Inmigrantes llegados a Chicago desde Texas reciben alimentos de buenos samaritanos

Los buscadores de asilo coinciden en que mientras luchan por su caso necesitan un permiso de trabajo satisfacer para sus necesidades básicas y ayudar a sus familias en el extranjero

Oak Park recibió una subvención de casi $2 millones para ayudar a los solicitantes de asilo.

Oak Park recibió una subvención de casi $2 millones para ayudar a los solicitantes de asilo.  Crédito: Impremedia

Yeison Silva estaba sentado en la banqueta afuera del estacionamiento de un hotel local disfrutando de su cena junto con otros inmigrantes que con él llegaron en autobús de Texas a Chicago y fueron llevados al suburbio de Elk Grove Village.

Silva, de 26 años, busca asilo. Recorrió siete países y le tomó un mes y quince días llegar a Estados Unidos desde su natal Venezuela. “La selva del Darién [entre Colombia y Panamá] para algunas personas es difícil, para otras no, depende de la capacidad física que se tenga”.

Aunque en Venezuela Silva se dedicaba a la agricultura, dice que aquí puede trabajar en cualquier otro oficio que consiga por lo que pide que se le otorgue un permiso de trabajo. Tiene dos hijas, de dos y ocho años. “He venido a trabajar fuertemente por ellas”, menciona.

Los buscadores de asilo alojados en ese hotel coinciden en que mientras luchan por su caso ante las autoridades migratorias necesitan un permiso de trabajo para satisfacer sus necesidades básicas y ayudar a sus familias en el extranjero.

“Necesitamos que nos apoyen con un permiso de trabajo para poder empezar a trabajar y poder nosotros mismo defendernos y buscar las cosas por nuestros propios medios”, reitera Silva.

La cena de Silva fue preparada por un hombre de Chicago que ofrece alimento a personas desamparadas y que ahora ha expandido su misión caritativa a los inmigrantes que llegaron en autobús de Texas a Chicago y fueron llevados al hotel La Quinta en Elk Grove Village.   

Los inmigrantes sudamericanos están alojados en Chicago en instalaciones del Ejército de Salvación y en hoteles y moteles de los suburbios.

Organizaciones locales se han unido para asistirlos en sus necesidades básicas. Una de ellas es House of Restoration Community Outreach, que les brinda alimentos, ropa, artículos de primera necesidad y más.

Los pastores Pedro y Lucy Gómez, que dirigen esa organización sin fines de lucro en Elgin, contactaron a Michael Airhart, director ejecutivo de Taste for The Homeless, para que se uniera a la causa y cocinara para los inmigrantes.

“Llamé a Michael, le dije ‘necesito tú ayuda, no puedo hacer esto solo, hay tantas personas en este hotel’ y él me dijo: ‘pastor, vamos a unirnos para darle de comer a los inmigrantes’ y desde ese día nosotros hemos estado trabajando juntos, cocinando, trayéndoles recursos esenciales”, dijo Gómez.

Cena y guía espiritual

Los inmigrantes, en su mayoría venezolanos, salen diariamentedel hotel para recibir su cena de manera gratuita. Airhart cocina afuera del estacionamiento del hotel La Quinta en el suburbio de Elk Grove Village.   

La pasión de Airhart por el arte culinario empezó a los ocho años, y aprendió con la práctica cocinando para sus amigos cuando vivía en el desarrollo de viviendas públicas Altgeld Gardens al sur de Chicago. 

“Cogía todo lo que teníamos en el gabinete para cocinar y experimentaba, hacía diferentes comidas”, dijo a Airhart a La Raza.

Él cocina para los desamparados en barrios del norte y sur de Chicago y en los suburbios. En su camioneta no faltan la ropa, zapatos, alimentos y artículos de primera necesidad donados por sus patrocinadores.

Tanto los pastores Gómez como Airhart llevan un mes proveyendo cenas los siete días de la semana, comida caliente y de calidad, para al menos 90 inmigrantes en el estacionamiento del hotel. Airhart señala que cada día cocina algo diferente. El lunes pasado preparó comida para casi 200 personas. Y es que los comensales hacen dos o tres veces fila para volver a servirse, sonríe el chef.

