¿Te quieres acostar conmigo?: 40 años después del experimento que hizo esa pregunta
¿Cuánto han cambiado las actitudes desde entonces?
Es un experimento tan famoso que incluso inspiró una pegadiza canción de los años ’90: “¿Te quieres acostar conmigo?” de la banda británica de jazz-pop Touch and Go.
Esa fue la pregunta que un grupo de estudiantes, varones y mujeres, le hicieron a extraños del sexo opuesto, como parte de un experimento realizado en el campus de la Universidad Estatal de Florida, en Estados Unidos, en 1978.
Los resultados causaron asombro: tres de cada cuatro hombres respondieron que sí a la propuesta. En cambio, ni una sola mujer aceptó.
Interesantemente, otra de las preguntas que fueron parte del estudio -¿tendrías una cita conmigo?- arrojó resultados muy diferentes: cerca de la mitad de los consultados, tanto hombres como mujeres, respondieron afirmativamente.
Las conclusiones de los expertos fueron contundentes: el experimento claramente había demostrado las diferencias en las actitudes femeninas y masculinas hacia el sexo casual y confirmado un antiguo estereotipo sobre los sexos.
Para el psicólogo y escritor canadiense Steven Pinker esto no debería haber sorprendido a nadie.
“Si uno observa los fenómenos sociales ve que los hombres tienen más tendencia a ser acosadores sexuales, a consumir pornografía visual, a contratar prostitutas”, observó a la BBC.
Según Pinker el experimento simplemente “confirmó de forma dramática una diferencia biológica básica: (…) que un hombre puede reproducirse potencialmente mucho más rápidamente que una mujer”.
“Cuando una mujer queda embarazada, está atada por nueve meses al embarazo, mientras que un hombre puede engendrar tantos niños como la cantidad que encuentre de parejas dispuestas a tener sexo con él”.
“Es una asimetría que forma parte de nuestra anatomía“, consideró Pinker. “Y no es sorprendente que otra parte de nuestra anatomía, nuestro cerebro, refleje esa diferencia”.
En resumen, entonces, lo que Pinker y muchos otros expertos concluyeron del experimento es que al existir el riesgo de quedar embarazada, la mujer es mucho más cuidadosa a la hora de elegir pareja y no tiene interés en el sexo casual.
Mismos resultados
Varios estudios posteriores que reprodujeron el experimento de 1978 llegaron a los mismos resultados, sugiriendo que no se trataba de algo relacionado con tabúes de la época.
Uno de los experimentos más recientes, realizado en Dinamarca en 2010, mostró que tampoco tenía que ver con un posible puritanismo de la cultura estadounidense.
Ese estudio dio los mismos resultados que siempre: ni una sola mujer aceptó tener sexo casual con un extraño, a contramano de la mayoría de los hombres.
Incluso ahondó la percepción de que a los hombres les obsesiona el sexo: ¡más hombres dijeron que sí a un encuentro sexual con una extraña que los que aceptaron tomar un café que una mujer que no conocían!
Otro trabajo realizado en Alemania en 2015 cambió la locación del experimento a un lugar considerado más propicio para una propuesta “indecente”: una discoteca.
Pero aún allí, los resultados del experimento original de Hatfield y Clark se mantuvieron intactos.
La mujer y el sexo
Pero a pesar de que las conclusiones del experimento parecen indisputables -se trata de uno de los pocos estudios sociales en los que nadie cuestiona los resultados- han surgido algunas voces, sobre todo femeninas, que consideran que se trata de un malentendido.
Estas críticas no disputan el hecho que la vasta mayoría de las mujeres rechazará una oferta sexual de un extraño. Pero dicen que eso no significa que no les guste el sexo casual.
Aseguran que la explicación de los resultados no es biológica, sino cultural.
En su libro, “Inferior: How Science Got Women Wrong” (“Inferior: cómo la ciencia malinterpretó a las mujeres”) la periodista científica Angela Saini sostiene que son las restricciones morales que dictan cómo una mujer debe comportarse las que explican el rechazo femenino al sexo casual.
Saini objeta las interpretaciones que se quedan solamente en lo biológico.
