Cómo puede impactar la subida del dólar en las economías de América Latina
La economía estadounidense se prepara para recibir a Donald Trump en la Casa Blanca con vigor y eso se refleja en una divisa fuerte. Pero un dólar en alza puede ser un gran dolor de cabeza para los países endeudados
Desde México hasta Turquía, una marejada de devaluaciones está llenando de preocupación a muchos de los encargados de manejar estas economías.
Desde la elección de Donald Trump, éstos y muchos otros países han visto una depreciación sustancial de sus monedas frente al dólar estadounidense.
Un dólar fuerte es el resultado, entre otras cosas, de los anuncios de Trump de expandir el gasto público en Estados Unidos al tiempo que las autoridades monetarias de ese país anticipan una política de intereses más altos.
Pero la combinación de altos intereses, dólar caro y restricciones a las importaciones, también prometidas por Trump, recuerda a muchos el ambiente que existió a comienzos de la década de 1980 y que llevó a la tristemente célebre crisis de la deuda latinoamericana de ese momento.
Al alza
Desde la victoria electoral de Trump, el peso mexicano ha caído frente al dólar un 10%.
En Turquía, la caída ha sido tan acelerada que el presidente Recep Tayyip Erdogan ha urgido a los ciudadanos de su país que posean divisas extranjeras a que las cambien por liras, la moneda nacional, como un acto de patriotismo para proteger el valor de la misma.
A 3,5 liras por dólar, la divisa turca está en su nivel más bajo en una década.
Y en muchas otras partes del mundo desarrollado se observa una tendencia similar.
El euro ha sufrido una caída del 4% y el yen japonés del 7% menos desde la derrota de Hillary Clinton ante Donald Trump en las presidenciales del 8 de noviembre.
La receta del dólar fuerte
La subida en el precio del dólar refleja por una parte una creciente confianza en el desempeño, al menos en el corto plazo, de la economía estadounidense.
El saliente presidente Barack Obama entrega esa economía dinámica, cercana al pleno empleo con una tasa de desocupación menor al 5%.
El presidente electo Donald Trump, a su vez, ha prometido bajar los impuestos a las empresas y reducir toda clase de regulaciones laborales, ambientales y de otra índole.
Una estrategia que enardece a la izquierda estadounidense y preocupa a quienes piensan que sin regulación federal se empeorará la desigualdad y otros males sociales del país, pero que ha sido recibida con beneplácito por muchos empresarios.
Se espera, por lo tanto, un importante aumento de la inversión privada .
Al mismo tiempo, el presidente electo anuncia que quiere un muy ambicioso plan de infraestructura pública. Con lo que la economía estadounidense aparentemente va a recibir en el futuro próximo una fuerte inyección de recursos que le dará más vitalidad.
Todo esto, independientemente de lo que pueda ocurrir en el largo plazo bajo el impredecible mandato de Trump.
“El dólar está fuerte porque la gente ve con buen pronóstico a la economía de Estados Unidos”, sostenía a la cadena estadounidense CNBC William Dudley, jefe regional de la Reserva Federal estadounidense en Nueva York.
Una economía en fuerte crecimiento empieza a generar presiones inflacionarias, por lo que el banco central estadounidense ha anunciado que irá subiendo las tasas de interés, para evitar que la economía se “recaliente”.
Con la economía estadounidense presentando atractivas oportunidades de inversión, y los bancos en ese país pagando más por los depósitos en dólares, el capital está fluyendo en esa dirección, y con más demanda por la divisa estadounidense, ésta sube de precio.
Las consecuencias en el sur
Para algunos latinoamericanos, el dólar caro significa apenas que las vacaciones en Florida o el nuevo iPhone, se hacen más inalcanzables.
Pero las consecuencias, en el peor escenario, pueden ser bastante más serias.
En América Latina en particular, este es un escenario que a muchos les trae malos recuerdos.
Específicamente por lo que ocurrió en la década de 1980, durante el gobierno de Ronald Reagan.
En ese entonces, aumentaban las dificultades para pagar la deuda externa de los países en desarrollo, que estaba denominada en dólares cada vez más caros, mientras que los ingresos de los gobiernos llegaban en una moneda local cada vez más barata.
Al mismo tiempo, los intereses en los bancos de Wall Street aumentaban, haciendo más complejo cualquier intento de refinanciar la deuda.
El resultado final fue la catastrófica crisis de la deuda latinoamericana, un episodio de depresión económica cuya gravedad se resume en el apodo que se le dio entonces: la década perdida.
Los gobiernos latinoamericanos han aprendido mucho desde entonces acerca de cómo manejar su deuda y por lo general están mucho mejor preparados para aguantar choques externos que en esa época.
Pero las preocupaciones subsisten. En la década de 1980 una de las maneras como los países de la región salieron del problema de la deuda fue con un aumento grande en sus exportaciones, que se hizo posible en parte por la devaluación de sus monedas, lo que hacía que sus productos fueran más baratos y competitivos.
En ese momento el gobierno estadounidense estaba plenamente comprometido con el libre comercio.
Hoy, en cambio, el presidente electo Trump habla de imponer barreras a las importaciones , por lo que el alivio generado por más exportaciones podría no estar disponible en la misma proporción para las naciones en desarrollo que se vean afectadas ahora por la fortaleza del dólar.
Otro posible punto positivo del dólar fuerte, el aumento del valor en moneda local de las remesas que mandan los inmigrantes a sus países, también se ve en entredicho en el caso mexicano por las amenazas de Trump de retenerlas para forzarlos a pagar por un muro fronterizo.
¿Durará?
Otras voces dicen que no hay que preocuparse tanto por un dólar fuerte, pues no se sabe cuánto durará así. Incluso señalan que el problema puede ser el opuesto.
Si Trump cumple con algunas de sus promesas más extremas en campaña, como la de resistirse a pagar una parte de la propia deuda pública de Estados Unidos, la actual confianza en el vigor económico estadounidense podría disiparse muy rápido. Y con ello, la fortaleza de su divisa.
Este año ha mostrado los riesgos de hacer pronósticos de largo plazo, en medio de la serie de sorpresas que ha caracterizado al escenario mundial en los últimos meses.
Por lo que resulta aventurado predecir qué pasará con la economía estadounidense en cinco o diez años.
Por el momento, sin embargo, muchos dicen que en el corto plazo el dólar muestra señales de fortaleza.
Lo que quiere decir que muchos de los productos y servicios que los extranjeros compran en dólares, desde vacaciones en Florida hasta leche, trigo y autos importados, se harán más caros para los latinoamericanos.
Pero sobre todo, para un continente endeudado en dólares, no es gran noticia que esa deuda se esté haciendo más onerosa.