Gracias a la gente inmigrante de Chicago
Hace poco más de ocho años toqué las puertas del periódico La Raza, cuando se ubicaba en sus antiguas oficinas de la calle Clark, en el norte de la ciudad. Acababa de llegar a Chicago y fue don Jorge Mederos, editor en jefe del semanario, quien me dio la oportunidad de empezar a escribir en estas páginas.
Recuerdo claramente que me fui a ‘La Garra’, también conocido como el Maxwell Street Market, un domingo de otoño, a hacer una crónica sobre el colorido mercado y la preocupación de algunos comerciantes por un posible traslado. Mi primera nota en La Raza.
Poco a poco y recién llegada a la ciudad, comencé a recorrer sus calles, a conocer sus barrios, a reconocer a las fuentes, a buscar notas. Siempre con la ayuda de don Jorge y el equipo de la redacción de esa época: Gisela Orozco, Eduardo Alegría, Jorge Mujica y Vicente de la Cruz, empecé a publicar mis primeros reportajes y así, casi sin darme cuenta, mi trabajo como reportera se convirtió también en mi vida en Chicago.
Cubrí el tema de inmigración durante seis años, siendo testigo de tantas injusticias, hablando con familias separadas por el sistema migratorio, escuchando los testimonios de los primeros ‘dreamers’, cubriendo las demandas de trabajadores a los que les habían robado sus salarios, tomando fotos de marchas, procesiones, obras de teatro, acciones de desobediencia civil, de padres que se reencontraban con sus hijos después de años de no verlos, de triunfos y de derrotas, imágenes que han quedado grabadas para siempre en mi memoria.
Como reportera y parte del equipo de La Raza también me tocó experimentar muchos de los cambios y sacudones que hemos tenido que vivir los que trabajamos en los medios de comunicación. Con tristeza vi partir a muchos de mi compañeros de trabajo y colegas afectados por los recortes y a algunos los vi volver y tuve la oportunidad de darles la bienvenida.
Hoy, poco más de ocho años después me despido de este periódico y quiero aprovechar esta columna para dar gracias a todas las personas que me acompañaron durante este viaje. A mi equipo durante el tiempo que fui editora: Belhú Sanabria, Irene Tostado, Giovanni Mota, Javier Quiroz y Sylvia Obén, y a mi jefa Jimena Catarivas, les digo gracias por su paciencia, por su apoyo, por enseñarme tanto y por no rendirse nunca.
A la comunidad inmigrante de Chicago le digo “gracias” a los que compartieron conmigo su tiempo, sus preocupaciones, su esperanza, sus luchas, sus historias.
A toda la gente de La Raza: nunca los olvidaré.