Así son las guerras de la ciberpolicía en México
La Policía Federal muestra cómo es su trabajo en otro frente de batalla contra la inseguridad
MEXICO.- Cuando caminan por las oficinas de la Unidad de Ciberseguridad de la Policía Federal, las subtenientes Eleazar Castro y Marlene García parecen inofensivas. Lejanas a la imagen de los agentes armados sobre patrullas, ellas van enfundadas en trajes azules tipo sastre con un andar casi imperceptible y una sola herramienta: la computadora.
Una vez frente a ella se transforman en aguzados tiburones a la caza de la delincuencia como parte de un grupo de élite integrado por 275 ciberpolicías federales—hombres y mujeres— que comenzó a operar en 2010 para hacer frente a la mudanza de los delitos al ciberespacio.
Son jóvenes, angloparlantes, dominan la tecnología de la infomación, la intuición, el rastreo de IP, las redes sociales y huelen desde las nubes, a kilómetros de distancia, un crimen con ayuda de denuncias anónimas al 088; Facebook, Twitter, Instagram, Youtube y convenios con otros sabuesos de las redes de Interpool, Europol, la DEA, el FBI…
“El criminal siempre va a cometer un error humano y por ahí lo vamos a agarrar’’, advierte Ramses Hernández, comisario responsable de la “ciberpolicía federal’’ poco antes de entrar a la sala donde se concentra su equipo en busca de tratantes de personas, defraudadores, narcotraficantes, pornógrafos infantiles, violadores y toda esa fauna enemiga.
Un día la Oficina de Control y Aduanas (ICE) advirtió a la subteniente Castro que tenía sospechas de abuso sexual infantil en contra de dos ciudadanas estadounidenses por parte del padre guanajuatense quien, tras el divorcio de su esposa gringa, regresó a su lugar de origen con las niñas pequeñas.
La policía empezó el ciberpatrullaje. Husmeó aquí y allá: el ciberdelincuente, como el malandrín de a pie, va soltando pistas, pequeñas migajas que se vuelven oro molido: el ego en la Era de la Información es un arma de mil filos y este caso no fue la excepción.
Castro siguió el caso durante tres años y al final logro enviar a la cárcel al padre violador a quien condenaron a 44 años de prisión. “Fue un juicio oral en el que fui testigo, un gran caso’’, cuenta la subteniente Castro satisfecha con esta misión cumplida hasta la sentencia.
Pero sabe que el camino es largo: diariamente recibe entre 100 y 200 advertencias de posibles ciberdelitos contra niños sólo de casos que involucran a México y Estados Unidos.
El comisario Hernández tiene registrados en el sexenio 220,000 incidentes en los que participó la policía cibernética para la investigación de fechorías de las más simples como intentos de robo de identidad a ataques a grandes empresas particulares o instituciones públicas para robarles datos. Información es poder.
En algunos casos, simplemente entrega el reporte al ministerio público; en otros, ha tenido que enviar a sus agentes entrenados a ponerse chalecos antibalas y, con apoyo de otras fuerzas del orden, incluyendo a marinos y militares, lanzarse a decomisar los aparatos electrónicos de los malandrines de la web mientras los policías de campo hacen los suyo.
“Hay ciberdelincuentes violentos y, más aún, si están ligados a células del narcotráfico que buscan a través de los crímenes en la web financiarse o diversificar’’, advierte.
La imaginación para delinquir en la red puede ser tan variada como el número de cerebros que buscan romper la ley.
La subteniente Marlene García, por ejemplo, atrapó hace poco a un estafador que se hizo pasar por el director de una empresa importante y engatusó al contador para que depositara a una cuenta ficticia alrededor de 200,000 dólares. “Su trabajo es impecable y regularmente trabajan en equipos’’, detalla García.
El años pasado, la cibetpolicía dio con una organización que clonaba páginas de internet de compañías importantes de la industria alimenticia para hacer creer a sus víctimas que remataban flotillas de automóviles con páginas clonadas tan parecidas a las reales que incluso a los agentes no distinguían una de la otra. Los bandidos ganaron millones por varios meses.
El error de la banda fue pedir asus víctimas que enviaran la información a cuentas de correo con terminación de correos de usuarios comunes (como gmail, hotmail, yahoo) y no las oficiales de la empresa. Así los pescaron.
Hernández y su equipo busca perfeccionar sus métodos porque no tiene duda que las grandes batallas contra el crimen del futuro será más en el ciberespacio y en escenarios menos sangrientos que en la vida real, pero más devastadores porque el impacto de este top de delitos son masivos. Y los ciberdelincuentes trasnacionales, fechorías a distancia.
“Aquí vamos a necesitar una legislación muy fuerte sobre el tema’’, dice. Ojo al congreso.