La “legalización” de las pandillas que logró reducir los asesinatos en Ecuador
En Ecuador, las pandillas no solo son legales, sino que tienen personería jurídica y están reconocidas como empresa
Si vistes de amarillo y negro, con una corona dorada como símbolo, en algunos barrios de Nueva York pueden asesinarte.
Sin embargo, usar la indumentaria característica de los Latin Kings en las calles de Quito ya no es motivo de preocupación ni sinónimo de ilegalidad.
Esta es una de las pandillas que está por cumplir once años como organización “legalizada” en Ecuador, un proceso inédito que ayudó a que los homicidios se redujeran en más de un 70% en ese país.
Ahora, como constató BBC Mundo, la corona dorada sobre un fondo negro es sinónimo de comida de calidad y no de violencia.
Los Latin Kings (o Reyes y Reinas Latinas) ahora también son Kings Catering, una pequeña empresa que se dedica al negocio del servicio gastronómico.
No fue fácil, pero los resultados obtenidos en 10 años ya son destacados por organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
La entidad destaca que con la ayuda de este proceso los asesinatos en Ecuador descendieron de 18 por cada 100.000 en 2011 a 5,75 en 2017.
La difícil transición
Manuel Zúñiga es el “Inca”, o sea el presidente de los Reyes Latinos. Su nombre de pandillero es King Majestic.
Conoció del manejo de armas, robo de vehículos y la cárcel; pero ahora es representante legal de su pandilla (o “nación”, como se llaman entre ellos) y trabaja en la Universidad Católica de Quito (privada) con oficina y todo.
Ya no viste con pantalones anchos, pero sigue usando los colores de su grupo con orgullo y lleva puestos los collares que se ganó como líder de los Latin Kings.
Tampoco esconde sus tatuajes y explica que cada uno simboliza los valores de su grupo o sus experiencias personales.
“Nuestra transición fue gracias a la unión y la madurez de todos nosotros. No ha sido fácil, pero fue lo más positivo para nuestra nación”, explica el jefe pandillero.
Zúñiga añade que los reyes y reinas estaban “cansados de tantos abusos y de la discriminación”.
Pero “fue muy difícil convencer a los hermanos porque vivíamos en un mundo de violencia”, afirma.
El pandillero, como él todavía se reconoce, explica que al principio hubo divisiones y disidencias.
“Ahora que ven nuestros pasos positivos, muchos hermanos se están sumando“, le dice a BBC Mundo mientras viaja en un carro conducido por uno de esos “hermanos” desde la universidad a su barrio. El recorrido es de casi una hora.
Al principio fueron apenas 20 pandilleros los que decidieron “legalizarse”, ahora son más de 1,000 de los Kings y de varios grupos.
La “legalización”
Ana Rodríguez, una investigadora de las Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y después ministra de Cultura en 2016, fue una de las promotoras del proceso.
“Para evitar abusos y reivindicar su voluntad de evitar las acciones violentas comenzamos a promover la legalización“, explica.
Rodríguez señala que fue fundamental el apoyo del gobierno de Rafael Correa y la policía ecuatoriana con la creación de apoyo a los pandilleros en términos laborales y de formación.
“No hubo que convencerlos, sino que fue de voluntad conjunta para acabar la discriminación hacia ellos”, le dice a BBC Mundo.
La investigadora destaca que el modelo funcionó y logró expandirse incluso a las pandillas que fueron enemigas de los Latin Kings.
“Una de las principales dificultades fue cambiar la imagen que tenían los pandilleros, pero se logró cambiar ese signo”, afirma.
En el informe del BID “Inclusión social desde abajo: Las pandillas callejeras y sus posibles efectos en la reducción de la tasa de homicidios en el Ecuador” se destacan también los logros del programa emprendido desde 2007.
“Descubrimos que la legalización de estos grupos ayudó a reducir drásticamente la violencia y la criminalidad, a la vez que otorgó un espacio cultural y legal para transformar el capital social de las pandillas en medios eficaces para alcanzar un cambio de comportamiento”, destaca el reporte.
El catering
Manuel recorre junto a sus “hermanos” los pasillos de la Universidad Católica de Quito.
