Asistente de enfermera DACA: “¡Aprovechemos el cororonavirus para ser más compasivos!”
De frente, día a día ante la pandemia, pide valorar más los abrazos y besos a los seres queridos
Por voluntad propia, Nallely Montesinos Martínez, una asistente de enfermera, beneficiaria del programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), decidió trabajar en el área hospitalaria donde están los pacientes con coronavirus.
“Nos dieron la opción a todos de escoger; y sé que es peligroso, y que muchas personas por miedo, no quieren atender a estos pacientes. Yo misma tengo miedo, pero escogí el campo médico como profesión, sabiendo que estamos expuestos a los virus y todo tipo de infecciones”.
Aunque reconoce que nunca le pasó por su mente, que un día, se presentaría una pandemia mundial como el COVID-19; y que a ella, le tocaría estar en la primera línea del personal médico en la batalla como una trabajadora esencial.
“Debes tener vocación para meterte en esto”, dice.
Cuando el número de casos se disparó, no dudó en ser parte del grupo de personas que ayudan, aún cuando eso significaba ponerse ella misma en riesgo, y a su propia familia.
Nallely de 34 años de edad está casada, y es madre de dos menores de 11 y 9 años. Vino a los Estados Unidos a los 14 años de edad. Nació en la ciudad de México, y creció en Chicago. En 2013, obtuvo el DACA que le permitió vivir y trabajar en EEUU.
Hace cinco años se mudó al estado de Kentucky, donde trabaja en el área de pulmonología de un reconocido hospital, pero también asiste a la Escuela de Enfermería.
“No me quiero quedar como asistente, quiero ser una enfermera”, dice.
Trabaja tres días a la semana en jornadas diarias que duran 12 horas. “De las 7 de la mañana a las 7:30 de la tarde”.
Desde que en marzo, el coronavirus se convirtió en un problema de salud nacional, su rutina diaria como asistente de enfermera cambió.
“Llego con mi ropa normal al hospital. Ahí me pongo mi uniforme”.
Después de revisar su asignación del día, que incluye visitar a alrededor de 32 pacientes, llega la hora de colocarse otro uniforme que parece de astronauta, para entrar al área donde están los enfermos que salieron positivos al coronavirus. Este segundo uniforme evita que se exponga a la enfermedad y la propague.
“Antes de hacerlo, tenemos que tomar agua e ir al baño; porque una vez puesto el uniforme, es muy difícil que podamos ir”.
Nallely describe que el uniforme para visitar a los enfermos con el COVID-19 no es pesado, pero está hecho de material de plástico que se infla como un globo, y tiene añadido una máquina que les suministra oxígeno.
“Uno termina completamente bañado en sudor porque pasamos dentro de ese traje, de cuatro a seis horas, antes de tomar un descanso”.
La primera vez que lo usó, sintió que iba a sufrir un ataque de pánico. “Me sentí mareada, con náuseas y como que no podía respirar. Era como si me cabeza, me estuviera jugando una mala pasada. Tuve que relajarme, pero las primeras dos horas fueron muy difíciles”.
Es complicado, observa, porque a veces el pelo se les mueve, o les da comezón, y no pueden hacer nada.
Por si esto no fuera suficiente, hay ciertas tareas como agacharse que se vuelven muy difíciles. “Nos tenemos que parar con los pies abiertos para poder hacerlo, y vigilar que la manguera que va a la careta no se destape porque nos quedamos sin oxígeno”.
Además del uniforme, deben ponerse dos pares de guantes esterilizados que llegan hasta la mitad del brazo.
“Cada vez que entramos a ver a un paciente, nos quitamos los guantes que usamos con el anterior para emplear otros nuevos. Pero antes hay que ponernos desinfectante en los primeros guantes”.
Su trabajo como asistente es llevar la comida al enfermo de COVID-19, ayudarlo a pararse si necesita ir al baño, cambiarle las sábanas, y darle cuidado personal como lavado de dientes.
“Encima de sus medicamentos y de revisar sus signos vitales, ellos necesitan cuidado personal”.
Debido a que los trabajadores de limpieza no están autorizado para entrar a esas áreas donde están los enfermos del COVID-19, la asistente de enfermera tiene que limpiar los cuartos y baños. “Nos toca hasta trapear los pisos”, comenta.
Después de cuatro o seis horas de labores, tienen un receso para comer, hidratarse e ir al baño.
Cuando termina su jornada, Nallely va directo a una área designada en el hospital donde la ayudan a quitarse el traje.
“Hay gente que nos guía paso a paso para quitárnoslo”.
De regreso a su casa, debe seguir otro protocolo.
“Al entrar, prácticamente me desnudo, y pongo todo mi ropa en una bolsa que mi familia ya me tiene lista. De ahí, me voy directo a ponerla en la lavadora. Y sin tocar nada, me meto al baño”.
Ya aseada y con ropa limpia, inicia su vida en familia, aunque también con restricciones.
“Siempre ando en la casa con mascarilla. No abrazo a mis hijos ni a mi esposo desde que estoy trabajando con los pacientes con el coronavirus. Mi esposo y yo dormimos en cuartos separados. Yo en el cuarto del piso de abajo que tiene su propio baño; y él, en el piso de arriba donde están las otras habitaciones”.
Si se ponen a ver juntos algún programa en la televisión, ella se sienta alejada de sus hijos y su esposo.
“Si entro a la cocina, saben que se tienen que alejar de mi. Me da miedo infectarlos”, reconoce.
Con la voz entrecortada por la emoción, confía que le duele no poder abrazar ni besar a su familia.
“El 10 de abril, mi hijo cumplió nueve años, y no lo pude abrazar. El 28 de abril, mi esposo y yo cumplimos 13 años de casados, y tampoco pudimos abrazarnos”, dice con tristeza.
Trabajar con pacientes enfermos de coronavirus, algunos de los cuales ya han muerto, han hecho que esta héroe de la salud, valore más la vida.
“Vivimos en una carrera. Nunca apreciamos esas pequeñas cosas básicas como un abrazo y un beso. Ojalá que esto que estamos pasando, no se nos olvide nunca, y aprovechemos para cambiar y ser mejores personas con más compasión hacia toda la humanidad”.
Nallely está tratando de concientizar a la gente que no cree en el virus.
“¡Por favor, quédense en casa! para que se aplane la curva y salgamos de esto pronto. ¡No visiten a sus familiares! Yo no visito a mis padres y hermanos. No los quiero exponer”.
En medio de la tensión que le genera la posibilidad de contagiarse del coronavirus, está preocupada porque en estos días, la Corte Suprema de la Nación emitirá un fallo en torno al futuro del programa DACA. “Espero que se toquen el corazón y tomen la decisión correcta porque somos miles de beneficiarios de DACA que estamos aportando para salir adelante de esta crisis de salud”.
La Opinión se ha unido a la Coalición por los Derechos de los Inmigrantes (CHIRLA) para invitar a todos a que este viernes 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo, a las seis de la tarde, abran las puertas de su casa y brinden un aplauso a los trabajadores esenciales como Nallely; o bien, publiquen una porra en sus redes sociales con el hashtag #PorraDeTrabajadores.