El suicidio pega fuerte entre los adolescentes

Expertos en salud mental explican las causas de los pensamientos y actos suicidas que se han incrementado entre los jóvenes

A los 16 años tomó una mezcla de dos poderosos estupefacientes para parar su corazón y callar su vida, pero sobrevivió. Dos años después se cortó las venas y tampoco logró quitarse la vida. Y al año siguiente efectuó su tercer y último intento: darse un tiro en la cabeza, pero por cuestiones del destino un hermano que se percató de la situación se arrojó con violencia contra su cuerpo y evitó que la bala reventara sus sesos.

Hoy con 42 años, Anthony Rodríguez da gracias a Dios por estar con vida y haber encontrado el camino correcto para sanar los conflictos emocionales que perturbaron su infancia y adolescencia, provocando los intentos de acabar con su vida: ver morir a su padre de un ataque cardíaco cuando tenía sólo 5 años y, a partir de esa edad, empezar a ser abusado sexualmente con constancia por un tío que lo cuidaba mientras su madre salía de casa a buscar el sustento.

“Como puede imaginarse, me encontraba muy enojado por dentro y no sabía cómo canalizarlo, así que, a los 12 años me metí en una pandilla y andaba en muy malos pasos, haciendo sufrir mucho a mi mamá que, pobrecita, no sabía que mi tío, esa persona en quien confiaba tanto, me estaba abusando… y para no hacerle más daño a ella ni a mis tías, que salían desesperadas en las noches a buscarme, quise morir y por eso intenté matarme tantas veces”, comparte Rodríguez, nacido en Puerto Rico y criado en Los Ángeles.

El caso de Rodríguez no es único. Datos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos del 2015 indican que los índices de los estudiantes hispanos — entre los grados 9 al 12—  ante el suicidio es el siguiente:  considerar seriamente suicidarse, 18.9%; hacer un plan sobre cómo intentar quitarse la vida, 15.7%; haber intentado suicidarse, 11.3%  y haber sido atendido en una sala de emergencia por lesiones, envenenamiento o sobredosis,  del  4.,1%. Esta última cifra es un porcentaje consistentemente más alto en comparación con los estudiantes blancos y afroamericanos.

Las estadísticas de este año igualmente muestran que, en general, el 17% de los estudiantes de secundaria han considerado seriamente el suicidio y el 8% han hecho un intento de quitarse la vida.

“El problema es grave. El índice de muertes e intentos de suicidio entre los jóvenes de ambos sexos se ha incrementando en los últimos años”, alerta Rodríguez, quien hoy felizmente casado reside en Santa Bárbara (California) y se desempeña como un consejero de jóvenes y padres, así como un miembro activo de la Fundación Americana para la Prevención del Suicidio (AFSP).

Y es que las más recientes estadísticas del Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH) de EEUU señalan que el suicidio sigue siendo la tercera causa de muerte entre los jóvenes de 10 a 14 años de edad y la segunda en el rango de entre los de 15 a 34 años.

Las razones más comunes

Los motivos por el cual los jóvenes se suicidan o intentan suicidarse son complejos, dice el Dr. Manuel Fonseca, psicoterapeuta vinculado a Kaiser Permanente Oeste de Los Ángeles.

“Es importante recordar, en primer lugar, que la adolescencia es una etapa de cambio y crecimiento en la que el chico(a) experimenta presión para acoplarse socialmente, sobresalir académicamente y tomar nuevas responsabilidades, a la vez que se encuentra en la etapa de su desarrollo sexual, establecimiento de amistades y búsqueda constante para independizarse”.

Fuera de esta presión interna, el psiquiatra Jairo Gómez —vinculado al White Memorial Medical Center de Los Ángeles— agrega que se han asociado los siguientes factores con la elevada vulnerabilidad que los jóvenes tienen ante el suicidio.