Es 30 de octubre y los Kings Catering tienen dos servicios importantes que brindar: el almuerzo de los decanos de ese centro académico y el del consejo de las universidades ecuatorianas.
A nadie le extraña ya ver que jóvenes con varios tatuajes en los brazos, poleras estampadas y largos collares preparen y les sirvan la comida: este mediodía, un arroz al pesto con pollo relleno.
Y Manuel cree que ese es uno de los mayores logros: haber superado el estigma con el que lo veían a él y a sus compañeros; a su “nación”.
La coordinadora del programa de inclusión de pandillas en la Universidad Católica es la socióloga Alejandra Delgado.
Ella combina sus clases con el trabajo junto a los reyes y reinas latinas y es notable el grado de confianza que construyó con ellos.
Los Latin Kings no solo tienen el servicio gastronómico, sino que reciben formación en disciplinas técnicas como la serigrafía o la informática.
“Ellos querían capacitarse en cuestiones prácticas, que les pueda generar empleo“, explica Delgado.
Y en eso comparten objetivos con la universidad, pues ambos quieren que los proyectos emprendidos sirvan a largo plazo y culminen en emprendimientos propios.
Además, uno de los reyes, Luis Enrique, se convirtió recientemente es el primer Latin King matriculado como alumno de sociología.
Asiste a clases con casi una decena de collares, con sus tatuajes en los brazos y una camiseta con los símbolos de su “nación”.
Los problemas
Pese a los resultados obtenidos, la legalización de las pandillas no ha logrado erradicar la violencia entre los grupos juveniles en Ecuador.
Y aunque el general de policía Patricio Carrillo, ahora parte del ministerio del Interior ecuatoriano, reconoce los logros del programa de reinserción, también advierte que en este momento tiene dificultades con la sostenibilidad del mismo.
La autoridad gubernamental reconoce que la reducción en los ingresos que atraviesa este país dificulta que se puedan mantener los apoyos destinados a los pandilleros.
Otra dificultad advertida por el general es la aparición de nuevos grupos violentos que no son parte de las pandillas que se sumaron a la legalización.
Carrillo también agrega que la reducción de la violencia y los asesinatos en su país no se dio únicamente por el trabajo con organizaciones juveniles, también por la labor de la policía con los vecinos en los barrios.
“Se llegó a construir una confianza al dividir el territorio en zonas y subzonas con las que trabajamos directamente”, le dice a BBC Mundo.
¿Lecciones?
Curiosamente, los logros de la legalización ecuatoriana no parecen haber llamado la atención de otros países de Latinoamérica.
Los expertos consultados por BBC Mundo señalan que en parte se debe al desconocimiento del modelo y por otra a que en ciertos países como El Salvador es muy difícil que la opinión pública apruebe que se destinen recursos públicos a apoyar a pandillas a reinsertarse.
Uno de ellos es Rafael Gude, investigador del BID que trabajó con pandillas tanto en Ecuador como en Centroamérica.
“Ecuador tuvo la ventaja de pasar por un buen momento económico al principio de la ‘legalización’, en cambio en países como El Salvador esto sería muy cuestionado“, afirma.
El experto añade que, de todas formas, el modelo podría poder funcionar perfectamente en otros países con problemas de pandillas.
“Debe ser un cambio estructural, no solo del gobierno sino también de la policía, como pasó en Ecuador”, concluye.
De la misma manera, la socióloga Ana Rodríguez sostiene que el proceso vivido en Ecuador debería ser replicado en otros países para cambiar el enfoque “criminalizador” hacia los pandilleros.
“Es muy difícil que esto se pueda lograr si los gobiernos siguen atribuyendo la culpa de los problemas en sus calles a las organizaciones juveniles. Deben reconocer que la violencia es producto de la desigualdad y no de las pandillas“, afirma.
Y la experta añade que estados con problemas de violencia como los centroamericanos se muestra a la represión hacia los pandilleros como un logro de los gobiernos, pese a que ha demostrado ser una medida ineficiente.
Lo mismo opina Manuel Zúñiga, que expresa su deseo de que otros de sus “hermanos” en otros países sigan su mismo camino.
Así, más muchachos con tatuajes y camisetas negras con estampados dorados caminarán sin dificultades por universidades y ministerios.
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