Editorial: Trump, escucha, sí se requiere control de armas
Se requiere una decisión sobre control de armas
El presidente Donald Trump cambió de opinión tres veces en tres días, creando el caos al que es tan adepto. Para él, las palabras fluyen sin aparente control ni propósito, para ser tomadas por los medios e interpretadas por todos a la conveniencia del momento.
Nos referimos a los dichos y desdichos del Presidente sobre la necesidad de una nueva ley, más estricta que las actuales, para averiguar los antecedentes de los compradores legales de armas.
Trump primero respaldó esa idea después de las matanzas de El Paso, Texas, y Dayton, Ohio. Tres días después y después de hablar con el líder de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) Wayne LaPierre, repitió el argumento de la organización de que crear nuevas leyes es innecesario, y que se debe aplicar las que ya hay. Ayer cambió de nuevo y dijo que quizás sí, que el Congreso tiene que “hacer algo”.
La falta de claridad desde la Casa Blanca contribuye sin dudas al ciclo ya repetido de masacres, pensamientos y oraciones, respaldo popular a medidas para controlar las armas, demoras, más demoras, más demoras, inacción y todo sigue igual sin cambios. Hasta la próxima masacre.
El líder del Senado, Mitch McConnell, aliado de Trump, tiene como estrategia la inacción. Dejar pasar el tiempo hasta que la atención pública se desvíe para otro lado. El latiguillo favorito de McConnell es no atender medidas legislativas a menos que tengan la garantía de que el Presidente las apoya y las firmará.
Los mensajes contradictorios de ambos desalientan la labor bipartidista que han emprendido varios senadores para elaborar una ley moderada y de sentido común sobre las armas de fuego.
Trump cayó en la trampa del NRA al creerle el argumento de que perderá el respaldo de sus votantes si no se opone a la averiguación universal de antecedentes, o a cualquier otra medida de control. Esta propuesta tiene el respaldo de más del 90% de los estadounidenses en general y 68% de los propietarios de armas.
La popularidad del Presidente está por los cielos entre los republicanos, mientras que el NRA es una organización en crisis. De la misma manera que el demócrata Bill Clinton aprobó una reforma a la asistencia pública, el republicano Trump puede usar su capital político para una medida popular sobre armas. El mandatario en cambio promueve crear más centros psiquiátricos para encerrar a quienes podrían llegar a ser peligrosos con las armas de fuego. Una estigmatización absurda de que las personas con problemas mentales son asesinos en potencia.
Se estima que desde las matanzas hasta hoy se arrestaron decenas de sospechosos de querer llevar a cabo una masacre. Entre ellos hay empleados descontentos, estudiantes enojados y por lo menos cuatro supremacistas neonazis. Fueron detectados cuando alguien descubrió, y reportó una actitud sospechosa. Pero esa no puede ser la línea de defensa de la seguridad pública.
Una sociedad segura necesita registro de armas, licencia para operarlas y la prohibición de armamento de guerra. Esa es una agenda ambiciosa. Trump ahora debería escuchar a la mayoría de los estadounidenses en vez del extremista NRA.