5 cosas que te sorprenderán sobre las monjas del siglo XXI

La vida de una monja moderna no es la misma de sus pares hace siglos

Al escuchar la palabra “monja” muchos se imaginan antiguos conventos con cantos gregorianos.

Pero en North Yorkshire, Reino Unido, existe un monasterio ultramoderno, terminado hace sólo un par de años con un presupuesto de unos US$9,7 millones. Es el hogar de 21 monjas Benedictinas. La más joven tiene 33 años y la mayor más de 90.

La vida de una monja moderna no es la misma de sus pares hace siglos, incluso hace unas pocas décadas.

Emma Barnett, presentadora de BBC Radio 5 Live, las visitó. Te contamos cómo viven y qué hacen hoy las monjas del Siglo XXI.

1. Hacen fiestas con los monjes (ocasionalmente)

Las religiosas y los monjes se juntan de vez en cuando para una fiesta.

Tienen almuerzos y eventos sociales en el mismo monasterio , porque a estas religiosas no se les permite salir de su hogar.

Este no es un convento, aclaran. Las monjas que viven en un convento hacen labores fuera de él, como trabajar con los pobres o asistir en hospitales. Las de monasterio en cambio centran sus labores en el lugar donde residen.

“Esta es una comunidad cerrada. Vivimos en un lugar, que es el monasterio, en comunidad. Toda nuestra vida está basada aquí: nuestros trabajos, nuestras plegarias”, explica la madre superiora, Andrea, quien lleva 10 años en el cargo y le quedan dos.

“Nuestra labor principal es rezar”, cuenta la hermana Josephine, encargada de la educación de las novicias que llegan al monasterio.

Por eso les alegra que, de vez en cuando, puedan conversar y compartir con los monjes que las visitan.

“Es como la extensión de nuestra familia”, cuenta la hermana Scholastica.

2. Son seguidoras de la Liga Premier de fútbol

Si hay algo en lo que no se ponen de acuerdo las hermanas es en fútbol.

Algunas de ellas siguen al Manchester United, otras al Liverpool FC. Todas, eso sí, deben seguir los resultados a través de los diarios.

Precisamente los periódicos son uno de los elementos de entretenimiento permitidos. También tienen postales, libros y algunas de las hermanas usan su tiempo libre para dedicarse a la fotografía. Siempre dentro del monasterio.

Por lo mismo, no se puede esperar verlas en el estadio.

3. Les hacen un examen psicológico antes de aceptarlas

La vocación no es suficiente. El proceso para convertirse en monja de claustro no es fácil ni directo.

“En una comunidad cerrada te comprometes a vivir con esta gente para siempre”, comenta la hermana Josephine.

Primero las religiosas pasan un tiempo considerable conversando con la potencial postulante.

Luego estas viven en el monasterio por tres semanas “para probar cómo es esta vida” , explica la hermana Josephine.

Si la postulante todavía desea ingresar, debe escribir una carta formal a la madre superiora y, si la comunidad está de acuerdo, queda todavía un paso más para que pueda entrar: un examen psicológico.

“Lo hace un profesional, capacitado , que escucha la historia de la persona para ayudarla a ver patrones que han salido a la luz durante su vida y cómo van a aparecer en un lugar diferente, aquí”, explica la hermana Josephine.

Esto sirve “para que la persona tome conciencia que pueden haber temas que se transformen en un problema si entran al monasterio”, explica la religiosa.

“A veces también sirve para avisarnos que puede haber problemas que necesitamos enfrentar antes de que esa persona dé el último paso y entre al monasterio”.

4. Tienen una fábrica de chocolate

El monasterio tiene su propio negocio: una chocolatería. Y la fábrica actualmente apenas puede con la demanda que tienen sus productos.

“Hacemos chocolate amargo, blanco y de leche “, cuenta la hermana Julian, a cargo de la fábrica.

La religiosa dejó de comer chocolate para la última cuaresma, pero le fue difícil resistir la tentación.

“Fue terrible”, asegura entre bromas. “No pude ni siquiera chupar la cuchara”.

Los chocolates que hacen tienen distintas figuras, como las populares ovejas de chocolate blanco.

5. Tienen su propia granja

Pavos reales, pollos y ovejas son los que se pueden encontrar en los campos del monasterio.

Estos les permiten a las monjas poder autoabastecerse. Ellas sustentan su propia alimentación, lo que ayuda a que su vida sea más amigable con el medio ambiente.

La que ayuda en la granja es la Hermana Scholastica, aunque confiesa que no tiene “ninguna experiencia” en agricultura.

“Generalmente te dan el trabajo del que sabes menos”, cuenta la Hermana.

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