La paradoja de no poder comer los alimentos que cultivas en California, una de las zonas más ricas de Estados Unidos
Los principales afectados son trabajadores del campo, que cultivan unos alimentos que no se pueden permiti
Hablar de falta de alimentos en un país como Estados Unidos genera cierto rubor.
Pero en un país en el que kilos y kilos de comida terminan en la basura todavía son necesarios los bancos de alimentos.
Y llama especialmente la atención que eso suceda en el valle de Salinas, California, a unos kilómetros de la lujosa costa de Monterey y a una hora en auto de Silicon Valley.
Pero así es, y los principales afectados son trabajadores del campo, que cultivan unos alimentos que no se pueden permitir.
Un trabajo intermitente
“A veces no teníamos dinero para los zapatos o la ropa de los niños. Tampoco teníamos suficiente dinero para comida. Teníamos que recurrir al banco de alimentos”, cuenta María.
“Mi esposo trabajaba en el campo de dos a cuatro días a la semana. El trabajo era intermitente, dependía del tiempo”, explica.
María y su esposo viven en un parque de casas rodantes, con cinco hijos y un nieto, en Salinas, “la ensaladera de Estados Unidos”.
En esta región se produce un tercio de la lechuga del mundo y gran cantidad de los vegetales que se consumen en todo EE.UU.
Según datos del Departamento de Trabajo de EE.UU., un 91% de los agricultores de California es de origen latino, en su mayoría procedente de México.
Sin embargo, las horas que le dedican a este laborioso trabajo no se ven reflejadas en sus análisis médicos ni en su mesa, donde los productos frescos que cultivan suelen estar ausentes.
¿El motivo?: su precio y la falta de tiempo para ser creativos en la cocina.
Amenaza para la salud
El caso de María no es excepcional en la ciudad de Salinas.
Cheryl Camany lleva décadas dedicada al sector educativo y ahora se desempeña como enlace para la población sin techo en el distrito escolar de Salinas, al que pertenecen 14 escuelas.
“Por cada 30 estudiantes de nuestro distrito, 10 de ellos no tienen hogar”, le dice Camany a BBC Mundo.
Ella estaba acostumbrada a emprender misiones de ayuda en países como Guatemala, México, India o Ucrania, hasta que se dio cuenta de cuánto la necesitaban “en su propio patio”.
En el centro escolar en el que tiene su oficina atiende a todas las familias que llaman a su puerta.
Durante nuestra entrevista, son varias las personas que vienen a solicitar ayuda, ya sea en forma de comida, material escolar o ropa para niños.
“Organizamos muchas clases también. La educación es clave. Por ejemplo, cada martes hay una sesión del curso ‘5 pasos para prevenir la diabetes’, impartido por el personal de la Fundación Natividad”, señala Camany.
“Es un problema de salud enorme aquí. Al no tener muchos recursos, comen frijoles, arroz, tortillas… comida que les llena el estómago y no les vacía el bolsillo”, explica.
“Tienen los azúcares en la sangre muy altos o conocen a alguien de su entorno a quien le han amputado los pies o algunos dedos por la diabetes, hay muchas complicaciones”, dice.
Las familias son conscientes de que tienen que hacer cambios en la dieta, pero no siempre tienen los medios.
Alto costo de vida
Las cifras oficiales del Departamento de Educación de California muestran que el número de jóvenes sin techo en el distrito de Salinas aumenta cada año.
Por supuesto no son jóvenes solos, en muchos casos se trata de familias enteras.
Anthony y su familia se quedaron en la calle en marzo de 2014.
“Ya no podía pagar los US$60 por noche que costaba la habitación de motel donde vivíamos”, relata.
El costo de la vida continúa subiendo en esta zona tan cercana a algunos de los lugares más lujosos de California, como Carmel, Peeble Beach o Monterey.
Trabajo siempre hay, incluso ahora que estamos fuera de temporada aunque sea menos, pero en lo que coinciden todas las personas con las que hablamos es en que el problema más grave es la falta de vivienda asequible.