  • Una estructura familiar donde los padres están siempre ocupados y no tienen tiempo para escuchar las inquietudes que tiene el chico (a).
  • Una familia disfuncional donde los padres viven peleando o se han divorciado.
  • La eventualidad de una mudanza o problema económico que cambia el estilo de vida de la familia y el chico(a) se siente sin identidad ni pertenencia.
  • Caer en las manos de las drogas, bebidas alcohólicas o pandillas al no saber cómo lidiar con los cambios físicos, emocionales, familiares, escolares o sociales.
  • Padecer de depresión, bipolaridad, esquizofrenia u otras enfermedades mentales.
  • Ser víctima de abuso sexual o del bullying.
  • Tener problemas de identidad de género, no saber cómo salir “del clóset” o no ser aceptado. “El rechazo y la no aceptación de parte de muchas familias [ya sea por cultura, formación o religión] ponen en muy alto riego a los chicos(as) LGBT frente al suicidio”, asegura el Dr. Gómez.

De acuerdo con los CDC, los jóvenes gays, lesbianas, bisexuales y transexuales son entre 4 y 6 veces más propensos a intentar suicidarse que los jóvenes heterosexuales.

Las señales de alerta

El Dr. Fonseca dice que los padres o personas a cargo de un preadolescente o adolescente deben estar atentos a estas señales de alerta:

  • Cambios drásticos en el comportamiento, como por ejemplo aislarse de amigos y familia.
  • Actuar con un comportamiento violento o agresivo.
  • Perder el deseo de participar en cosas o actividades predilectas, dejar de comer o tener problemas del sueño.
  • Amenazas suicidas en forma de declaraciones directas e indirectas.
  • Preocupación con la muerte, insinuar que ya no estarán más o mencionar sentimientos de culpa.
  • Abuso de sustancias ilícitas, depresión, ansiedad o aislamiento total.

Cómo ayudar

“La mayoría de los adolescentes que logran o intentan suicidarse dan algún tipo de advertencia previa”, asegura el Dr. Fonseca. “Pero, muchas veces los padres desconocen las señales de alerta que acabo de mencionar. Por ello, para tratar de prevenir el suicidio, deben informarse sobre éste y aprender acerca de los factores de riesgo que podrían llevar a un adolescente a querer quitarse la vida”.

Entre esas medidas preventivas está “el nunca minimizar ni descartar lo que el adolescente está enfrentando, ya que esto podría aumentar su sentimiento de desesperanza”. Otra medida es tratar de mantener una comunicación constante con el chico(a), aunque éste la esquive, y expresarle constantemente su preocupación, apoyo y amor.

“En lugar de preguntar ‘¿qué te pasa?’ o ‘¿qué tienes?’, los padres deben hacerles estas preguntas más efectivas que abren el diálogo: “note que ya no hablas con tus amigos, ¿cómo te sientes?, ¿tienes algún problema con el que podamos ayudarte?”. Estas les dejarán saber que han notado un cambio en su vida cotidiana y que les interesa saber por qué se ha dado este cambio”, detalla el Dr. Fonseca.

Y hay que estar preparados para que escuchar la típica palabra de ‘nada’.

“Esta [palabra] es señal de que le tienen que dedicar tiempo y sentarse a platicar con el chico(a) o ser querido sobre sus sentimientos haciéndole estas preguntas: ‘¿qué sientes en tu corazón?’, ‘¿estas triste, enojado(a), alegre, contento(a)?’… Y de no obtener respuesta, no hay que darse por vencido(a), pues es parte de un proceso para empezar a crear confianza, pensar lo que uno siente y comunicarlo con sinceridad a la otra persona”.

Recursos

En los casos de emergencia o tener sospechas de que un hijo(a) o cualquier persona cercana —adulta o adolescente— tiene pensamientos suicidas, hay que buscar ayuda de inmediato llamando al 911 o a los siguientes servicios:

  • Red Nacional de Prevención del Suicidio: 1(800) 628-9454. Disponible en español las 24 horas del día, los 7 días de la semana. La llamada es confidencial.
  • Línea Nacional de Prevención del Suicidio: 1(800) 273-TALK (8255) o enviando el mensaje de texto “START” al número 741741.

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