Familia descarta residencia en EEUU y regresa por su voluntad a México
La situación comenzó a volverse insoportable, recuerdan
MEXICO – Las González estaban a un paso de obtener la residencia en Estados Unidos cuando decidieron volver a Michoacán. Atrás dejaron toda una vida en Chicago, la escuela de las tres hijas, las amistades; los dos trabajos de la madre como costurera, uno empleada por musulmanes, y otro por su cuenta para hacer uniformes para iglesias cristianas.
“La situación comenzó a volverse insoportable”, recuerda Luisa María Rodriguez, la hija mayor de la familia quien hoy tiene 25 años y seis desde su retorno. Con esa experiencia concluye: “Aquí es mi lugar y nunca más quiero volver a vivir allá aunque nos den los papeles”.
La madre, Marta Guillermina González, volverá a intentar la residencia apenas pase el tiempo de penalización por salir de EEUU. Tiene razones pragmáticas: ayudar a sus hijas que hoy estudian arquitectura y veterinaria, pero también motivos de seguridad: vivir en Jacona, una pequeña localidad a lado de Zamora, ha sido, por lo menos, estresante.
Además, ya se cumplió uno de sus principales objetivos por lo que tomaron la decisión de volver: que Luisa María –– alumna de excelencia, de “puras A”–– estudiara una licenciatura. Allá, sin documentos, no podía pagar ni una sola. Aquí, en cambio, hizo dos en la Universidad de Guadalajara: Ingeniería en Sistemas Digitales y Robótica y Relaciones Internacionales.
Mirando en retrospectiva, Luisa María, traga saliva. “Allá habían dejado de querer a los mexicanos”, recuerda. “No es que antes fueran muy queridos, pero el odio no era tan abiertamente xenófobo, aunque lo había”.
En la infancia, por ejemplo, una profesora se frustró tanto porque el inglés de la niña no era muy buena que la acostó en la alfombra, boca abajo durante una hora como castigo; otra, ponía en duda su trabajo. “Yo hacía muy buenos ensayos porque me esforzaba y ella decía que no los hacía yo, que los copiaba”.
En high school supo que el racismo iría de mal en peor cuando durante una cena en casa de su mejor amiga la mamá le soltó una pregunta rajatabla: “Oye, ¿Tú tienes papeles?¿Eres legal en este país?
“Hablaba con odio aunque sus ancestros habían sido migrantes yugoslavos, como muchos amigos que que decían que los mexicanos eran delincuentes y aclaraban, volteando a mirarme, ‘ellos, no tú’”, recuerda. “Otra opción era DACA, pero siempre es un programa que está en duda y tienes que dar todos tus datos al gobierno, dónde vives, tus teléfonos y contactos con la familia, ¡Qué miedo!”
Por eso la madre de familia empacó la ropa de las hijas, menaje, las máquinas de coser y puso pies en polvorosa sobre una camioneta. Se arrepintió en el mismo momento de cruzar hacia acá, cuando un policía intentó extorsionarlos, pero lo peor fue la violencia.
En Zamora abrió un taller para hacer remiendos, pantalones, blusas, faldas y hasta vestidos de para novias quinceañeras. Un medio día soleado, mientras trabajaba en la costura escuchó una balacera. Al principio no tenía claro de qué se trataba y salió a ver: en la esquina de su casa un muchacho se desangraba sobre un auto.
Luego siguió un enfrentamiento entre policías y sicarios en la plaza principal, donde quedó un reguero de cadáveres; después, dos muertos a tres calles de casa y así sucesivamente hasta la fecha.
Nunca ha sido testigo del momento justo del asesinato, tal vez ya hasta se acostumbró a escuchar sobre muertos, pero no es el principal motivo para querer regresar a Chicago, sino ganar más para que las hijas que estudian no tengan que trabajar a la par. “Es muy complicado para ellas, las quiero ayudar”.
Luisa María ya terminó la universidad y se mudó para trabajar en la organización para deportados New Comienzos en la capital mexicana, su mundo está aquí. “No puedo creer que haya tanta gente que haya pasado por la misma situación que yo y quiero ayudar, México es una opción y, a pesar de todo, aquí está nuestra gente”.