Cómo empoderar a las niñas
Fomentar la superación es necesario para salir adelante, con estrategias inclusivas y que no perpetúen la disparidad y las falsas expectativas en las niñas
Si eres mujer, puede que hayas experimentado de primera mano las múltiples expectativas que impone la sociedad al sexo femenino desde muy temprana edad. Se espera que las niñas sean hacendosas, estudiosas, atractivas, inteligentes y que desarrollen otras tantas cualidades que se ven moldeadas por las convenciones y los determinantes sociales. Sin embargo, aunque las mujeres han alcanzado variados hitos a través de la historia, todavía es claro que se encuentran en desventaja y que, como demuestran las investigaciones, su éxito requiere un camino más complicado.
“Esto no es un invento o una suposición, sino que está fundamentado en esas condiciones sociales que nos hacen más fácil o más difícil mantener una buena salud o disfrutar de un buen desarrollo”, explica la doctora Amelia Rodríguez, psicóloga clínica y pasada presidenta de la Asociación de Psicología de Puerto Rico. La doctora Rodríguez añade que, en este caso, las expectativas se dan tanto a nivel familiar como social y que el afán de subsanar la presión que se impone en el proceso, puede ocasionar, precisamente, lo contrario, produciendo un estrés adicional a las niñas, las jóvenes y las mujeres que no cumplen con dichas expectativas.
Pero, ¿cómo evitar presionar a nuestras niñas a tener éxito en todo lo que realizan? ¿Cómo podemos criarlas para que conozcan y desarrollen su máximo potencial a pesar de los modelos distorsionados que pueda presentar la sociedad?
“Como padres, es importante que se puedan proveer a las niñas las mismas experiencias y posibilidades en términos educativos y de intereses; que si a la niña le gusta el deporte que pueda participar en el deporte y que si le interesan más los asuntos de las matemáticas o las ciencias, que se fomente ese interés”, resalta la también codirectora de Psych Wellness Center al mencionar que la crianza de las niñas no debe ceñirse a responder a roles de géneros esperados, como pueden ser contribuir de manera exclusiva en las tareas del hogar.
“Tenemos que ser amplios en esas posibilidades e igualmente en las responsabilidades”, destaca Rodríguez, mientras señala que la crianza no debe diferenciarse entre niños y niñas. “Debemos tener mucho cuidado en términos de lo que son las áreas de socialización y que, con nuestro ejemplo y nuestra práctica diaria, dejemos el espacio abierto para que las niñas puedan desarrollarse en todas las facetas, sin necesariamente limitarse a unas áreas particulares” porque es lo esperado en la familia, en la sociedad y en otras áreas, dice.
Enseñanza: el valor personal no está supeditado al éxito
“Fomentar la superación es una cualidad necesaria e importante para salir adelante en la vida, pero, siempre, con la precaución de que no se interprete que el amor o el valor que le estamos asignando a la niña como persona está condicionado a sus éxitos”, destaca la psicóloga clínica.
“El afecto es prioritario en el desarrollo y el aprendizaje de los niñas y las niñas por igual. Si no hay afecto siempre va a haber algo que falta, algo que no va a funcionar como quisiéramos que funcionara: en su máxima expresión. Por lo tanto, esa aceptación incondicional es importante que esté ahí, pero teniendo mucho cuidado con las expectativas”, sostiene Rodríguez. No hacerlo, podría afectar la autoestima de las niñas, algo que, según la psicóloga clínica, se está viendo con mayor intensidad “porque, socialmente, la mujer siente que tiene que probar que es igual o mejor que un hombre, y esa expectativa, esa presión, no son necesarias”, pues no fomentan lo que realmente se busca: que cada niña pueda ser libre de desarrollarse como quiera sin tener que competir con los varones.
“Eso impone un peso diferente; afecta la autoestima y la capacidad de desarrollarse de una manera más plena”, dice Rodríguez, para mencionar que ciertos estudios muestran que las mujeres tienden a tener mayor presión en el campo laboral y en el académico, ya que se les exige más porque se entiende que su rol materno pudiera interferir con su desempeño y, por lo tanto, deben evidenciar que eso no va a ser un impedimento y que pueden y deben aportar más.
“Esto implica que la mujer asume varios papeles en su vida, por lo que tiene unos estresores adicionales que la ponen a riesgo de desarrollar condiciones emocionales como depresión y ansiedad. Esto es algo que se va trabajando desde la niñez, a nivel educativo, a nivel familiar, es importante que reflexionemos y estemos conscientes de que si queremos motivar a nuestras niñas, necesitamos darles las mismas oportunidades, estar conscientes de la distribución equitativa de tareas y roles, y de brindar las mismas opciones y posibilidades que a los varones, pero que esto no se convierta en una camisa de fuerza que haga sentir a las niñas y a las adolescentes que tienen que ejecutar exitosamente en todo momento porque de eso depende su valía y el afecto que van a recibir”, destaca Rodríguez.
Aún queda mucho por hacer
Aunque muchas familias tratan de ser más responsables y de tener unas prácticas distintas e la crianza de las niñas, esto no es tan sencillo porque las conductas arraigadas socialmente imperan y una transformación requiere un nivel de conciencia más amplio.
“Esa es la parte en la que se debe crear conciencia. Se han dado unos avances, pero llegar ahí sigue siendo un proceso bien sacrificado para la mayoría de las mujeres y si a eso le añadimos otras situaciones sociales de desventaja como pueden ser la pobreza, la raza, en algunos casos la religión, o la orientación sexual, el panorama se complica muchísimo más”, afirma.
Por ello, se debe fomentar en las niñas y las adolescentes la comunicación, aun cuando haga algo incorrecto; que sientan que pueden ir donde su padre, su madre o su cuidador y dialogar, promoviendo un intercambio abierto que sirva como un factor de protección contra la vulnerabilidad en diferentes áreas que van desde la autoestima hasta el abuso sexual.
“De esta manera, estamos protegiendo a nuestras niñas y adolescentes porque hay un mayor espacio para que se sientan aceptadas, y se van rompiendo patrones y estereotipos”, finaliza diciendo la doctora Rodríguez.