“Que la música sinaloense no lleve al estereotipo de narcocorrido”
Una novedosa fusión de la popular música sinaloense con la ópera enciende las redes entre trompetas, barítonos y tenores
MÉXICO – Cuando Armando Piña era niño y salía a pasear por Mazatlán veía en las calles un ir y venir de las bandas de viento que soltaban acordes a la menor provocación. Podía ser porque le diera la gana al músico soplar al trombón o porque en las afueras de las marisquerías veían una clientela apetitosa y no sólo de las delicias del mar que se preparan en Sinaloa, sino de fiesta.
En aquel tiempo, la Banda Limón de Julio Preciado ensayaba a lado de su casa y, cuando Armando Piña iba a la playa podía corroborar que, ahí sobre la arena, zapateaban siempre un montón de músicos con sus sombreros, sus botas y pantalones de mezclilla aún con el calor más grande de la historia (que los hay a cada rato en el Pacífico mexicano).
“La banda sinaloense no es un cliché, es parte de la vida de los sinaloenses”, acota este barítono de 34 años cuya historia personal lo sacó del ambiente de los instrumentos de viento como ocurrió con otros colegas que salieron de Sinaloa para crecer en el mundo de la ópera, como son los tenores Carlos Osuna y José Manuel Chú, y otro barítono José Adán Pérez.
Hace poco, el destino (hoy conocido como COVID-19) atrapó a todos ellos en Mazatlán procedentes de diversos puntos del mundo, donde han hecho sus carreras o se han consolidado como cantantes de un género que dista mucho a lo que respiraron y observaron de niños: la música de banda.
No se tiene muy claro el origen de este género que, hoy por hoy, es en la industria musical una de las pocas originales del país y finanzas millonarias en medio de un montón de simpatías y antipatías porque su impacto creció a la sombra de los narcocorridos y la violencia rural derivada de los cárteles de las drogas.
Las versiones más románticas dicen que los orígenes se ubican en el naufragio de un barco cargado de alemanes cerca de las costas sinaloenses. Entre quienes se salvaron, eran algunos músicos que se quedaron, se internaron en la sierra y por allá difundieron su afición por los instrumentos de viento. El Instituto de Cultura del estado, se limita a reconocer que es de origen europeo y derivó en huapangos, corridos, polkas, valses, mazurcas y chotises con adaptaciones regionales.
Como sea, la Tambora Sinaloense ahí sigue. Los dos tenores y los dos barítonos varados en su tierra por la pandemia observan aún a músicos tocar por las calles, en busca de la supervivencia a falta de reuniones, fiestas y escenarios. Las primeras víctimas de la pandemia fueron los festivales.
En medio de ese ambiente reconocieron entonces que era tiempo de dar un salto que no se atrevían a dar, a pesar de que tantas veces les había pasado por la cabeza.
—Fusionar a la música banda con lo que sabemos hacer: opera— precisa José Adán Pérez, barítono mazatleco actualmente radicado en Nueva York, en entrevista con este diario.
Estos cantantes ya se habían puesto de acuerdo para tener una especie de agrupación que los identificara como cantantes regionales del bel canto y hasta se habían presentado en el principal teatro de la ciudad de Mazatlán, el Teatro Angela Peralta. Se habían hecho llamar Sinaloenses de Cuidado con miras a romper todos los estereotipos.
“Era como dar un gran salto y que los ortodoxos de la ópera te cerraran las puertas de Bellas Artes”, detalla Adán Pérez.
Y de qué manera con una de las piezas más representativas: la napolitana ‘O sole mio.
LARGO CAMINO
Vestidos de camisas con los botones desabrochados y gorras de beisbolistas, Los Sinaloenses de Cuidado se instalaron a inicios del verano frente a la playa de Mazatlán para cantar y demostrar que la música trasciende fronteras y tiempos con un clásico el clásico napolitano que data de 1890.
‘O sole mio ha sido cantada por famosos tenores, de Caruso a Pavaroti, adaptada al rock por Elvis Presley y ahora ¿por qué no? a la música de viento, como aún se le dice en la sierra sinaloense.
Giovanni Capurro, el compositor, pensaba en el sol y la nostalgia de Nápoles con rimas de declaración de amor a una dama frente a la ventana; un siglo después, se replicó en Mazatlán al ritmo del viento y con tanto éxito que se volvió un hit en redes sociales poco después de su lanzamiento, el 8 de junio.
Las críticas duras saltaron pronto en dos sentidos, que si ahora eran cantantes de ópera venidos a menos o innovadores sin miedos; entre los músicos de la banda de viento (como Osvaldo Silva, de la Banda MS y otros de La Adictiva), los felicitaron y les dieron ánimos y bienvenidas.
“Nosotros como foráneos en esta música queremos traspasar y quitar estos estereotipos relacionados al narcotráfico porque la banda es muy rica musicalmente y que puede conquistar a los oídos más exigentes”, precisó Armando Piña.
Las composiciones a los capos de la droga que se popularizaron en las últimas décadas dañaron, por mucho la imagen de la música sinaloense. Juan Carlos Ramírez-Pimienta, autor del libro, “Cantar a los narcos: voces y versos del narcocorrido”, explica que la popularidad de la música fue utilizada por doble vía “puede ser que el capo le diga `componme un corrido´, puede ser que el capo no lo haga, pero el cantante para granjearse al capo le haga un corrido”.
Como sea, las consecuencias de estar de lado de una u otra organización criminal han estado a la vista de todos. A la sombra de rumores, los asesinatos de cantantes gruperos como Jenni Rivera, Valentín Elizalde, el vocalista de K-paz de la Sierra, Sergio Gómez o Sergio Vega “El Shaka” entre decenas de casos.
EL FUTURO
El éxito de O Sole Mio, que en pocos días alcanzó 1.5 millones de reproducciones, dio el pretexto ideal a Los Sinaloenses de Cuidado de dar a la banda de viento otra luz lejos del mundo sórdido el crimen organizado. Así urdieron otra pieza que se entrenó el pasado 1 de julio “La Luna y el Toro (El Toro enamorado de la Luna)”, inspirado en la famosa melodía española compuesta por Carlos Castellano Gómez.
El terreno de llevar la voz de ópera a otros géneros musicales está bastante andado por Plácido Domingo, Andrea Bocceli, Il divo, Pavarotti, pero llevar una rumba flamenca a la música de banda e interpretarla con barítonos y tenores es un escalón arriba en la originalidad.
“Queríamos hacer algo así hace mucho tiempo”, recuerda José Adán Pérez, quien ha sido también el productor del proyecto del que hablaba con colegas tras las bambalinas de Broadway, donde hace ópera clásica.
“La idea era darle un sabor único, difiere un poco con la banda, por ejemplo, porque hay influencia de los ritmos caribeños, del tumbado con la tuba, y toda esa mezcla da un resultado muy rico en el ritmo”.
Al final de cuentas, el proyecto no se trata de una improvisación, sino de años de preparación y de regreso al origen, comenta José Manuel Chu.
“A mi el canto se me da de familia, mi papá tenía un voz privilegiada, como de tenor, y eso influyó en mi infancia, luego me invitaron a un grupo de banda y después decidí irme al conservatorio, donde fue como si segunda casa hasta que agarré el poder bocal”.
Sus viajes por Barcelona, Portland, Alemania, Argentina le dieron más. A los 30 años se sintió a gusto con su voz y así fue finalista en Milán. Ahora, con 44 abriles, regresó a los orígenes con confianza como los otros cantantes del proyecto. Saben que son Sinaloenses de Cuidado.