Diálogo de sordos y ciegos
Como sordos y ciegos encerrados en un cuarto, las Escuelas Públicas de Chicago (CPS), el Sindicato de Maestros de Chicago (CTU), el alcalde Rahm Emanuel, y el gobernador Bruce Rauner se gritan y se buscan sin oírse ni encontrarse nunca.
Enero había concluido con una esperanza de un acuerdo multianual que no sólo desconvocase la huelga planteada por el sindicato CTU, sino que permitiese la operación normal de las escuelas públicas.
Febrero comenzó con un manotazo en la mesa de los líderes sindicales. El acuerdo estaba muerto. La huelga seguía convocada.
Al día siguiente, el manotazo de respuesta vino desde el jefe ejecutivo de CPS, Forrest Claypool, quien anunció una serie de profundos recortes en el sistema, por un monto de $100 millones de dólares, así como la suspensión, a partir de mayo, de la contribución de CPS al fondo de pensiones de los maestros. Claypool lo anunció con frialdad, como si no fuera un nuevo capítulo en el continuo desollamiento del sistema de educación pública básica.
Es un acto de guerra, gritaron, desaforados, los líderes sindicales como si ellos no hubieran contribuido con sus tácticas de tierra quemada al caos.
Aquí no hay inocentes; ni siquiera grados de culpabilidad.
Hay víctimas: medio millón de niños cuya educación resulta secundaria para autoridades y líderes sindicales. Lo que está en juego es una batalla de egos políticos cuyo trasfondo son décadas de irresponsabilidad en la conducción del tercer distrito escolar más grande del país.
Hay un trasfondo aún más complejo que es la creciente batalla entre sindicatos y gobiernos: Illinois se acerca cada vez más al conflicto abierto que padeció Wisconsin hace unos años.
Es en ese contexto donde otro individuo, ciego y sordo, irrumpe como toro en cristalera: el gobernador Bruce Rauner para quien la batalla entre CPS y CTU le proporciona un excelente laboratorio para poner a prueba su agenda antisindical.
Rauner ha dado instrucciones a la Junta Educativa del Estado para que haga un análisis financiero de CPS y se prepare para nombrar a un nuevo superintendente. Lo hace, sin importarle que no cuente con la autorización de la legislatura estatal.
Rauner ha decidido que para gobernar Illinois hay que hacerlo a patadas. Como Emanuel con Chicago.
Rauner no es precisamente alguien que busque simpatizantes. Le tiene sin cuidado. Pero habrá que vigilar a Emanuel en los próximos días porque el alcalde es muy dado a arroparse en las masas cuando le duele algún callo. Por ahora le duelen dos: el de las escuelas y el de la policía.
En unas semanas, también, el estado se preparará para recibir a Barack Obama, quien pronunciará un discurso ante la legislatura estatal, de la cual salió hace varios años rumbo al Senado federal y posteriormente a la Casa Blanca.
En su regreso a Illinois, Obama se encontrará a un estado enfrentado a sí mismo, encabezado por ciegos y sordos que se buscan a patadas.