Cómo Pekín planea que todo sea “Made in China”
El gobierno chino no escatima gastos para adueñarse de los sectores de alta tecnología, además de las manufacturas baratas
China ya no sólo quiere ser reconocida mundialmente como un centro para la industria barata y contaminante. Para 2025 quiere ser también un paraíso de la alta tecnología en los sectores más dinámicos de la industria intensiva en conocimiento, lo que inquieta a algunos de sus competidores.
Porque la consecuencia de la llegada a estos sectores de la potencia económica china, puede ser la retirada de las firmas occidentales que por décadas han dominado esos segmentos de alta tecnología.
El más reciente esfuerzo por sonar la alarma en ese sentido corrió por cuenta de la Cámara de Comercio de la Unión Europea en China, una asociación privada que lanzó un informe advirtiendo de las tácticas chinas para alcanzar la supremacía en esas nuevas áreas de la economía.
Una lista abrumadora
“China 2025: poniendo la política industrial antes que las fuerzas del mercado”, es el título del informe. Y ahí se resume la crítica occidental. El documento asegura que China está utilizando la intervención estatal en contra de las fuerzas de mercado, para inclinar la balanza a favor de su propio desarrollo.
Para eso, China dispone de una billetera bien abultada: $300,000 millones, según reporta The New York Times, que buscan el cumplimiento del plan “Made in China 2025”, una iniciativa que plantea la compra de empresas occidentales para apropiarse de su tecnología, así como subsidios y otras facilidades para el desarrollo local de industrias estratégicas.
La lista de estas industrias en las cuales China quiere dominar, es abrumadora.
Incluye el desarrollo de nuevos materiales, inteligencia artificial y comunicaciones móviles 5G. También, entre otros, la industria aeronáutica, la robótica, la ferroviaria, los astilleros navales y la de maquinaria agrícola.
Cambio de equilibrio
De cumplirse, esto llevaría a un enorme cambio en la economía mundial, que hasta ahora se ha caracterizado por las empresas estadounidenses y europeas, junto con las de algunos pocos países más, vendiéndole productos de alta tecnología a China a cambio de las manufacturas menos sofisticadas con las que el gigante asiático viene apuntalando hasta ahora su desarrollo.
La Cámara de Comercio Europea en China ve esto con preocupación.
“Las empresas europeas están enfrentando intensa presión para entregar tecnología avanzada a cambio de tener acceso al mercado, declaró esta semana a los medios Joerg Wuttke, presidente de esa entidad privada.
Y como señala el informe, estos esfuerzos de China “no serán logrados mediante medidas que establezcan una economía de mercado” sino que se verán caracterizados por una economía bajo la fuerte influencia del estado.
Lo que se busca
China ya fabrica una porción gigantesca de los bienes industriales del mundo. De acuerdo al estudio de la Cámara de Comercio Europea, es responsable de 28% de los automóviles del mundo, 90% de los teléfonos móviles, 41% de sus buques y la mitad de su acero. Pero en las cumbres de la tecnología, la supremacía occidental no ha sido cuestionada hasta ahora.
Entonces, a China ya no le basta ser la fabricante de teléfonos de relativamente bajo costo como el Huawei. Quiere que la próxima firma revolucionaria, como Apple, nazca en allí. El de China no es, por supuesto, el único gobierno que apela al nacionalismo económico.
Incluso, durante la reciente cumbre económica de Davos en Suiza, el presidente chino Xi Jinping fue presentado por muchos como el inesperado defensor del libre comercio en medio de la oleada de retórica mercantilista que recorre a Estados Unidos y varios países europeos.
“Al mismo tiempo, en Estados Unidos, el hogar del capitalismo, un nuevo presidente dice que las actuales reglas del libre comercio deben ser desechadas”, recuerda Kamal Ahmed, editor de economía de la BBC.
Pero independiente de sus palabras a favor de la globalización en Davos, el mandatario chino y el resto de la dirigencia del país están comprometidos con un plan que cree en los mercados, pero en la medida en que éstos lleven a China a ocupar las cumbres más altas de la economía moderna, advierten sus críticos.
Un nuevo Silicon Valley
¿Tendrá éxito el plan chino? Nada garantiza que la intervención estatal lleve a que los países se conviertan en magos de la alta tecnología.
En este aspecto vale la pena recordar cuántos países, regiones y ciudades de todo el mundo han expedido decretos ordenando la creación de un “nuevo Silicon Valley” en su entorno.
Sin que las características particulares del mercado que dieron lugar al epicentro tecnológico estadounidense hayan sido replicadas con éxito en casi ningún otro lugar.
Pero, dirán otros, $300,000 millones es mucho dinero y alcanzará para establecer muchas empresas chinas en lugares de privilegio del ordenamiento económico mundial.
Lo es y eso va a inquietar a muchas de las empresas occidentales que hoy ocupan esas mismas posiciones.