“Soy asexual y la gente me dice que vaya al médico porque lo que me pasa no es normal”

Los pacientes que se definen a sí mismos de esta forma, son perfectamente capaces de formar pareja e incluso de tener sexo como un gesto de amor

No todos las personas se interesan por tener sexo.

No todos las personas se interesan por tener sexo. Crédito: archivo | la opinión

Todas sabemos que la asexualidad existe porque la mayoría la experimentamos. El desinterés por el sexo suele representar alguna etapa en todas las biografías. Sin embargo, la mayoría desconocemos que también puede tratarse de una identidad. Hoy, ser asexual, es decir, no sentir atracción sexual por las personas, se considera una orientación sexual por sí misma y aunque esto sigue siendo bastante inquietante para los mismos especialistas, se trata de una posición que, a pedido de las organizaciones que nuclean a personas que se definen a sí mismas de esta forma, hoy no puede ser estudiada. Las personas asexuales se niegan a ser vistas como “freaks”, como excepciones y también a ser patologizadas. Ellos reivindican el derecho a no querer sexo y a no sentir lo que se supone, por naturaleza, todos deberíamos sentir.

Cecilia O es parte del grupo de personas que se definen como asexuales. No lo supo hasta sus veinticinco, cuando la llegada de Internet le acercó la definición. Ella nos cuenta cómo comenzó a definirse de esta forma y por qué está segura de que lo seguirá siendo.

“Cuando era chica, nunca me gustaba nadie. Cuando, entre compañeritas, nos confesábamos de quién gustábamos, yo mentía, decía que me gustaba el mismo que a la mayoría para que no me miraran raro. No tenía un gran interés por los chicos ni por las chicas. Estaba en mi mundo y era feliz así. Cuando llegó la pubertad y toda la revolución hormonal, eso se me hizo más evidente. Me gustaba algún chico, pero lo mío no pasaba por el deseo voraz de querer tocarlo o besarlo, sino de compartir tiempo con esa persona. Los hombres podían atraerme intelectualmente, artísticamente, sentimentalmente, pero eso no se traducía en un algo físico. Sentía la presión de ser sexual, claro, pero genuinamente, no tenía tanta curiosidad ni la obsesión que veía alrededor por el tema. Pensaba debo haber nacido para ser monja y cosas por el estilo, porque no entendía cuál era el plan de vida para alguien que no tenía todas sus fichas puestas en encontrar una gran pasión y entregarse a ella. Eso no impidió que tuviera lindas relaciones con chicos que eran más sensibles, y no tan fogosos, que eran los únicos con los que me sentía cómoda. Las veces que me relacionaba con varones que querían tener lo que para mí era demasiado sexo, terminaba por sentirme rara y presionada. De hecho, en la adolescencia, algunos me recomendaban que fuera al médico porque para ellos, lo que me pasaba no era normalLos seres humanos somos animales y los animales tienen el instinto de reproducirse, me decían. A veces parecía que yo era menos que un animal.

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