“Doomocracy”, la “casa embrujada” que muestra los horrores de EEUU
: Pedro Reyes muestra su visión de los horrores estadounidenses en un sitio de Nueva York que puede ponerte los pelos de punta… o arrancarte una sonrisa nerviosa
Existe una “casa embrujada” en Nueva York que muestra en vivo los horrores que Estados Unidos puede causar, desde la óptica de un latinoamericano, en temas como las elecciones, la violencia o la comida insalubre.
Se trata de una instalación del artista mexicano Pedro Reyes denominada “Doomocracy”, que justo antes de Halloween y en plena disputa electoral de los candidatos a la presidencia, el republicano Donald Trump,y la demócrata Hillary Clinton, puede hacer temblar a unos y sonreír nerviosamente a otros.
“Fue como una forma de hablar de muchos problemas que causan miedo. Por ejemplo: los abusos de la policía, el cambio climático, la proliferación de las armas, la guerra, la injusticia social”, explica Reyes, de 44 años.
“Diferente a las otras casas del terror donde tienes por ejemplo a Frankenstein o Drácula, aquí los monstruos son reales: están afuera y, cuando se acaba la casa del terror, siguen ahí“, agrega durante una charla con BBC Mundo.
Ataúdes y píldoras
La mano latinoamericana de Reyes se nota al inicio de la obra, que instaló en una vieja terminal del ejército en Brooklyn junto con la organización local de arte público Creative Time.
Los visitantes se topan al llegar con una gran efigie que evoca al mismo tiempo la Estatua de la Libertad y un caballo del Troya, símbolo el segundo de un engaño capaz de causar destrucción.
La idea, explica el artista, está inspirada en un dibujo del humorista gráfico argentino Quino (Joaquín Salvador Lavado, el autor de la tira cómica Mafalda) durante la guerra de Vietnam.
“Representa la política exterior de Estados Unidos, donde constantemente están haciendo la guerra en nombre de la democracia y la libertad”, dice.
El visitante entra luego en diferentes espacios cuya escenografía y actores representan los temas sobre los cuales Reyes procura llamar la atención.
Uno de ellos es una funeraria que ofrece ataúdes con forma de comida procesada, según el gusto del muerto, incluido uno para niño moldeado como un Twinkie o pastelito de crema rosa. Es una referencia escalofriante a los riesgos de cierta comida.
En otro lugar de la gigantesca terminal se puede asistir a un evento peculiar en el que abundan las armas, y un poco más allá se puede elegir entre salvar a una empresa o ganar un premio.
También hay desde doctores que recetan medicamentos sin mucho cuidado hasta policías que supuestamente deberían protegernos, personajes interpretados por medio centenar de actores decenas de veces por noche, casi cuanto los candidatos repiten sus discursos de campaña.
El visitante es invitado a menudo a participar, como un teatro inmersivo que mezcla el terror con la parodia e incluso la comedia.
“Lo que nos da miedo también muchas veces es algo que nos puede hacer reír, porque la risa tiene que ver con situaciones incómodas, que nos ponen nerviosos”, señala Reyes.
“La reacción puede ser a veces un grito… o una carcajada”, añade.
Contexto electoral
El hecho de que “Doomocracy” haya sido inaugurada un mes antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos le otorga un significado especial.
Aunque ni la demócrata Clinton ni el republicano Trump sean protagonistas centrales, la instalación toca temas como el aborto, la educación o el propio terror, que son inherentes a la disputa electoral.
Reyes dice que la posibilidad de un triunfo de Trump aterroriza a muchos dentro y fuera de EE.UU., pero niega que su objetivo sea influenciar el voto de los visitantes.
“Los temas que tratamos aquí siempre están presentes”, señala.
Sin embargo, comenta que le encantaría llevar esta producción a lugares del país más conservadores que Nueva York, para ver la reacción del público.
¿Y cómo lo haría en América Latina, una región que tiene sus monstruos propios, como las guerras del narcotráfico o la violencia política?
“Si hiciera un proyecto parecido en mi país también sería de terror”, reflexiona. “Sería distinto, pero tendría material para trabajar…”.
Reyes considera que, por su naturaleza oscura, este proyecto es diferente a otros más optimistas que hizo en el pasado, como “Palas por pistolas”, que en 2008 invitó a los habitantes de una Culiacán estremecida por la violencia a cambiar armas por diferentes artículos.
Con el metal fundido de las 1.527 armas recibidas en esa ciudad mexicana se crearon palas, que se repartieron en escuelas y centros de arte para plantar árboles.
En cambio, lejos de ofrecer una luz esperanza, la “casa embrujada” apunta directamente al miedo de quienes la recorran en grupos cada noche hasta el 6 de noviembre: acabará dos días antes de las elecciones y quizá no vuelva a verse.
“Por sus características, sería difícil de replicar”, dice Reyes, “no sólo por el momento histórico sino por la escala y el sitio donde ocurre: esta base militar es un edificio de proporciones épicas”.