La caravana, regalo electoral para Trump
Históricamente Estados Unidos se ha beneficiado de la mano de obra indocumentada cuando la necesita y la ataca cuando no la requiere
La caravana de migrantes centroamericanos que atraviesa México con la esperanza de llegar a Estados Unidos le ha dado a Trump el impulso que necesitaba para reavivar el sentimiento antiinmigrante y el entusiasmo de su base con miras a las elecciones intermedias.
En los mítines que encabeza para promover el voto hacia los republicanos, Trump no desperdicia oportunidad alguna para exacerbar el temor y el rechazo hacia los inmigrantes. Y lo hace con una técnica que maneja magistralmente: la de las exageraciones y mentiras. Como hemos visto a través de la televisión, la caravana está integrada en su mayoría por hombres, mujeres y niños hondureños que huyen de la violencia y la miseria extrema de su país. Trump, sin embargo, ha pintado la caravana, sin evidencia alguna, como una turba en la que se han mezclado criminales e individuos del Medio Oriente entre los que incluso podría haber terroristas.
No solo eso. El jefe de la Casa Blanca ha afirmado también, sin presentar pruebas, que la caravana ha sido financiada por los demócratas y que éstos favorecen la política de fronteras abiertas.
Las falsas declaraciones del presidente han surtido el efecto deseado entre sus simpatizantes, que creen a pie juntillas en todo lo que él les dice y apoyan sin reservas las medidas que piensa implementar para detener a la caravana: en primer lugar, construir el muro, enviar a las fuerzas armadas para impedir el paso de los migrantes y suspender los 500 millones de dólares anuales que Estados Unidos brinda cada año en asistencia a Honduras, Guatemala y El Salvador.
Pese a la dureza de estas medidas, ninguna logrará detener a los migrantes porque no atacan las causas del problema. Como bien sabemos, a los migrantes no les importa incluso arriesgar su vida porque las condiciones en que viven en sus países de origen son intolerables. La única forma de arraigarlos sería mediante la creación de empleos y el combate efectivo a la inseguridad.
La situación es sumamente compleja porque estos problemas no se solucionan de la noche a la mañana y porque, hasta ahora, ningún gobierno de la región ha tenido la voluntad política de resolverlos. Históricamente Estados Unidos se ha beneficiado de la mano de obra indocumentada cuando la necesita y la ataca cuando no la requiere. Los gobiernos de México y Centroamérica, por su parte, han fallado en darle a su población las oportunidades de trabajo y seguridad que deberían.
El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, ha hablado de cambiar la política migratoria. Sabe que las deportaciones masivas no son la respuesta. Por ello ha hablado de la posibilidad de ofrecerles trabajo a los centroamericanos que están en México. Pero antes debe garantizarle empleo a los mexicanos. Ha dicho también que, una vez que asuma el poder, hablará con Trump sobre la necesidad de invertir en Centroamérica. Son ideas plausibles, pero está por verse si encuentran eco en la Casa Blanca.