Trabajador agrícola: “Estamos molestos por no ser tomados en cuenta”
Ni siquiera sus hijos nacidos en EEUU fueron considerados para recibir el cheque del estímulo económico
A pesar del miedo a contagiarse del coronavirus, José Luis Hernández no ha faltado ni un día a trabajar a los viñedos en el norte de California.
“Salgo a las cuatro y media de la mañana de mi casa, manejo casi una hora para llegar al trabajo y comenzar a las 5:45 a.m.”, dice.
Antes de la pandemia, este inmigrante oaxaqueño de 32 años se iba a los viñedos ‘de raite’ en un vehículo lleno de trabajadores del campo.
“Cuando se declaró la emergencia, por seguridad, decidí irme yo solo manejando en mi carro. Estoy gastando más, y aunque la gasolina está muy barata, no deja de ser dinero que puede servir para alimentar a mi familia”.
José Luis trabaja desde hace 12 años en el campo. Su esposa también laboraba en la agricultura, pero cuando comenzó el COVID-19 y las escuelas se cerraron, tuvo que dejar el empleo para cuidar a sus niños de nueve, seis y dos años.
Como resultado, el único ingreso en el hogar de Los Hernández lo aporta José Luis. “No las hemos visto duras porque el sueldo de mi esposa hace falta para completar para el gasto, pero alguien tenía que encargarse de los hijos”.
Cuenta que incluso las primeras semanas de la pandemia, le recortaron las horas de trabajo. “Trabajamos normalmente de lunes a sábado. Pero al inicio nos quitaron los sábados. Ahora que el trabajo se vino encima, ya nos regularizaron el horario”.
Aún así, dice que el mes de mayo, batalló para pagar el alquiler. “No sé de dónde salió el dinero, pero logramos cubrirla porque si no lo hacemos a tiempo, cada día de retraso es un cobro extra de 75 dólares”.
Antes del coronavirus, la esposa de José Luis además de trabajar en el campo, hacía tamales para vender, y se ponía en una esquina. “Tuvo que parar sus ventas por temor a infectarse”.
Con los niños en la casa sin ir a la escuela, dice que le aumentaron los gastos para la comida.
El estrés que le han provocado las limitaciones económicas traídas por el virus, ha ido de la mano al miedo que siente José Luis de contagiarse. “Yo me protejo en el trabajo cubriéndome la boca y la nariz con un paliacate. Mi trabajo ahorita es limpiar la planta de maleza. Cada trabajador tiene su propia línea. Ahí no hay riesgo”.
Sin embargo, cuenta que el peligro está en los baños donde no se puede guardar distancia social, o en las líneas que se hacen para lavarse la mano.
“Unos no creen que el coronavirus sea una enfermedad real; otros piensan que a ellos no les puede pegar. Cada cabeza es un mundo”.
Además, platica que para muchos patrones los trabajadores del campo son desechables. “A ellos no les importa nuestra salud. No nos dan mascarillas ni guantes”.
Aún cuando toma todas las precauciones posibles para no infectarse, reconoce que el temor al COVID-19 está presente.
“Sobre todo porque sufro de alergias. Me dan dolores de cabeza y ardor en la garganta. Ahora es cuando hay más polvo en el campo”.
José Luis está preocupado principalmente por sus hijos. “Ellos lo que quieren es comer. No saben de dónde sale el dinero. Quieren su fruta. Y preguntan por qué ya no salimos en familia a comprar; o por qué yo siempre voy solo a la tienda. Por qué ya no vamos ni a la Iglesia a misa. Ya llevamos varios meses. Uno se pone incómodo, cómo le explicas a un niño lo que está pasando”,
Él – dice – que responde a sus hijos: “quedarse en la casa es por bien de todos, y esto va a pasar”.
Durante esta crisis de salud, los trabajadores del campo han sido considerados esenciales y hasta los han llamado héroes, pero eso le molesta a José Luis.
“Por no tener un estatus, no nos tomaron en cuenta en los apoyos dados. Nosotros declaramos y pagamos impuestos en todo lo que compramos. ¿Por qué no nos toman en cuenta?”, cuestiona.
Dice que sus hijos son ciudadanos de EEUU. “Si no nos dan a nosotros, a los niños nacidos en este país sí deberían considerarlos. Ellos también ocupan de la ayuda”.
Lo que más le duele es que no ha mirado a ningún alcalde, político o funcionario ir a los campos a darles las gracias, por no faltar ni un día a sembrar y levantar los alimentos que se llevan a su mesa.
“Esa es la molestia. En un futuro cuando todo vuelva a la normalidad, se olvidarán de nosotros”.
Y pide que no se les olvide que esta enfermedad no tiene barreras, no le importa si tienes documentos, si eres extranjero, ciudadano, residente. “Te llega sin importar el estatus migratorio”.