Editorial: No a la guerra
Que no quepan dudas: este conflicto se origina, se nutre, se debe al dominio de los titulares, de las redes de cable, de incitar a los ya convencidos, de llegar al público que votará en pocos meses si rechaza a Trump
Como por arte de magia, un dedo aprieta un botón y envía cuatro misiles mortíferos a Bagdad, matando al general Qassem Suleimani.
Y como por arte de magia, Donald Trump dio vuelta la situación política y enganchó a la opinión pública a su favor. La situación política, auguraba el deshonor de un juicio político en el Senado. La opinión pública le desfavorecía, con una mayoría que lo quería destituido inmediatamente.
Ahora, vuelven a soplar los vientos de la guerra.
Que no quepan dudas: este conflicto se origina, se nutre, se debe al dominio de los titulares, de las redes de cable, de incitar a los ya convencidos, de llegar al público que votará en pocos meses si rechaza a Trump.
Por eso, y no porque era el terrorista que realmente fue y no porque preparaba un misterioso ataque, por eso mataron a Suleimani. Por la oportunidad de distraernos de lo que pasa.
Ahora nos quedamos con una escalada incierta, en un conflicto con dos lados. Por una parte, un país que si bien fanático, es cauteloso. Por el otro, un país que si bien democrático, tiene un liderazgo incapaz, extremista, impredecible. Ese último país somos nosotros, Estados Unidos.
Quizás lo peor es ver cómo se repiten las excusas para iniciar un conflicto bélico. El título de más irresponsable sería el tuit del vicepresidente Pence, de que Suleimani fue parte del complot del 11 de Septiembre y de ahí que merecía la muerte. Pero esto es inaudito. Irán es shiita y los ataques fueron por sunnies provenientes de Arabia Saudita. Dos facciones religiosas que se combaten desde hace siglos.
Vendrán otras excusas y superarán incluso a la de armas de destrucción masiva que supuestamente tenía Saddam Hussein, lo que justificó la invasión de Irak en 2003.
Los mensajes son dirigidos al conflicto mediático, y vienen de todas partes, incluyendo Irán e Irak. Pero también ellos organizan sus tropas y sus armas, sus voceros y sus computadoras y se preparan para combatir.
Subleva la facilidad con que Washington se pinta la cara con colores de guerra y aferra las armas.
No es demasiado temprano para que este medio se una a quienes dicen: no a la guerra.
No a una guerra que quiere perdurar hasta noviembre y volcar las elecciones a favor de Trump.
No a una guerra que llevará destrucción y muerte a miles de civiles y soldados en Medio Oriente y en cualquier lugar del mundo.
No a una guerra cuya victoria será hueca, endeble y temporaria. Cuya duración, indeterminada y cuya expansión, incontrolable.
No a una guerra capaz de irrumpir los servicios computarizados y el mismo internet.
No a una guerra que costará miles de millones de dólares que se iban a dedicar a estabilizar la economía.
No a una guerra que no traerá ninguna solución que no se pueda conseguir hoy mismo en negociaciones diplomáticas. Así de simple.