Jorge Mariscal y su gran lucha
Jorge Mariscal fue traído de México a Chicago cuando sólo tenía un año. Creció junto a su madre Sonia López en Melrose Park, se graduó de la secundaria y fue cuando estaba tomando sus clases de manejo para sacar su licencia de conducir que supo que era indocumentado.
Ese era de por sí un golpe duro, igual que para miles de jóvenes en su misma situación. Sin embargo, este muchacho, que hoy tiene 24 años y estudia diseño gráfico, no sabía en ese momento que su fe sería probada más de una vez y que su lucha sería por salvar su propia vida.
Conocí a Jorge en julio del 2010, en el pequeño apartamento en el que vive con su familia. Recuerdo que las cortinas estaban cerradas para bloquear el intenso calor y el sol abrasador. El joven tenía una pequeña venda en el brazo izquierdo, por recientes pinchazos de las agujas. Y me mostró en la pantalla de su ordenador portátil los diseños que acababa de hacer para un negocio de joyería y el volante para un evento.
A los 16 años Jorge empezó a sentir los síntomas de insuficiencia renal. Cuando pudo ser revisado por un médico, éste se sorprendió de que aún estuviera vivo y le dijo que debía empezar a recibir la diálisis lo más pronto posible. Y que necesitaría un transplante de riñón.
Jorge recibió diálisis durante seis años. Al mismo tiempo terminó la secundaria y tomó cursos en diseño gráfico; pero la tristeza y la angustia le acompañaban todos los días a él y a su familia, ya que por no tener un número de seguro social válido, su nombre no podía entrar en la lista de espera para un transplante. Asimismo, si conseguía un donante, necesitaba demostrar que podía costear el procedimiento médico y las medicinas que requeriría después. ¿Cómo hacerlo siendo un inmigrante indocumentado y sin seguro médico?
Sin embargo, ellos no se dieron por vencidos, hicieron de todo: eventos de recaudación de fondos, bailes, conciertos, rifas, vendían comida, tocaron todas las puertas y la gente ayudó.
En junio de este año el pastor José Landaverde ayudó a organizar una huelga de hambre de 21 días en la que participó Sonia López, para pedir a las autoridades de los hospitales que por favor no negaran el transplante de órganos a una persona por sus estatus migratorio.
Después de la huelga, Jorge y su familia recibieron un compromiso por escrito del hospital Loyola University Medical Center de que lo iban a ayudar.
Jorge, su madre, sus amigos y familiares y todos los que han estado a su lado son los que hicieron este milagro posible. El jueves 6 de diciembre y después de esperar ocho años, Jorge Mariscal recibió un riñón, donado por su madre. El día por el que tanto rezaron llegó.
La lucha continúa porque tiene que asegurarse que su cuerpo no rechace su nuevo riñón y costear los medicamentos que requerirá por el resto de su vida; pero este año Jorge recibió el mejor regalo de Navidad.