La epilepsia en tiempos de COVID-19

Las familias hispanas no deben temer buscar ayuda sobre la epilepsia.

Las familias hispanas no deben temer buscar ayuda sobre la epilepsia. Crédito: Getty Images

La epilepsia es una enfermedad neurológica caracterizada por crisis o ataques epilépticos recurrentes. A pesar de ser una enfermedad de la cual no se habla mucho en la comunidad, se estima que 1 de cada 26 personas podría ser diagnosticada con epilepsia a lo largo de su vida. Según estadísticas nacionales, en Estados Unidos aproximadamente 3 millones de adultos y más de 400,000 niños padecen epilepsia.

Usualmente, la epilepsia se diagnostica después de que una persona ha tenido dos o más crisis epilépticas que no hayan sido provocadas. Los ataques causados por fiebre en niños entre las edades de 6 meses y 6 años, por ejemplo, se consideran provocados y por lo tanto no se consideran epilepsia. También se puede diagnosticar epilepsia si el paciente solo ha tenido un ataque epiléptico pero se entiende que el riesgo de recurrencia en un futuro cercano es muy alto. Para determinar ese riesgo se utiliza el historial médico del paciente, historial familiar y estudios como un electroencefalograma o imágenes de resonancia magnética, si se considera indicado.

Una crisis epiléptica sucede como resultado del funcionamiento anormal y esporádico de un grupo de neuronas hiperexcitables. La manifestación clínica de la disfunción de actividad eléctrica cerebral varía entre un paciente y otro dependiendo de qué parte del cerebro se ve afectada. El paciente puede perder el conocimiento y no recordar nada de lo que pasó durante una crisis. En otros casos, puede que los eventos no afecten el conocimiento y no necesariamente sean convulsiones violentas, sino que causen confusión breve, movimientos involuntarios de alguna parte del cuerpo y sensaciones inusuales, entre otras cosas. Es importante entender que, aunque hay factores como la falta de sueño que pueden provocar ataques en pacientes con epilepsia, el paciente no puede controlar sus eventos voluntariamente y necesita atención de un experto de la salud para determinar el tratamiento adecuado. La epilepsia no es una enfermedad mental y no es contagiosa. Puede desarrollarse como resultado de condiciones genéticas, autoinmunes, accidentes cerebrovasculares, tumores, infecciones, trauma y muchas cosas más.

Aproximadamente el 68% de los pacientes con epilepsia responden a medicamentos llamados anticonvulsivos o antiepilépticos. A pesar de todos los medicamentos disponibles hoy día, cerca de un 30% de los pacientes no logran controlar los ataques con estos medicamentos. Cuando el paciente no responde a medicamentos tradicionales y en algunas otras ocasiones, se ofrecen otras opciones de tratamiento como dietas especiales o intervenciones quirúrgicas. La meta principal del tratamiento es lograr controlar todas las crisis con la menor cantidad de medicamentos posible. No obstante, el tratamiento de epilepsia debe ser siempre uno multidisciplinario y no se trata solamente de medicamentos. Es importante reconocer que para muchos pacientes la epilepsia también puede afectar su habilidad de procesar información, su memoria, su atención,  su estado emocional, su comportamiento, su autoestima y hasta la habilidad de socializar y conseguir trabajo. Las comorbilidades o enfermedades adicionales relacionadas o no a la epilepsia son de igual importancia como lo son la cantidad o intensidad de las crisis. Con la ayuda de su médico primario, su neurólogo o especialista en epilepsia, otros especialistas y familiares, se busca conseguir la mejor calidad de vida posible para cada paciente y sus seres queridos.

Durante la pandemia que estamos enfrentando, son muchos los pacientes y familiares que se preocupan más que nunca por sus vidas y las de sus seres queridos. En estos tiempos difíciles, es imperativo mantener la calma y seguir las recomendaciones de los expertos de la salud. El sufrir de epilepsia no se ha visto asociado con mayor incidencia de mortalidad o complicaciones como lo son la diabetes, el sobrepeso y enfermedades del corazón, entre otros. Sin embargo, sabemos que cualquier persona es susceptible al virus y sus complicaciones. Por lo tanto, hay que tomar las precauciones necesarias para evitar contraerlo con el uso de mascarillas, lavado de manos y el distanciamiento social. Como cualquier otro virus o infección en la comunidad, cuando un paciente con epilepsia contrae el coronavirus aumenta el riesgo de tener más ataques durante el tiempo de infección, lo cual podría resultar en una hospitalización.

A pesar del miedo que tienen muchos de salir de sus casas y de visitar el médico, es crucial mantener comunicación con su médico durante estos tiempos. Las oficinas de médicos y los hospitales están haciendo todo lo posible por tomar las medidas correctas para la seguridad de todos. Si su epilepsia parece estar empeorando, es necesario notificarle al médico, sacar una cita de seguimiento, ya sean virtual o en persona y visitar el hospital en caso de emergencia.

Se ha comprobado que la comunidad hispana ha sido más vulnerable durante estos tiempos del coronavirus. Las disparidades de la salud existen no solo con relación a la pandemia, sino también con muchas otras enfermedades, incluyendo la epilepsia. Durante estos tiempos, más que nunca es importante mantenerse informado y buscar ayuda cuando sea necesario, ya sea a través de grupos de apoyo, familiares, amigos u organizaciones como la Fundación de Epilepsia de Chicago (Epilepsy Foundation of Greater Chicago). La fundación ofrece un sinnúmero de recursos para pacientes y familiares lidiando con epilepsia. Les exhortamos a que busquen ayuda y utilicen los recursos disponibles. Sepan que no están solos en esta lucha.

Para más información visite en internet epilepsychicago.org

La doctora Rebecca García-Sosa s profesor asistente en Pediatría en Neurología y Epilepsia en el Hospital Infantil Ann & Robert H. Lurie Children’s

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