“(Es incorrecto) pensar que puedes separar la naturaleza y la crianza, lo biológico y lo cultural, y llegar a la raíz de quiénes realmente somos”, le dijo a la BBC.
“Lo que realmente somos es seres sociales y no puedes separar una cosa de la otra”, aseguró.
Sarah Blaffer Hrdy, autora de “The Woman That Never Evolved” (“La mujer que nunca evolucionó”) coincide en que es lo social lo que define las actitudes de las mujeres hacia el sexo.
Remarca que si bien en los últimos siglos a la mujer se la consideró un ser mucho menos sexual que el hombre, esto no siempre fue así.
“En algunas culturas se temía a las mujeres y se las veía como el diablo y como excesivamente sexuales. Los antiguos griegos comparaban a las mujeres con osos y leones, sugiriendo que era imprescindible mantenerlas encerradas”, relata.
Y aunque hoy la visión ha cambiado mucho desde las épocas victorianas, cuando los psicólogos creían que las mujeres no tenían deseo sexual, lo cierto es que incluso en el siglo XXI y en Occidente, hay fuertes restricciones sociales sobre las mujeres, cuando de sexo se trata.
Temor
Así lo confirma la psicóloga Terri Conley, quien realizó un estudio sobre el tema en 2011. “Las mujeres son juzgadas con más dureza por tener relaciones sexuales ocasionales que los hombres, y es algo que les preocupa”.
Conley lo ilustra con un ejemplo de la vida moderna: el llamado “walk of shame” (camino de la vergüenza), como se llama cuando una mujer regresa por la mañana a su casa, vestida con su ropa de la noche anterior, tras haber tenido un encuentro casual con alguien.
“Hay estudios que muestran que la mujer pone en riesgo su reputación si acepta una oferta de sexo: puede ser considerada una puta o una desesperada sexual. El hombre no sufre un daño social”, coincide Cordelia Fine, autora de “Testoterone Rex”.
Fine, profesora de la Universidad de Melbourne, destaca otro elemento clave para entender por qué todas las mujeres en los estudios rechazaron tener sexo con un extraño: el miedo a la violencia.
“Lo que los experimentos realmente demostraron es que las mujeres no están muy interesadas en arriesgarse a entrar en una situación en donde podrían ser asesinadas, violadas o podrían avivar el interés de un potencial acosador”, le dijo a la BBC.
Andreas Baranowski y Heiko Hecht, los investigadores alemanes que en 2015 replicaron el experimento de 1978 en una discoteca -y hallaron los mismos resultados- se preguntaron qué pasaría si las mujeres recibieran una oferta de sexo casual de una forma en la que no tuvieran que temer, ni por su reputación ni por su integridad física.
Idearon un segundo experimento para atenuar el factor miedo: invitaron a un grupo de voluntarios, hombres y mujeres, a un laboratorio con el pretexto de ayudar a una empresa de citas a evaluar su algoritmo de compatibilidad.
Les presentaron diez fotos de miembros del sexo opuesto y les hicieron creer que los diez ya habían acordado reunirse con ellos (ya sea para una cita o para tener sexo).
Los resultados fueron notables: casi no hubo diferencias entre los sexos.
El 100% de los hombres y el 97% de las mujeres aceptaron tener una cita con al menos uno de los candidatos, con el potencial de tener sexo.
Otro estudio realizado por Terri Conley alcanzó conclusiones similares.
Conley decidió utilizar figuras reconocidas -estrellas de Hollywood- como las potenciales parejas casuales, en vez de extraños.
Le preguntó a un grupo de hombres si se aceptaría una propuesta sexual de Angelina Jolie y a un grupo de mujeres si aceptaría tener sexo con Brad Pitt.
La mayoría de los consultados dijo que sí.
Estos experimentos pusieron en tela de juicio las conclusiones tan categóricas que por décadas se mantuvieron respecto al famoso trabajo de Hatfield y Clark.
Y sugieren que la imagen que tienen muchos de que las mujeres son conservadoras y no les gusta tanto el sexo como a los hombres, está errada.
(* Este artículo está basado en el programa “¿Te quieres acostar conmigo?” de BBC Radio 4. Puedes escucharlo en inglés aquí.)
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