vecina Great St. James Island, que una vez fue popular entre los lugareños y los turistas por su atracción principal, la Ensenada de Navidad, un lugar donde se podía pasar el rato y pedir pizza que entregaban en barco.
“No fue bien recibido”, recordó Spencer Consolvo, un nativo de Santo Tomás que tiene una tienda turística cerca de un puerto deportivo. “La gente piensa que es demasiado rico para ser vigilado adecuadamente”.
Según los registros públicos obtenidos por The Associated Press, la isla una vez valió $3 millones de dólares y fue propiedad de una mujer que murió en un chalet en Suiza. La isla se dividió en parcelas y se entregó a tres personas y luego se vendió a Epstein.
Las autoridades federales consideran que la menor de las dos islas es la residencia principal de Epstein en Estados Unidos, un lugar donde al menos una presunta víctima dijo en una declaración jurada de la corte que participó en una orgía, además de tener relaciones sexuales con Epstein y otras personas.
Ella dijo que vio al expresidente Bill Clinton en la isla, pero que nunca lo vio teniendo sexo con nadie. Un portavoz de Clinton emitió un comunicado diciendo que nunca estuvo allí.
Un día después de que se declarara inocente en un tribunal de Nueva York por cargos de abuso sexual a decenas de niñas menores de edad, la isla caribeña estaba casi desierta.
Las persianas para huracanes cubrían las ventanas, los lugareños no habían visto ninguna luz durante la noche y un trabajador solo conducía un carrito de golf azul brillante alrededor de la propiedad.
Mientras tanto, el arresto de Epstein también impulsó a la representante de las Islas Vírgenes de los Estados Unidos en el Congreso, Stacey Plaskett, a anunciar que donaría el dinero que Epstein había dado para su campaña a grupos caritativos.
Ahora que Epstein fue arrestado por segunda vez, los lugareños dicen que los turistas preguntan cada vez más sobre sus islas cuando visitan Santo Tomás.
Una mujer que no quería ser identificada por temor a perder su trabajo al frente de una compañía de viajes marítimos dijo que había estado eufórica cuando arrestaron a Epstein, pero que ahora le molestaba la curiosidad de los turistas, y dice que comparte a regañadientes los detalles de su caso a adultos curiosos, si los niños están alrededor.
Parte de esa fascinación agrava a Vernon Morgan, un taxista y nativo de Santo Tomás.
“Trajo algún tipo de mala fama a las Islas Vírgenes”, dijo. “Preferiríamos mucho que las Islas Vírgenes se vean bajo una luz diferente”.
(Editado por Luis Hernández con información de AP)