Museo de Chicago recupera la historia de los rastros Union Stockyards

Ubicado en el Barrio de las Empacadoras, el Museo Packingtown preserva la memoria de los mataderos de ganado y las procesadoras de carne de la ciudad y las historias de las comunidades que allí trabajaron durante más de un siglo

El edificio The Plant, sede del Museo Packingtown en el Barrio de las Empacadoras de Chicago. (Antonio Zavala / La Raza)

El edificio The Plant, sede del Museo Packingtown en el Barrio de las Empacadoras de Chicago. (Antonio Zavala / La Raza) Crédito: Impremedia

El Museo Packingtown, que abrió sus puertas el 2 de octubre de 2021 y está localizado en el 1400 W 46th, en el Barrio de las Empacadoras, busca recoger y detallar la influencia de los rastros Union Stockyards en la ciudad y en particular en las familias de numerosos inmigrantes de varios países que trabajaron ahí.

Los rastros Union Stockyards operaron de 1865 hasta el 30 de julio 1971, cuando cerraron para siempre. Los rastros estaban localizados en el poblado de Lake, que entonces estaba afuera de los límites de la ciudad de Chicago. Lake fue anexado a la ciudad en 1889.

A cinco años de abrir sus puertas, los rastros, con cientos de trabajadores, procesaban la inmensa cantidad de dos millones de animales al año.

Durante la Exposición Mundial de 1893 en Chicago, cerca de medio millón de personas acudieron a ver la operación de los Union Stockyards, donde se mataba a miles de borregos, puercos y reses al día.

Las compañías empacadoras de carne, como Swift y Armour, para 1870 habían hecho millonarios a sus dueños Gustavus Swift y Phillip Armour.

Los Union Stockyards ocuparon 320 hectáreas al este de la Avenida Ashland hasta la Calle Halsted y desde la calle 41 en el lado norte hasta la Calle 45 al sur.

La comunidad que surgió cerca de ahí se le denominó Packingtown por las varias compañías empacadoras de carne que se localizaron ahí, pero con el tiempo el nombre cambió a Back of the Yards, o sea el Barrio de las Empacadoras.

Pero aunque los dueños de las empacadoras pronto se convirtieron en millonarios, los beneficios no llegaron a los trabajadores de las compañías. Los empleados trabajaban largas jornadas de 9 a 10 horas y muchas veces hasta jornadas de 16 horas.

Los salarios en las empacadoras eran paupérrimos y oscilaban entre 45 centavos la hora hasta 60 centavos la hora.

Packingtown, así bautizado el barrio anexo al lado suroeste de las empacadoras, era en palabras de los historiadores “un barrio pobre” en donde las compañías tiraban basura y contaminaban los arroyos de agua.

Cerca de las calles 47 y Damen estaba un gigante basurero en donde los pobres buscaban que comer. Fue Mary McDowell, la fundadora del entonces University of Chicago Settlement House, quien luchó para que la ciudad limpiara el basurero.

La mortalidad infantil, se dice, era en Packingtown tres veces más alta que en el resto de la ciudad.

Por su misión de ayudar a los nuevos inmigrantes, a McDowell se le bautizó como ‘el ángel de Union Stockyards’.

En 1906, el escritor Upton Sinclair, un reportero de esa época, escribió un libro titulado ‘La Jungla’ sobre las condiciones insalubres de las empacadoras de carne, las cuales empleaban a cientos de trabajadores, mayormente inmigrantes pobres del este de Europa y luego afroamericanos del sur del país y al final obreros mexicanos a los que se les permitía entrar al país para trabajar en las ciudades del norte.

Con la novela de Sinclair los lectores se pudieron dar cuenta de que las empacadoras agregaban químicos a la carne podrida para sofocar su olor. La novela también describió cómo las ratas caminaban y defecaban sobre la carne podrida y cómo las empacadoras molían los deshechos de los animales para venderlos como “queso de cabeza”.

Sinclair, quien escribía para la revista ‘Appeal to Reason’, además denunció las enfermedades que atacaban a los trabajadores y describió los apartamentos pequeños y peligrosos en donde vivían los inmigrantes pobres mientras Swift y Armour y otros dueños de las compañías vivían en suntuosas mansiones.

El Congreso, después de publicarse el libro, aprobó la Ley de Pureza de Alimentos y Medicamentos como también La Ley Federal de Inspección de la Carne, ambas normas aprobadas ese mismo año de 1906.

Los famosos rastros, que princesas rusas y otros famosos como Amelia Earhart visitaron en su día, al fin fueron cerrados para siempre el 30 de julio de 1971 porque para entonces Chicago había dejado de ser punto central del procesamiento de carne.

Para entonces empacadoras de carne más modernas habían surgido en estados como Carolina del Norte, Georgia y Texas. Pero la memoria de los Union Stockyards había quedo en Chicago para siempre.

