Cómo se organiza la extrema derecha de EEUU para distribuir materiales neonazis en Internet
Los recientes sucesos protagonizados por supremacistas blancos en EEUU han acrecentado el rechazo de Facebook, Twitter, Google o AirBnB. Los grupos neonazis no se han quedado quietos. ¿Cómo funcionan?
Intentar limitar internet es como querer poner puertas al campo, repiten quienes ven la red como un espacio inabarcable en el que todo cabe.
Sin embargo, en días recientes vemos cómo cada vez son más las grandes empresas tecnológicas que intentan poner al menos una valla.
Facebook, Twitter, Apple, Google, Airbnb y PayPal, por citar los casos más sonoros, se han comprometido a eliminar contenidos y prácticas que fomenten el odio, el racismo y la intolerancia y a vetar a sus promotores.
Aunque no se diga explícitamente, el objetivo son grupos de supremacistas blancos y neonazis, especialmente tras la violencia registrada el sábado pasado en Charlottesville, Virginia, durante una marcha de la extrema derecha organizada primordialmente gracias a internet y sus vías de comunicación.
Pero estos grupos tienen opciones para sortear esas vallas.
Discord: de los videojuegos a la movilización neonazi
“Condenamos inequívocamente la supremacía blanca, el neonazismo o cualquier otro grupo, término, o ideología basada en estas creencias”, declaró el pasado lunes Eros Resmini, jefe de marketing de Discord en un comunicado en el que anunció un veto a dichos usuarios.
“No son bienvenidos en Discord”.
Este anuncio se produjo tras la conmoción por lo sucedido en Charlottesville, pero lo cierto es que, antes de ese fin de semana, la aplicación era muy popular entre los grupos englobados en ese nuevo -y más aséptico- concepto de alt-right.
Discord nació en 2015 como una app de chateo para aficionados a los videojuegos, donde fans de juegos como World of Warcraft podían formar equipos y hablar de estrategias.
Los jugadores fueron invitando a sus amigos y Discord se convirtió en una de las startups más de moda en Silicon Valley. Llegó a tener más de 45 millones de miembros y recaudó unos US$100 millones de inversores tecnológicos.
Pero también atrajo a grupos políticos de extrema derecha cuyos miembros se sentían protegidos por las características de privacidad y anonimato de la app.
Discord permite formar grupos de chat privados a los que sólo se puede acceder por invitación y son invisibles a quienes están fuera de la aplicación.
Tiene un sistema de auto-moderación en el que los administradores de las salas de chat fijan sus propias reglas y son responsables de monitorear a los miembros.
Antes de la marcha del sábado, se comprobó que era una herramienta de organización indispensable: los miembros la usaron para viajar en grupo a Charlottesville y gestionar el alojamiento.
Durante meses, ejecutivos y miembros de la junta directiva de Discord debatieron qué hacer con la presencia de la derecha en sus plataformas: unos estaban a favor de controles más estrictos y prohibir discurso del odio por completo.
Otros dijeron que al tratarse de grupos privados, la responsabilidad de Discord era sólo eliminar contenido ilegal cuando surgiera una alerta.
No se sabe con certeza cuántos usuarios fueron afectados por el anunciado veto.
Gab: el otro Twitter
La práctica de Twitter de eliminar usuarios de su red social se remonta a sus orígenes, pero se ha hecho más notoria en los últimos dos años, desde que el ambiente político estadounidense se viera agitado por la campaña y la elección de Donald Trump como presidente.
Figuras como Milos Yiannopoulos o Andrew Anglin, fundador del sitio neonazi The Daily Stormer, vieron sus cuentas suspendidas.
En agosto de 2016, nació una de las alternativas que aspiran a ser el otro Twitter. Se llama Gab y tiene su sede en Austin, Texas.
Con más de 200 mil usuarios, Gab está creciendo y, según sus directivos, empieza a ser un desafío para las redes sociales convencionales como Twitter y Facebook, aunque su principal oposición la tienen con Google.
“La influencia de Google sobre las redes sociales y el flujo de información es muy preocupante y peligrosa”, le dice a BBC Mundo Utsav Sanduja, responsable de Gab para relaciones internacionales.
“Tiene que haber una regulación sobre estas empresas al igual que regulamos el petróleo, los teléfonos, los canales de televisión”, agrega.
¿Y qué pasa con los contenidos ofensivos o provocadores?
“La filosofía de nuestro sitio es esta: si empiezas a vetar usuarios con opiniones políticas extremas , recurrirán a la clandestinidad y ahí es donde el extremismo y la criminalidad se encuentran. En nuestra opinión, con eso no haces más que empeorar el problema.
“Si la extrema derecha quiere hablar, es su derecho protegido por la constitución hacerlo, siempre que no llamen a la violencia o al asesinato”, expone.
Sanduja subraya que Gab apoya el debate libre pero eso no significa que no tenga directrices de uso.
Un grupo de voluntarios controla el contenido y alerta cuando ve algo que puede violar las normas.
Gab trabaja además en conexión directa con las fuerzas de seguridad, que ayudan a identificar publicaciones que pueden ser contrarias a la ley, y tiene un sistema para detectar material de pornografía infantil.
Hatreon y WeSearchr: plataformas de financiamiento colectivo
Páginas como GoFundMe o Patreon, que organizan campañas de recaudación de fondos para determinadas causas, también han empezado a controlar y vetar a ciertos usuarios.
Quienes son expulsados de Patreon pueden recolectar fondos en Hatreon, una plataforma creada para contrarrestar la política de control de contenidos de los servicios convencionales.
Hatreon cuenta actualmente con donantes que apoyan a Richard Spencer, comprometidos a aportar una cantidad al mes, y también a Andrew Anglin, fundador y editor de The Daily Stormer, uno de los más prominentes neonazis de EE.UU.
Otra startup de financiamiento colectivo es WeSearchr, que logró recaudar más de US$150,000 para la defensa legal de Andrew Anglin, demandado por lanzar una campaña en su sitio web contra una mujer judía.
WeSearchr organiza galas de donantes para pagar las facturas médicas y legales de figuras de extrema derecha que se han involucrado en peleas con activistas de izquierda.
También ofrece las llamadas recompensas para quien identifique a antifascistas implicados en encuentros violentos.
El dinero de estas recompensas lo aportan los usuarios de la red.
Charles Johnson, fundador y dueño de WeSearchr, contestó a nuestra petición de entrevista con un mensaje a través del correo electrónico.
“Las empresas que se mueven en dirección hacia la censura se están comportando de forma ilegal y sin una buena noción del negocio” , escribió.
Una línea difícil de marcar
Para Johnson la discusión no gira en torno a las filiaciones políticas y asegura que todo el mundo es bienvenido a recaudar fondos en sus propiedades.
Es la misma defensa que hace Sanduja, de Gab, y tantos otros que alertan contra la tendencia de las grandes empresas a poner cotos a los usuarios.
Para la abogada Morgan Weiland, profesora asociada de la Universidad de Stanford, la discusión es muy complicada y no ve una solución a corto o medio plazo.
“El riesgo de cerrar páginas o eliminar contenido de supremacistas blancos es qué pasa mañana, alguien puede hacer lo mismo con una página del movimiento Black Lives Matter (“La vida de negros importa”)”, sostiene Weiland en entrevista con BBC Mundo.
“Dónde pones el límite, cómo evitas caer en la censura… son cuestiones muy delicadas”,
Por el momento, el mantra de los grupos neonazis que ahora se ven atacados por Silicon Valley es claro: “Siempre nos adaptaremos” .