Airhart, de 53 años, dijo a La Raza que lo que lo motiva a seguir ayudando es el ver sonrisas en los rostros de la gente. “¿Quiénes somos como seres humanos si ignoramos el sufrimiento de los demás?”, se pregunta y dice que por ello ayuda a todo aquel que lo necesite.

Inmigrantes que llegaron a Chicago hacen fila para recibir su cena afuera del estacionamiento de un hotel en Elk Grove Village. (Belhú Sanabria / La Raza) Crédito: Impremedia

El invierno está a la vuelta de la esquina, por lo que los pastores Gómez señalan que hay necesidad de vivienda, empleo y ropa de invierno para estos inmigrantes.

“Vamos a necesitar chamarras y cosas así para este frío. Nosotros estamos tratando de levantar fondos para traer botas, les trajimos zapatos de tenis nuevos de caja, también pantalones, pero como son muchos tenemos que obtener más recursos para darles a ellos, especialmente para el invierno”, señaló la pastora Lucy Gómez. “Ellos no vinieron para estar de vagos, ellos quieren trabajar porque quieren mandar dinero a su familia”.

Estos buenos samaritanos dicen que después de una larga y difícil travesía, muchos de los migrantes pasan por diferentes experiencias emocionales por lo que aparte de comida también reciben guía espiritual. Afuera del estacionamiento los pastores Gómez oran con ellos y ofrecen un servicio religioso todos los domingos al aire libre.

“Ya tienen esa confianza de hablar conmigo, le damos consejería espiritual. La palabra de Dios está llegando al corazón y está trayendo sanidad porque ellos vienen de cruzar el río, las montañas, la selva, y ellos vieron tantas cosas que les afectaron a ellos y todavía están en ese proceso de sanidad”, dijo el pastor Gómez a La Raza.

El venezolano Carlos Ochoa, de 34 años, antes de emigrar a Estados Unidos estuvo viviendo en Ecuador y Perú. Cuenta que recorrió durante un mes Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México antes de llegar a Estados Unidos.

“A mí no me resultó difícil pasar la selva del Darién, pero a muchas personas sí porque en mi travesía esos días no llovió y caminé rápido, el Darién lo caminé en una semana. Mi grupo era rápido, eran jóvenes la mayoría sin hijos, nos encontramos por el camino a personas a las que les ayudábamos un rato y seguíamos y de allí llegábamos a los campamentos y durábamos un día en campamento y de ahí seguíamos al otro campamento, así duramos una semana completa”, relató Ochoa a La Raza.

Ochoa también busca asilo, tiene esposa y una hija de nueve años en su país, donde trabajaba en construcción y hotelería.

“Vine a intentarlo aquí porque había más oportunidad que en Perú. En Lima, la cosa estaba más difícil, no era lo mismo que hace dos años atrás, ya el sueldo no era lo mismo, no alcanzaba igual y bueno me vine para acá”, expresó Ochoa.

‘No los queremos ver en la calle’

Compañías donan productos, alimentos, ropa, zapatos y más a la organización que dirigen los pastores Gómez y el reverendo Gómez dice que se necesita un lugar más grande para expandir los servicios a la comunidad, ya sean familias necesitadas, desamparados o inmigrantes. “Quisiéramos tener una propiedad bastante grande donde podamos nosotros dar ayuda y a la misma vez tener lo que ellos necesitan, si necesitan un lugar donde bañarse, donde quedarse temporalmente, tener ese lugar”.

 “Esto va a seguir creciendo y nosotros no los queremos ver en la calle, nosotros siempre trabajamos con los desamparados y sabemos cómo es aquí en Chicago… ¿Qué va a pasar con ellos cuando se acaben los fondos?”, se pregunta la pastora Lucy Gómez. Y esta es todavía una pregunta sin respuesta.

La cobertura editorial de La Raza es posible en parte gracias al apoyo del Chicago Community Trust.

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