“Las cifras de inseguridad alimentaria y de personas sin techo son bastante altas para un condado tan rico como este”, indica Dana Kent, directora médica de la Fundación Natividad que desarrolla el curso para prevenir la diabetes del que hablaba Cheryl Camany.
“Hay una disparidad sorprendente entre el trabajo en el campo y la escasez de comida, yo lo llamo la paradoja del paraíso“, agrega Kent.
Pero tanto ella como Lisa Rico, instructora del curso, están impresionadas por los cambios graduales que han visto en el comportamiento de las familias en cuanto al consumo de frutas y verduras y la práctica de ejercicio físico.
“La mayoría de los participantes incluyen a sus familiares cuando empiezan a hacer cambios en su estilo de vida”, cuenta Rico.
Monterey es un condado especialmente afectado por los casos de diabetes o prediabetes. La incidencia es mayor que la media de todo California.
“En cada familia hay alguien afectado. Conocen las cosas horribles que puede acarrear la enfermedad, como ceguera, amputaciones o incluso la muerte.
“Están muy motivados, quieren tener las herramientas para cambiar la tendencia”, afirma Kent, quien aclara que las clases tienen un fundamento científico y han sido puestas a prueba.
“En 2002 hubo un estudio que mostró que con pequeños cambios, simples y asequibles como perder un 5-7% del peso corporal, se reduce el riesgo de adquirir la enfermedad un 57%“, precisa la doctora.
En el curso, de cinco semanas de duración con dos horas de clase por semana, Rico les plantea a los participantes objetivos razonables.
“No tienen que apuntarse a un gimnasio o seguir una dieta carísima”, explica.
Sin embargo, Kant y Rico son conscientes de que las barreras persisten.
Además de los precios y los hábitos culinarios que son difíciles de erradicar, la inseguridad en los barrios en los que viven estas familias dificulta las salidas para hacer ejercicio.
“Por supuesto hay barreras estructurales. En invierno, cuando los días son más cortos, no es seguro caminar por la calle. Les damos consejos de cosas que pueden hacer en casa, como poner un video o un DVD”, indica Rico.
Paradoja de la obesidad
Si la doctora Kent hablaba de la paradoja del paraíso, Melissa Kendrick directora del Banco de Alimentos para el condado de Monterey, menciona la paradoja de la obesidad.
“Es alarmante la cantidad de jóvenes que desarrolla la diabetes tipo 2”, dice Kendrick.
“Hablo de la paradoja de la obesidad porque ves personas que viven en la pobreza pero tienen sobrepeso, no tienen acceso a comida sana ni tiempo para hacer ejercicio”.
Comen pero están malnutridas.
Para Kendrick, la educación y el cambio de hábitos son pasos muy importantes para avanzar en la solución del problema.
Otro paso fundamental es incluir a todos los actores que pueden hacer algo para cambiar las cosas, incluidas las grandes empresas agrícolas a las que a menudo se responsabiliza de descuidar a los trabajadores para lograr más beneficios.
“Soy una optimista y tengo que creer que siempre va a haber un futuro”, sostiene Kendrick en conversación con BBC Mundo.
“Tenemos que abordar los problemas de frente, traer a todos a la mesa”.
Su banco de alimentos distribuye comida por todo el condado a diferentes niveles: o a través de alguna de las 140 agencias asociadas o directamente a las personas afectadas, en mercados de alimentos.
“Mi preocupación más grande son los mayores y los niños”, dice Kendrick, que opina con vehemencia que el hambre en este país es una cuestión de mala distribución y de logística.
Su organización alimenta al 25% de los niños del condado.
“Un número sobrecogedor. Pero, ¿a cuántos niños no estamos alimentando?”, se pregunta.
“Eso es lo que me mantiene despierta por la noche, pensar que un niño en este condado se va a la cama con hambre“.