Enlace: México, en busca de la paz perdida
María Luisa Arredondo es editora de Latinocalifornia.com.
México vive la época más violenta de su historia moderna sin que se avizore una solución para devolverle al país la paz de la que alguna vez gozó.
En mayo, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública reportó un nuevo récord en el número de delitos violentos. De enero a mayo de este año se registraron 14,133 homicidios que equivalen a un 6.3% más que en el mismo lapso del año anterior. En cuanto a los secuestros, en los primeros cinco meses de este año se han acumulado 814, en comparación con los 596 que se denunciaron en el mismo periodo de 2018.
Si bien el país nunca ha estado libre de la delincuencia, en las décadas que van de la época postrevolucionaria hasta 1980, vivió con relativa tranquilidad.
La situación comenzó a deteriorarse por la creciente corrupción de los gobiernos priistas y el ascenso del narcotráfico, pero el quiebre definitivo se produjo en 2007. Ese año la tasa de homicidios en México pasó de 8 por cada 100 mil habitantes a 25 por cada cien mil como resultado directo de la llamada guerra contra el narcotráfico emprendida por el entonces presidente Felipe Calderón.
El problema principal con esa guerra fue la falta de una estrategia bien planeada contra el crimen organizado. Con la idea de dar resultados rápidos, Calderón sacó a los militares de sus cuarteles sin haberles dado el entrenamiento necesario para enfrentarse a los narcos y sin dotar a las policías estatales y locales de los recursos necesarios para hacer su tarea.
Pese a que numerosos expertos en la materia advirtieron que la militarización del país solo desencadenaría más violencia, Peña Nieto siguió la misma receta con resultados nefastos.
Lo insólito es que ahora López Obrador, que personalmente criticó tanto esa estrategia, haya decidido continuar por el mismo sendero mediante la creación de la Guardia Nacional. Aunque prometió que ésta tendría un mando civil, tal como se lo exigió el Congreso para evitar las violaciones a los derechos humanos, al final se salió con la suya e impuso a un militar al frente.
Pero no solo eso. Quienes forman parte de esta nueva institución han denunciado que no se les han dado los recursos suficientes para hacer bien su trabajo. A muchos se les ha destinado a instalaciones deplorables que carecen de servicios elementales como agua potable. La situación se ha complicado porque a 6,000 de ellos se les ha encomendado detener a los inmigrantes en la frontera sur y norte del país, una tarea para lo que no se les contrató y para lo que no se les ha preparado. Todo para cumplir con las exigencias de Trump.
Así las cosas, es urgente que el gobierno tome nota de que no puede permitir que la desmoralización invada a los miembros de la Guardia Nacional. Muchos podrían optar por irse a las filas del crimen organizado, lo que auguraría un fracaso rotundo del esfuerzo para pacificar al país.