Dominic Pacyga, profesor emérito de historia en el Columbia College y curador fundador del Museo Packingtown. (Cortesía Dominic Pacyga)
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Abre sus puertas el Museo Packingtown

Hoy en día, el nuevo Museo Packingtown busca recolectar memorabilia de la época de los Union Stockyards, los cuales permanecieron como el centro de la producción de carne en el país por 105 años.

Entre las innovaciones en Packingtown en aquella época figuraron la creación de vagones refrigerados para poder transportar la carne a diferentes puntos del país sin riesgo de que la carne se descompusiera.

También se creó la línea de desensamblado, en la cual trabajadores en una línea móvil cortaban las diferentes partes de las reses en tan solo treinta y siete minutos, algo que en una granja duraba de ocho a 10 horas. Trabajaba tan bien esta línea en movimiento que se dice que Henry Ford, quien llegó a visitar los Union Stockyards, adoptó esa idea para construir sus autos Ford Modelo T en Detroit.

Dominic Pacyga, profesor emérito de historia en el Columbia College y curador fundador del Museo Packingtown, dijo que los rastros tuvieron un impacto económico fuerte en la ciudad y en el vecindario al sur que se llamó Barrio de las Empacadoras.

“Yo nací en el Barrio de las Empacadoras”, dijo Pacyga. “Y luego ya de grande llegué a trabajar en los Union Stockyards como un guardia de seguridad”.

Pacyga, autor de varios libros sobre los grupos étnicos y sobre Chicago, mencionó que tres generaciones de su familia llegaron a trabajar en los Union Stockyards.

Después, cuando él estaba haciendo sus estudios de posgrado, escribió una tesis sobre los rastros y la producción de carne allí, que luego llegó a ser parte del libro suyo titulado ‘Slaughterhouse’, o sea el matadero.

Pacyga añade que aún hay compañías empacadoras de carne en la Calle 41 y la Avenida Ashland. Además, en lo que fueron los corrales del ganado en el pasado existe ahora un activo Parque Industrial llamado Back of the Yards.

Pacyga relata que inmigrantes alemanes, polacos, afroamericanos del sur del país y luego inmigrantes mexicanos a partir de la Revolución de 1910 llegaron a trabajar en los rastros.

Y cada grupo étnico, descubrió Pacyga, construyó sus propias iglesias.

“Todos nosotros llegamos de diferentes países y debemos conocer nuestras raíces y lo que hicimos y por qué lo hicimos”, dijo Pacyga a La Raza.

Entre los inmigrantes que llegaron a esta comunidad llamada Barrio de las Empacadoras estuvo mi abuelo, Cristóbal Magaña, mi abuela, Cecilia, Tapia y sus niños Petra, Galdino y Victoria.

Ellos entraron al país en 1919 cuando Cristóbal tenía 25 años, Cecilia 24 años, Petra cuatro, Galdino tres y mi madre Victoria apenas un año y unos meses.

En 1928 ellos se instalaron en un apartamento en la dirección 4552 Sur de la Calle Laflin en el Barrio de las Empacadoras después de haber trabajado y vivido en varias ciudades y estados de la nación.

En Chicago, mi abuelo Cristóbal encontró trabajo en la compañía Armour Packing Company y hasta hoy conservamos una medalla que le otorgó esa empacadora por no haber tenido ningún accidente en dos años.

La inscripción en inglés dice, traducida al español, “Presentado a C. Magaña como reconocimiento de su récord de dos años sin ningún accidente”.

En esos tiempos eran frecuentes los accidentes en las empacadoras de carne en la línea de desensamble. Algunos trabajadores por accidente se cortaban unos a los otros y algunos individualmente se cortaban los dedos en accidentes de trabajo.

A raíz de la Gran Depresión, mi abuelo perdió su trabajo en la Compañía Armour en 1932 y entonces decidió mudarse a trabajar en los campos de betabel de Maple Park, Illinois. Sin embargo, mi abuelo tuvo un ataque al corazón y falleció en noviembre del año 1932. Él está enterrado en el Cementerio St. Mary en Maple Park.

Pacyga concluye que los rastros en la cúspide de su actividad fueron algo así como el Valle del Silicio de California en nuestros días.

“La gente llegaba como un rebaño a los Union Stockyards, esto incluía a actores y actrices famosos de Hollywood y hasta la familia real del Japón nos visitó”, dijo Pacyga.

Iván Guzmán, curador asistente en el Museo Packingtown. (Cortesía Iván Guzmán)
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Relatos de familias hispanas

Iván Guzmán, curador asistente en el Museo Packingtown, dijo a La Raza que actualmente se están enfocando en recopilar los textos de un proyecto de encontrar las historias de las familias que tuvieron a miembros trabajando en las compañías empacadoras de carne.

Aunque el museo se interesa en las historias de todos los grupos étnicos, en el momento necesitan más historias relacionadas con los mexicanos y otros latinos.

