Vencer el miedo es el mayor reto de inmigrantes indocumentadas para denunciar violencia doméstica
El 98% de los casos de violencia doméstica conlleva abuso económico
NUEVA YORK – Salir del ciclo de violencia doméstica no es fácil para cualquier mujer, mucho menos si son inmigrantes e indocumentadas. Su principal reto es vencer el miedo a ser deportadas y ponerse a salvo.
“El reto que tenemos es que las inmigrantes indocumentadas no tengan miedo a ser deportadas por denunciar”, reconoció Nathaniel Fields, presidente del Instituto de Recursos Urbanos (URI, en sus siglas en inglés).
Hay inmigrantes que tienen claro que su seguridad es primero, como contó María, originaria de República Dominicana, quien reconoció que, en el momento de denunciar a su agresor, no se pensó en su situación migratoria.
“Yo cogí el teléfono y llamé, había que solucionar el problema”, afirma. María no es su nombre, pero prefiere mantener el anonimato. “Me tenía que enfrentar a muchas cosas. La primera vez que me dijeron que tenía que ir a la corte, me preocupé”.
Las agresiones físicas y expresiones machistas son la forma más común de violencia doméstica, aunque existan otras, como la económica. Las mujeres de raza negra y las inmigrantes de los grupos más vulnerables, indicó Fields.
El URI, un centro especializado en atender a la población vulnerable, trata cada caso de violencia doméstica de forma individual. Según Fields, “porque cada situación es diferente”.
En el caso de la inmigrantes indocumentadas hay opciones legales, ya que desde el año 2000, las víctimas de agresiones sexistas tienen derecho a solicitar una Visa U en los Estados Unidos. Tal y como apunta la oficina la oficina de Servicios de Ciudadanía e Inmigración (USCIS), aunado a que la legislación también ayuda a las agencias del orden público a dar mejor servicio a las víctimas de crímenes.
María es una de las 33 víctimas de violencia doméstica que la semana pasada se graduaron en el programa Working Internship Network (WIN), organizado por URI. La misión del programa WIN es lograr que estas personas recuperen una vida digna y que sean económicamente independientes, ya que desde el Instituto afirman que el 98% de los casos de violencia doméstica conlleva abusos económicos.
“Mientras todos los tipos de violencia descienden en Nueva York, la violencia doméstica sigue creciendo”, afirma Fields. “Nuestro trabajo pasa por detectar esos factores. Uno de los más claros es la dependencia económica, por lo que con los supervivientes lo que hacemos es educarlos para que sean independientes”. Quienes se han graduado en este curso han logrado sobreponerse a su anterior situación y ser económicamente independientes para poder afrontar una nueva vida.
Madison es otra de las graduadas en el programa. Ella es de Dallas, Texas, y denunció a su agresor después de que la dejara inconsciente a golpes delante de sus hijos. “Necesitaba levantarme por mí misma”, relata. “Mi única familia era él y para poder huir de ahí tuve que llamar al 911”, añade.
La doctora Carla Smith es la encargada del programa WIN y su papel es asegurarse de que a casos como éstos se les dé un buen servicio. “Nos centramos en que se recuperen del abuso sufrido y luego enfocamos el proceso a que terminen logrando un trabajo que les guste y sean económicamente independientes”, afirma la doctora. El primer consejo que reciben las supervivientes al llegar al programa es entorno a la seguridad y mantenerse a salvo. “Hay que aportarles cosas del día a día que les hagan entender cómo mantenerse a salvo”, cuenta Smith.
Madison cuenta que el programa le ha ayudado a recuperar la confianza en sí misma. “Me dieron unos días para que me calmara y después me asistieron y me ayudaron con mis documentos, que estaban en casa. Por último, te ayudan a centrarte en conseguir el trabajo que te guste”, afirma la estadounidense. “Gracias WIN me he dado cuenta de que me gusta ayudar a las personas y voy a estudiar derecho para ser abogada. Creo que es posible recuperar una vida plena”, añade.
María tiene claro que el programa le vino muy bien. “Te da mucha fuerza, hay personas que te motivan en tus peores días. Yo tenía miedo a salir a la calle y estas personas me han ayudado a superarlo”, cuenta. “Cuando llegué había unas personas preparando su graduación. Yo dije que también quería estudiar para graduarme y aquí estoy”, comenta entre risas. Ahora reconoce que su vida no es la misma, pero su intención es comenzar una nueva y trabajar en un hotel.
La encargada del programa afirma que para las víctimas de la violencia es muy duro abandonar su hogar. “Aunque sufran en su casa, resulta muy difícil abandonarla, es uno de los momentos más duros para ellas”, asegura. Madison, en la línea que apuntaba la doctora, dice que las navidades son “un momento difícil porque no tienes a tu familia ahí”.
Ambas supervivientes aconsejan salir y contárselo a alguien, pedir ayuda, algo en lo que coincide Smith. “Hay que hablar, salir y hablar, hay personas fuera que te pueden ayudar”, indica la mujer dominicana. Madison aconseja buscar un momento para huir del agresor: “Hay que escapar y no mirar atrás, hay programas como WIN que son totalmente recomendables, hablar con expertos ayuda mucho”.
Según la Organización Nacional Contra la Violencia Doméstica, una de cada cinco mujeres en los Estados Unidos han sido violadas durante su vida. María tiene claro que “esto es algo por lo que ninguna mujer debería pasar”.
“El día de la boda no se presentó”
María llegó de la República Dominicana a Nueva York para casarse con su prometido. “Yo estaba enamorada, era feliz, pero empezaron a pasar cosas raras. El día de la boda, él no se presentó y me puso una excusa que yo sabía que no era verdad desde el primer momento”, cuenta la superviviente.
Días después, cuando su pareja regresó, le argumentó que no se podía casar con ella porque sus padres querían para él una mujer blanca y rica. Después de aquello, un día, su pareja la encerró en el sótano: “Al salir, el médico me preguntó a ver si estaba pasando por alguna situación de abuso, pero yo no quería darme cuenta de la realidad”.
La noche en la que ella le dijo a su prometido que se quería volver a su país, éste la violó. “Le dije una y mil veces que no, pero me agarró del pelo y tuvo sexo conmigo”, declara entre lágrimas.
“No sé cómo tuve el valor de llamar al 911, pero lo hice, vino la policía y me llevaron al hospital. Allí fue cuando hablé con una asistenta social y me pusieron en contacto con el programa”, cuenta esta superviviente.