Las tácticas utilizadas por una granja de troles rusa para “sembrar discordia” en las pasadas elecciones
Investigaciones de fiscales estadounidenses establecieron cómo el Kremlin usó aparentemente las redes sociales para influenciar y manipular las elecciones en Estados Unidos y favorecer la victoria de Donald Trump. Estas son algunas de sus conclusiones
El viernes pasado, la justicia estadounidense acusó a 13 ciudadanos rusos de interferir en las elecciones presidenciales de 2016 —ganadas por Donald Trump— con “el objetivo estratégico de sembrar discordia en el sistema político de Estados Unidos”.
Según los fiscales, desde 2014 la Agencia Rusa de Investigaciones de Internet (IRA, por su sigla en inglés) se encargó de reunir identidades robadas de ciudadanos estadounidenses y crear una formidable enciclopedia de lo que “funciona” en las redes sociales a la hora de hacer enojar a los estadounidenses hablando sobre política.
Dos miembros de la agencia viajaron supuestamente a EEUU para obtener más información en un periplo que abarcó nueve estados, según los legisladores.
A su vuelta en Rusia, la IRA habría comenzado a publicar contenido en Internet haciéndose pasar por voluntarios estadounidenses para recibir consejos sobre cómo llamar la atención de los votantes de la manera más efectiva.
Un voluntario real residente en Texas les dijo a los rusos que apuntaran a los estados “púrpura”, aquellos en los que la carrera electoral iba a ser más ajustada (pues oscilan entre el apoyo a los republicanos y a los demócratas).
Y así hicieron los rusos, según la justicia estadounidense.
Vota a Trump… o no votes
Hacia 2016, las operaciones se habían incrementado a medida que se acercaban las elecciones presidenciales.
Aparentemente, IRA tenía un presupuesto de más de un millón de dólares diario. Según las autoridades estadounidense, ese dinero se usó para comprar anuncios en sitios como Twitter y Facebook.
“¡Hillary Clinton no se merece el voto negro!”, decía uno publicado en mayo de 2016.
“¡Trump es nuestra única esperanza para un futuro mejor!”, aseguraba otro un mes más tarde.
La intención era crear una atmósfera de división y odio en Internet. El Kremlin, dice la acusación, quería desestabilizar Estados Unidos. Quería influir en el voto de algunas personas y, a otras, sobretodo pertenecientes a minorías, persuadirles de no votar.
Moscú niega rotundamente estas acusaciones, que considera “absurdas”.
El escrito judicial, publicado el viernes, dice que la IRA controlaba, además, una cuenta de Instagram llamada “Woke Blacks” (negros despiertos, en español).
“La exageración y el odio particular hacia Trump están engañando a la gente y obligando a los negros a votar a ‘Killary'” (juego de palabras en inglés que conjuga la palabra kill —matar— con Hillary), se lee en un mensaje publicado en octubre de 2017.
“No podemos recurrir al menor de los dos demonios. Entonces, sin duda lo mejor es que no votemos A NINGUNO“, concluye.
Trabajo constante
Los fiscales dicen que los operarios rusos trabajaron durante horas y horas para asegurarse que los posts coincidían con la zona horaria en donde querían influir.
Pero se trabajaba a todas horas.
Cuando los operarios —que se hacen llamar a sí mismos “especialistas”— no estaban publicando, se dedicaban a aprender y mejorar sus técnicas y estilo de escritura.
Supuestamente, debían monitorear constantemente su enfoque y ajustar lo publicado en Twitter para maximizarlo. Y tenían una lista de los días feriados en Estados Unidos y del contenido específico listo para ser publicado.
De acuerdo con el documento de los fiscales, la IRA tomó varias medidas para ocultar sus pistas, engañando a las empresas tecnológicas, que eran incapaces de detener lo que hacían o, simplemente, lo desconocían.
La clave y el movimiento más obvio era esconder el hecho de que las publicaciones provenían de Rusia. Para ello, usaron varias redes virtuales privadas, más conocidas como VPN, de manera que pudieron gestionar sus operaciones a través de computadoras en Estados Unidos.
Además, se cree que usaron identidades robadas para crear cuentas en PayPal utilizando nombres estadounidenses auténticos.
Según la acusación, la campaña fue tan efectiva a la hora de llegar a votantes estadounidenses que algunas empresas de EEUU comenzaron a pagar a los rusos para promocionar sus productos en esas cuentas.
Presumiblemente, la IRA cobró dinero por ello. Se cree que entre $25 y $50 dólares por post.
De la web a la calle
No fue difícil, explican los investigadores, transferir este odio de internet a las calles de Estados Unidos.
Desde sus escritorios en San Petersburgo, y usando personajes falsos como un voluntario entusiasta llamado “Matt Skiber”, los operadores rusos orquestaron protestas y manifestaciones que ocurrieron en la vida real, se lee en el documento.
En una de ellas, incluso hubo una persona disfrazada de Hillary Clinton con un atuendo carcelario y dentro de una jaula que se colocó en la plataforma de un camión, dicen los fiscales.
También sostienen que la IRA pagó por avisos publicitarios en Facebook que promovieron mítines políticos en los estados “púrpura”.
Pero hay más.
Una vez que Trump fue elegido presidente, los investigadores dicen que la IRA trabajó para sembrar más descontento. Alegan que impulsó dos manifestaciones contradictorias en Nueva York, una para apoyar al nuevo presidente electo y otra con el mensaje “Trump NO es mi presidente”.
Durante todo ese proceso, dicen que la IRA creó una lista con más de 100 estadounidenses a los que contactó para pedir ayuda a la hora de organizar sus esfuerzos. Supuestamente, ninguno de ellos sabía que fue títere de una audaz campaña rusa.
Una campaña que, por lo que sabemos hasta ahora, todavía sigue su curso.
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