A través de la palabra viva, un boletín, la red social Facebook y un sitio web en internet, el personal del Packingtown busca hacer llegar la novedad de este museo a la gente.

Guzmán, quien también es maestro en la Secundaria Juárez en Pilsen, mencionó que se modelan un poco en el Museo Balzekas de Cultura Lituana para hacer crecer este nuevo museo.

Inclusive, mencionó Guzmán, que se planea también tener giras del museo en español en un futuro próximo.

“Los Union Stockyards dominaron al Barrio de las Empacadoras por mucho tiempo, aquí en el museo podemos explorar los temas de la inmigración, la mano de obra en las empacadoras, cómo fue la producción de la carne para abastecer a todo el país y también aprender de algunas injusticias del pasado”, destacó Guzmán.

“Nos gustaría contar la historia de Union Stockyards y descubrir historias adicionales de la gente que trabajo ahí”, concluyó Guzmán.

La Planta, edificio amistoso con el medioambiente

El Museo Packingtown es un proyecto de la compañía Bubbly Dynamics y está hospedado en el edificio llamado The Plant, el cual promueve un desarrollo urbano sostenible.

El edificio fue construido en 1925 por la compañía de los Hermanos Buehler, los cuales tenían ahí un negocio llamado Peer Foods.

The Plant, aparte del museo, alberga a negocios relacionados con la industria de la comida, mencionó John Edel, director ejecutivo de Bubbly Dynamics.

Allí se motiva a los negocios a encontrar estabilidad y modelos de desarrollo que sean replicables. Además, todos los negocios ahí son, por iniciativa de Bubbly Dynamics, amistosos con el medioambiente.

También se les insta a las personas a trabajar en compañías en su comunidad y también a consumir productos de compañías vecinas a ellos. Bubbly Dynamics también lleva a cabo talleres periódicamente sobre temas de interés para la comunidad.

Entre los diversos temas discutidos en talleres anteriores figuran los microplásticos, la Comunidad polaca y la organización de los trabajadores.

Edel es el fundador del edificio The Plant y también del Museo Packingtown. El museo tuvo su recepción de apertura el 2 de octubre de 2021.

“Gente vino de todas partes del mundo a trabajar en Chicago en el pasado”, dijo Edel. “Es lo que hizo a Chicago grande.”

Los inmigrantes llegaron a esta urbe a trabajar en las fundidoras del acero, en la expansión de los ferrocarriles y en la industria de la comida como en los Union Stockyards, apuntó Edel.

“Mi abuelo llegó a Chicago de Alemania, todos nosotros, los que viven en nuestras comunidades, venimos de otro lugar, venimos para lograr una mejor vida para todos nosotros” dijo Edel en una entrevista.

Edel indicó que en el futuro quizás también el museo exhibirá obras de arte de los diferentes grupos que llegaron a los barrios aledaños a las compañías empacadoras de carne.

“Por el momento estamos destacando las historias de las familias, los grupos étnicos y en dónde vivían y en dónde trabajaban ellos”, finalizó Edel. “Queremos contar la historia de cómo construyeron una mejor vida trabajando para las empacadoras de carne”.

John Edel, director ejecutivo de Bubbly Dynamics y fundador de The Plant y el Museo Packingtown (Antonio Zavala / La Raza)
Crédito: Impremedia

Se requiere difundir más al museo

Irene Tinajero, de 72 años, es una comerciante de la calle. La Raza la encontró a las afueras del Supermercado El Güero en la Calle 47 en el Barrio de las Empacadoras.

Estaba vendiendo zapatos y otros artículos al lado de unas amigas suyas y dice que no tenía idea de que existe el Museo Packingtown. Le explico que el museo busca revivir la memoria de los Union Stockyards y encontrar historias de las familias que quizás tuvieron a un abuelo o pariente suyos trabajando en las empacadoras.

“Está bien”, me dice, y agrega que ella tiene 20 años viviendo en Chicago. Le explico en dónde queda el museo y me dice que no conoce ese lugar.

“No conozco a nadie que haya trabajado en las empacadoras”, me comenta.

Christopher Rodríguez se dirige a su casa después de un día de estudiar en la Secundaria Mansueto. Camina sobre la Calle 47 después de bajar del autobús de la CTA.

Él no había escuchado del Museo Packingtown, me dice, pero si su escuela organiza un paseo ahí a él le gustaría conocerlo.

Rodríguez dice que cursa el último año de secundaria y le gustaría crear su propio negocio una vez que termine la universidad.

Dice que le gustaría aprender más sobre la época de las empacadoras de carne y los rastros que traían ganado de todo el país para sacrificarlo y enviar su carne a todo Estados Unidos e inclusive a algunos países de Europa.

Pero admite que esos tiempos son de otra era que él por ser joven no conoció.

La cobertura editorial de La Raza es posible en parte gracias al apoyo del Chicago Community Trust.

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