“Gasolinazo” lleva a 137,000 nuevos usuarios al Metro
Conoce la historia del Carlos Alberto Prieto, quien se vió obligado a dejar su auto en casa por el alto costo del combustinle
MÉXICO – A las 5:00 de la mañana sonó el despertador de Carlos Alberto Prieto. Se metió al baño para la ducha y luego planchó su ropa: tiene que estar bien vestido para tratar con gente de banco a la que envía personal de mantenimiento de oficinas y ATM como parte de su trabajo como supervisor de obra en la Ciudad de México.
Antes de salir de casa a caminar por las calles oscuras de Geovillas de Santa Bárbara, un barrio de clase media en la zona conurbada del municipio de Ixtapaluca, colocó en el bolsillo del pantalón un pequeño frasco con una tapa de aspersión lleno de un liquido que irrita los ojos.
“Por si me quieren asaltar”, pensó al pasar de largo a lado de su coche, un Aveo 2006 que luce casi nuevo porque ya sólo lo usa para asuntos urgentes como llevar al hospital a su madre que tiene insuficiencia renal y necesita diálisis o a su hermano que padece tuberculosis. Hoy por hoy ponerle gasolina diariamente le quitaría una cuarta parte de su sueldo.
Carlos Prieto no gana el salario mínimo. Al contrario, le va “más o menos” con un sueldo de alrededor de 50 dólares al día, pero tiene otros gastos. Camino a la parada de autobuses donde abordó una combi pública hacia el metro Zaragoza hizo cuentas: tiene que pagar una pensión alimenticia de dos niñas desde su divorcio, una limpiadora que lave su ropa y su propia alimentación.
“Pagar doscientos pesos (unos 10 dólares) de gasolina por un viaje es mucho; en el transporte público, son sólo 50 pesos (unos 2.5 dólares)”, se reiteró a sí mismo poco antes de quedarse dormido durante 30 minutos: la siesta es una de las pocas ventajas de su decisión de soltar el coche y tomar el metro.
Las noticias dan cuenta de que en 2017 el sobrecupo en el metro será una pesadilla: fue diseñado para transportar a tres millones de personas en una jornada y en realidad transporta 5.5 millones a las que se sumarán 137,000 personas, según el director del Sistema de Transporte Colectivo, Jorge Gaviño, para ahorrar el costo de la gasolina que anunció el presidente Enrique Peña a principios de enero.
El licenciado Prieto tiene algunas piedras más en el zapato. La ruta carretera que enlaza a Ixtapaluca, en el Estado de México, con la capital mexicana es una de las más peligrosas del país por el riesgo de asaltos a mano armada. Él aún no ha tenido ningún incidente pero está consciente de que puede pasar en cualquier momento como es probable que un día lo acusen en el metro de acoso: ahí hay bandas encabezadas por mujeres que acusan a incautos de “manosearlas” y si no les dan dinero gritan por ayuda a la policía que los remite al ministerio público.
— Un café por favor- pidió en un puesto callejero antes de entrar al metro Zaragoza.
Carlos Prieto detesta el comercio informal. Su formación profesional como administrador de empresas donde le enseñaron el valor de pagar impuestos, pero por sus finanzas recientes no tuvo de otra que comprar su primer alimento del día ahí. “Voy a comer unos tacos y una tostada en la esquina”, pensó.
Esta agenda lo llevó a un conflicto moral que duró todo el trayecto de 40 minutos hasta el metro Patriotismo, su última parada antes de llegar a la compañía para la cual trabaja. Mientras esperaba el tren y la gente lo empujaba en abierta pelea por entrar al vagón congestionado por los viejos y nuevos usuarios, cientos de vendedores ambulantes entraron y salieron vendiendo entre gritos estridentes todo tipo de objetos entre gritos audífonos, dulces, cortaúñas, plumas, libros de recetas, pomadas milagros y música en megáfonos.
El licenciado extrañó en ese momento su automóvil pero se conformó con pensar en acciones que los políticos no quieren asumir para evitar crisis como el “gasolinazo”: ¿Y si se prohibiera usar el dinero público para las campañas de los políticos? ¿Y si el Presidente usaran los hospitales y el transporte público?